lunes, julio 28, 2014

METER UN PAQUETE / UN PURO



            No siempre es posible explicar bien, sin temor a errar, el origen de determinadas expresiones. A veces incluso se repiten unos argumentos tan asiduamente, que uno acaba por creérselos.
            Le digo esto a Zalabardo porque en ocasiones resulta difícil encontrar dicho origen a un giro o locución que nos parece de lo más habitual. Eso me ha ocurrido cuando mi amigo me ha preguntado por el de dos expresiones que, en principio, parecen idénticas: meter un paquete y meter un puro. Ambas, ya digo, coinciden en su significado, ‘imponer una sanción’, ‘castigar a alguien’. Pero, ahí está el problema, ¿cómo nacieron?
            Llama la atención que el DRAE no las recoja hasta su edición de 1985. De la primera, que califica como propia del lenguaje figurado y familiar, dice que es ‘castigar a alguien, multarlo o censurarlo por alguna cosa’. De la segunda afirma que es frase vulgar que pertenece al lenguaje militar y su significado es ‘arrestar, imponer un castigo’. Sin embargo, cualquiera que haya hecho la mili (y de esos ya quedamos pocos) sabe que son expresiones, las dos, muy cuarteleras, que luego han pasado a la vida común. ¿O acaso ha sido al revés?
            Tengo  que confesar que he buscado detenidamente textos que las expliquen y no he podido hallar más que un artículo El lenguaje de los soldados, de Juan Gómez Capuz y Félix Rodríguez González, que forma parte de un trabajo más amplio, El lenguaje  de los jóvenes, publicado en 2002 por la Universidad de Alicante. Dicho  artículo, en uno de sus apartados, desarrolla la tesis de la tendencia en el lenguaje militar a adoptar metáforas de claro contenido sexual. Así, afirman que cualquier expresión en la que quepa el verbo copular significa en realidad arrestar, castigar, vamos, lo que en el lenguaje vulgar se dice follarse a alguien. Y no faltan los ejemplos: pasar baqueta, meter un parte, meter un rabo, meter un puro o meter un paquete. Creo que no utilizan más y dice que todas manifiestan una clara analogía con follar. Es posible, aunque no estoy seguro de que la teoría valga para todos los ejemplos.
            Lo digo no por el mero hecho de llevar la contraria a nadie, sino porque hay ejemplos anteriores en el tiempo y en el ámbito que, si no son idénticos, presentan alguna similitud. Lo que sucede, se lo confieso a Zalabardo y a cualquiera que lea este apunte, es que carezco de argumentos suficientes para demostrarlo.
            Pero vamos a ello. Y empecemos por paquete. La palabra, si miramos cualquier diccionario, significa muchas cosas. Además, existen, que yo conozca, más de una locución: ser (o parecer) un paquete, tragar(se) el paquete y meter (a alguien) un paquete. Cada una tiene sentido diferente aunque un inicio semejante. Paquete, comencemos por ahí, procede de paca, ‘fardo, lío’ y, ambos, vienen del francés. Un paquete es un ‘lío o envoltorio bien dispuesto y no muy abultado de cosas de una misma o diferente clase’ y también ‘conjunto de cartas (naipes) o papeles que forman mazo, o contenidos en un mismo sobre o cubierta’. Además, entre muchas más significaciones, antiguamente se llamó así a los paquebotes, ‘embarcaciones que llevaban de un puerto a otro la correspondencia y, también, pasajeros’.
