Hoy me he retrasado y no sé si estoy escribiendo ya el comentario de mañana. Sabéis que los sábados nos vamos al monte a andar; también hoy lo hemos hecho y hemos vuelto casi con el tiempo de ver el fútbol en la tele. Y como ya se ha acabado, me pongo a escribir.
Zalabardo, con su proverbial ironía, me pregunta si el título me lo da la jornada de senderismo o la sesión fútbol-butaca. Pero no le hagáis caso, ni una cosa ni otra. Si he elegido el lema de los juegos olímpicos (más alto, más rápido, más fuerte, que eso es lo que significan esas palabras latinas) ha sido para referirme a la tendencia moderna de crear el grado de los adjetivos. Parece que el comparativo nos ressulta también insuficiente y en nuestro tiempo ningún adjetivo dice lo que dice si no lo presentamos en su grado superlativo.
Pero lo peor no es eso; lo peor es que ya no nos conformamos con que un sillón sea cómodo, ni nos parece que deba ser muy cómodo o comodísimo; tiene que ser supercómodo. Y esta forma de crear los superlativos con el prefijo super ha pasado a ser no un uso, sino un abuso. Todo es superfantástico, superinteresante, supercautivador o superantipático.
Vamos, que nos gusta la exageración y las cosas normalitas incluso nos deprimen. Como la raza, afortunadamente, va mejorando, ya las tallas S, M y L se nos han quedado pequeñas y pedimos que las cosas sean XL o XXL. Por eso no me ha extrañado nada encontrar un anuncio de un modelo de coche al que precisamente se le denomina XL y que se anuncia de esta manera: Dale un megavistazo y descubre su extratamaño en tu superconcesionario. No sé si es visión comercial o cachondeo.
Bien, mañana será otro día; aunque a lo mejor es hoy mismo.
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