            Los primitivos paquetes, tanto los envoltorios comunes como los que contenían naipes, se preparaban, al parecer, con todo esmero y primor, por lo que la gente comenzó a llamar paquete (no sé si en tono de burla o admiración) al ‘hombre que sigue rigurosamente las modas y va muy compuesto’. El diccionario de Elías Zerolo, de 1895 es el primero en el que encuentro esta definición. La Academia la recoge en su edición de 1899. O sea, que un paquete era lo que anteriormente se había llamado pisaverde, lechuguino y cosas así, alguien excesivamente preocupado por ir a la moda.
            Por otro lado está tragar(se) el paquete. Aquí ya se nos une el puro, ‘cigarro hecho con hojas de tabaco enrolladas y liado sin papel’. Hubo un tiempo en que los puros se vendían en grupos de seis, simplemente atados por una cinta. El fumador podía ver sin dificultad el estado del producto que se le vendía. Pero, como todo cambia, a la Compañía  Arrendataria de Tabacos se le ocurrió meterlos en unas cajas, paquetes, que solo disponían de una pequeña abertura en un lateral para examinar su contenido. Los fumadores no tomaron bien este cambio, pues recelaban que fuese una treta para ocultar la calidad del producto. Se empezó a decir que quien quería fumar tenía por fuerza que tragarse el paquete, sin ver su interior, por lo que podía ser engañado. De ahí que tragarse un paquete sea igual que ‘sufrir un engaño’.
            ¿Cómo se llega del piropo, ser un paquete, o del engaño, tragarse un paquete, a meter un paquete, aplicar un castigo? Confieso que no lo sé, aunque tengo mi teoría. ¿Es más o menos verosímil? Tampoco lo sé. Pero me reafirma en ella una noticia que se difundió no hace mucho tiempo. Un sargento del ejército fue condenado por haber impuesto a un soldado como castigo tener que llevar encima a todas horas, en bandolera, unas cadenas de peso desorbitado. Todo ello por haber incurrido en lo que el sargento consideró grave descuido del soldado. El tribunal, en su sentencia, determinó que el sargento había impuesto una humillante sanción medieval. Esto me hizo recordar que, durante la mili, al menos en la que yo conocí, había oficiales y suboficiales bastante zoquetes, por no decir una palabra más dura, que a los reclutas que incurrían en una falta a juicio de ellos merecedora de sanción dura, los obligaban a dar vueltas alrededor del campamento cargados con todo el armamento, además de una mochila con el peso que aquellos salvajes considerasen oportuno. Es decir, se les metía un paquete, que era la carga que debían portar. O sea, en la milicia, espero que ya no, se ponía (o metía) un paquete o se le ponía (o metía) un puro a quien unos desaprensivos consideraban oportuno. Pero ya no se trataba de ningún engaño, no era dar gato por liebre, era imponer un castigo por lo general injusto.
            ¿Qué no es eso y la realidad es esa metáfora sexual que proponen los profesores de Alicante? Que cada cual crea lo que quiera, aunque, en cualquier caso, a quien le caía la china del castigo lo jodían bien, hablando en román paladino.

domingo, julio 20, 2014

MIS AMIGOS DEL PARQUE



            Una inoportuna lesión del tendón de Aquiles y el calor me tienen un poco retenido en lo que a las habituales caminatas se refiere. Ando menos en espera de que el tratamiento de rehabilitación dé el resultado apetecido. No obstante, Zalabardo y yo no renunciamos a quedarnos parados y, aunque menos, algunos paseos damos.
            El otro día, la idea fue suya, nos fuimos al Parque a realizar lo que en tiempos se llamaba “una visita de cumplido”, es decir, a observar los principios de cortesía debidos hacia quienes hace años no atendíamos y a preocuparnos un poco por su situación. Ya se sabe en estos casos: preguntar por la salud, interesarnos por cómo sobrellevan la crisis, hablar de los últimos chismes de la tele o de la vecindad, reiterarles que nos alegramos mucho de verlos y, para no resultar pesados, despedirnos tras el tiempo adecuado para no resultar pesados.
            En Málaga, por fortuna, hay varios parques, pero cuando se dice el Parque todos sabemos que hablamos del que va desde la Plaza de la Marina hasta la Fuente de las Tres Gracias.
            Las visitas, claro está, iban destinadas a los habitantes habituales del Parque, a los que moran allí “desde toda la vida”, a los que “están en efigie”, es decir, a quienes desde sus pedestales, porque hablamos de esculturas, contemplan el diario discurrir del Parque.
            Ya al principio, o al final, Zalabardo me hizo notar algunas particularidades. Por ejemplo, que el Cenachero, esa figura tradicional ya desaparecida (¿para bien?, ¿para mal, ¿quién lo sabe?) del vendedor callejero de pescado parece haberse quedado a las puertas mismas del Parque. Está allí, junto al aparcamiento de la Plaza de la Marina, dirigiendo sus pasos hacia la arboleda, como si viniera de la ya antigua Playa de la Pescadería y se detuviera antes de llegar. Pero es que, me dice Zalabardo, otro que queda en las lindes es Don Antonio Cánovas, en actitud de paseante meditativo, aunque mirando hacia el este, como si quisiera huir del lugar. Si a eso unimos que quien fuera alcalde de la ciudad, García Grana, está en un rincón de la Plaza de la Marina, un tanto escondido, a las puertas mismas de Parque pero sin entrar en él, algo nos hace recelar que no todo está bien en uno de los jardines más importantes y bellos de la ciudad.
            Porque el Parque de Málaga merece un poco más de atención. No de los jardineros, que lo tienen “hecho un pincel” (doy fe, porque pasamos mucho por allí y los vemos trabajar). Necesita atención de las autoridades. Algo de eso ocupó la charla con sus moradores, los de siempre, no los que van de paso, pues, siguiendo las modas de la época, hay muchos ocupas (lo siento, no me gusta eso de okupa). Y es que los bancos del Parque se han convertido en camas ocasionales para muchos mendigos e incluso de gente que no puede ser calificada de tal. Comprendemos que la crisis aprieta, pero los servicios sociales del Ayuntamiento deberían hacer algo y evitar esa desagradable estampa que ofrece el Parque a quienes nos visitan. Los que somos de aquí parece que ya “nos hemos dado por cachi”, nos hemos rendido. Algunos, incluso recordamos los destrozos causados cuando la feria se celebraba allí (¡una barbaridad!). Los tiempos han cambiado, pero aún se necesita más cuidado para la zona.
            Don Eduardo Ocón, condenado a permanecer en un lateral exterior del bello auditorio que lleva su nombre, nos decía: “al final, lo agradezco, porque el auditorio, su escenario, se ha convertido en uno de esos modernos 'hosteles', alojamientos de habitaciones compartidas y servicios comunes donde el viajero que no cuenta con sobrados recursos, por lo común gente joven, puede ahorrarse algo de dinero”. Y es que el escenario del auditorio parece servir de almacén de mantas, mochilas, maletas y bultos de quien no tiene donde dejarlos. Para mayor vergüenza, este día del que hablo en que Zalabardo y yo decidimos hacer la visita, para poder hacerle la foto a don Eduardo nos vimos precisados a esperar a que uno de estos desaprensivos terminara de orinar allí  mismo, a la vista de todo el mundo, en mitad del escenario. El auditorio Ocón no está en ningún lugar escondido, sino justo enfrente del bello edificio del Ayuntamiento. Total, que Zalabardo y yo nos dirigimos allí a presentar una queja y una denuncia. “¿Es que no hay vigilancia que impida esas desagradables escenas?” La respuesta fue triste: “De vez en cuando enviamos una pareja a desalojarlos, pero luego vuelven”.
            Y eso que el paseo sur del Parque es el más concurrido: los habituales sufren la situación; los ocupantes lo degradan y los paseantes evitan pasar por allí. Quedan los extranjeros que desconocen su estado; estos se llevan en sus retinas muchas desagradables vistas.
            Este paseo sur lo guardan en sus esquinas dos poetas: Salvador Rueda en la que mira al oeste y Rubén Darío en la que mira al este, hacia Pedregalejo. Con ellos, también son vecinos los pintores Ferrándiz y Muñoz Degrain. A todos ellos acompañan otros seres pertenecientes a la imaginación: la Ninfa del cántaro, la Ninfa de la caracola, el burrito Platero y las alegorías del invierno y de la primavera, estos últimos en la glorieta de don Modesto Laza. A todos ellos da alegría el Fiestero, que, agitando su pandero, nos acerca a los oídos el sonido alegre de los verdiales.
            El paseo norte está menos concurrido. Tiene menos vecinos y algo más escondidos. Es más lugar de paso y menos de paseo. Alguno de sus moradores, por ejemplo el escritor Arturo Reyes se nos quejaba de que ya podían podar la rama de la palmera que oculta su rostro y que, como se descuide, le va a saltar un ojo. Aparte de que tal circunstancia le impide ver la figura de la gitanilla que hay a sus pies. Don Narciso Díaz de Escovar, hombre comedido y prudente donde los haya, nos comentaba, como en un chismorreo a media voz, lo que le desagrada tener que estar junto al único que se muestra de “cuerpo entero”, el Comandante Benítez, que, por muy héroe de la guerra de África que fuera, no deja de mantener su prepotente pose de militar. “El Marqués de Guadiaro” —nos dice Don Narciso— “ya es otra cosa”.
            Al final del paseo, de vuelta a la Plaza de la Marina, nos sentamos un ratito bajo la sombra de las palmeras junto a Christian Andersen, que parece haber realizado antes que nosotros el mismo paseo. Nos dice unas palabras que nos intranquilizan: “No os olvidéis de nadie, que la gente es muy susceptible”. Zalabardo se da una palmada en la frente y grita: “¡San Fiacre!” Y es que este santo, patrón de los jardineros, también está por allí, en el paseo sur. El pobre se nos quejó de que a él se le haya reservado un simple azulejo, ni siquiera un busto como el de la mayoría, y se le tenga colocado en lugar tan poco visible. Pues dicho queda.

sábado, julio 12, 2014

AL FREÍR SERÁ EL REÍR



            En cuestión de refranes, proverbios y dichos, le comento a Zalabardo, noto con pesar dos hechos: uno, que la gente hace un menor uso de ellos, lo que, a mi humilde interés, resta expresividad a nuestras palabras; dos, que hay menos especialistas, paremiólogos, que se ocupen de su estudio. Siempre acudimos a casi las mismas fuentes: Gonzalo de Correas, José Mª Sbarbi, Francisco Rodríguez Marín, José Mª Iribarren… Se diría que ellos lo saben todo en este campo, aunque para refranes, procuro no olvidarme de Covarrubias ni, cómo no, de La Celestina o el Quijote. En cualquier caso, fuentes clásicas todas ellas.
            Discutíamos (es un decir) sobre el origen de la locución al freír será el reír. No es que sea de uso muy frecuente en nuestros días (pocos refranes y locuciones lo son ya), pero tampoco es una antigualla. Sin embargo, el DRAE no la recoge, y nos extrañó. Sí aparece, en cambio, al freír los huevos, que, dice, ‘sirve para expresar el tiempo en que se verá si algo ha de tener efecto’. ¿Hay relación entre una y otra? En fin, que nos fuimos a los Refranes, adagios, proverbios… (1922), del gaditano  José Mª Sbarbi y leímos:
            Cuéntase que en tiempo del rey Felipe iv había en la Corte un calderero que  tenía la fama de ser un tuno redomado.
            Un pillo que esto supo, se propuso engañarlo y  reírse a su costa.
            Se fue a la tienda y pidió a este una sartén, diole el calderero una que estaba rota por abajo; este no lo notó, pero le dio en pago una moneda falsa que el sartenero  guardó sin mirar; pero viendo que el comprador se estaba riendo, le dijo: Al freír será el reír.
            A lo cual contestó el contrario: Al contar será el llorar. Y de aquí tomó origen dicha frase.
            Todo parece muy bien, solo que Felipe iv (¡ojo, con el palito delante; el del palito detrás es el de ahora!) reinó en España entre los años 1620 y 1665. “¿Y qué quiere decir eso?”, me pregunta Zalabardo. Simplemente, que el Quijote, su primera parte, es de 1605 y La Celestina, de 1499. Sancho (parte i, cap. 37) dice a su señor, tratando de demostrar que no está equivocado.
            …porque los cueros allí están heridos, a la cabecera del lecho de vuestra merced, y el vino tinto tiene hecho un lago en el aposento, y si no, al freír de los huevos se verá.
            Y la alcahueta Celestina (acto i), grita a Sempronio:
            ¡Los huesos que yo roí piensa este necio de tu amo de darme a tomar! Pues ál lo sueño; al freír se verá.
            No parecen demostrar estos ejemplos la relación entre ambas expresiones. Sí es claro que han de ser más antiguas que la que comenta Sbarbi. Pero los comentaristas de las obras citadas coinciden en afirmar que derivan de un cuento tradicional popular anterior, sin aportar nada más. Sí nos ayuda Covarrubias que, en su Tesoro, (1616) tras explicar que al freír los huevos lo veréis ‘se emplea para burlarse de alguno, cuando con descuido, pregunte lo que prestó, en ocasión vera, echando de menos lo que le falte’ ilustra su interpretación con esta anécdota:
            Un ladrón entró en una casa, no halló qué  hurtar más a mano que una sartén; y cuando salió, preguntóle el ama: “¿Qué lleváis ahí, hermano?” El otro respondió: “Al freír los huevos lo veréis”.
            ¿Es ese el eslabón perdido entre al freír será el reír y al freír de los huevos? El cuento es similar. Y es que, como es normal en la literatura de transmisión oral, los relatos van experimentando cambios y transformaciones sin cesar, aunque perdure un fondo común. La prueba es que, buscando, nos topamos con una obra de 1547 (anterior al Quijote, aunque posterior a La Celestina) escrita por Melchor de Santa Cruz titulada Floresta española de apotegmas, o sentencias, sabia y graciosamente dichos, de algunos españoles. En ella (parte cuarta, cap. v, De hurtos), aparece este cuentecito:
            Vendió un carbonero una sera de carbón a una mujer, y tomó una sartén, que estaba a mal recaudo, y echola en la sera vacía. Preguntándole la mujer si era de encina el carbón, y si era bueno, respondió: Al freír lo veréis.
            Le digo a Zalabardo que la conclusión a la que quiero llegar no es que Sbarbi esté equivocado (Dios me libre de mantener tal cosa), sino que lo que el gaditano recoge es una versión evolucionada de un cuentecito cuyos orígenes se remontan hasta no sabemos cuándo y que es la base de un refrán que, en este discurrir de los años, también ha ido cambiando, no ya en su forma, sino incluso en su sentido, puesto que el Refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes dice que ‘señala que las cosas tienen su precio y  sus consecuencias, por lo que se debe obrar con sensatez y tino. Se aplica para recriminar tanto a quienes gastan con exceso como a quienes dan por seguro algo ilusorio o a quienes obran sin previsión’. No estoy muy seguro de que los tiros vayan por ahí. Creo más bien que, en conexión con el cuento, en cualquiera de sus versiones, no es sino un aviso contra tanta pillería y truhanería como hay. El regador regado, el timador timado o el engañador engañado tienen hoy tanta vigencia como hace siglos. ¿En unos lugares más que en otros? Bueno, eso ya es cuestión diferente.

sábado, julio 05, 2014

DEL MONTE SALE…



Panorama desde el campo de fútbol de Cómpeta

            Hace unos dos años comencé a escribir un apunte para esta Agenda que, finalmente, no concluí y no publiqué. Por aquellos días, un voraz incendio se había ensañado con el Barranco Blanco, la Sierra Negra, la Sierra Alpujata, el Juanar… Llevaba tiempo sin caminar por aquellos senderos, y, teniendo presente lo que el monte tarda en regenerarse tras un incendio, manifestaba a Zalabardo mis dudas acerca de si, teniendo en cuenta mi edad, podría volver a ver aquellos parajes tal como los recordaba.
            Ahora, el domingo pasado, un nuevo incendio, esta vez en Cómpeta, se ceba con montes de gran belleza. Por ellos he caminado no hace tanto, este mismo año, y ver las fotos del suceso aumenta mi malestar. Por ahí, entre Canillas de Albaida y Cómpeta, discurre un de las etapas de la Gran Senda de Málaga, sendero de largo recorrido del que ya he hablado. Las llamas han alcanzado las orillas mismas del pueblo, pues han llegado a la zona del campo de fútbol y algunas urbanizaciones de las afueras. En el bello mirador que hay en el exterior del campo de fútbol, estuve un rato descansando y comiéndome un bocadillo tras una mañana de caminata. Si vuelvo a transitar por allí lo haré entre troncos calcinados por las llamas. Creo que evitaré la zona.
            El domingo, iba en dirección a La Caleta de Vélez, divisé a eso de la una del mediodía una extraña humareda en el monte, por encima de Algarrobo o de Sayalonga; un escalofrío re recorrió la espalda. Me temí lo peor. A la vuelta, sobre las tres, la humareda era impresionante y ya la sospecha se convirtió en triste realidad. Era el incendio del que hablo. Al llegar a casa, la edición digital del diario SUR me lo confirmó.
            Indudablemente, una gran pena y una gran pérdida. Y surge la duda: ¿por qué se quema el monte? Por muchas causas, no todas accidentales. Incluso me atrevería a decir que estas son las menos. Dicen que el refranero es una forma de explicar los acontecimientos reales. En el Diálogo de la Lengua, de Juan de Valdés, ya se recoge este: Del monte sale quien el monte quema. Leo que Gonzalo de Correas, en su Vocabulario de refranes, también lo recoge e incluso una variante: Del monte sale con que arde. La verdad es que no encuentro ninguno de los dos. José María Sbarbi dice que el refrán aludido avisa que los daños que se experimentan suelen por lo general, provenir de domésticos y parciales. O sea, que quien quema el monte no está en su casa sentado cómodamente en un sillón, sino en el propio monte.

Incendio Cómpeta. 29 de junio 2014 (diario SUR)
            No sé si este incendio ha sido intencionado, causado por una negligencia o falta de responsabilidad o puramente accidental. Las primeras conclusiones hacen sospechar que no ha sido fortuito. Da igual, el daño está hecho. Oigo quejas de personas que se consideran defensoras de la naturaleza que culpan a la administración por conceder licencias de construcción en zonas de especial riesgo. No creo que esa sea la causa básica de estos incendios, aunque quienes moran en estos lugares paradisiacos debieran ser más conscientes de la responsabilidad que le incumbe en la tarea de salvaguardar el monte. Ya digo que hay otras causas y otros culpables de esta gran pérdida para todos.
            Porque es incuestionable que, aparte de cualquier otra consideración, el monte es de todos por los beneficios (para la economía, la salud, el ocio…) que reporta. Aquí mismo, en Málaga, ¿qué sería de la ciudad sin ese pulmón que constituye el Parque Natural de los Montes de Málaga?
            Tampoco merece discusión que quien quema el monte sale del mismo monte. Lo afirma el refrán. Luego también merecemos un toque de atención los que al monte vamos. Bien sabe Zalabardo que cuando salgo a gozar de mi afición al senderismo, siempre llevo bocadillos, para no tener que hacer fuego en ningún lado ni en ninguna época; ni siquiera en aquellos habilitados a tal fin, porque el accidente siempre es posible. Y, por supuesto, regreso a casa sin dejar nada abandonado, que ensucie o degrade el lugar por donde paso.
            Pero hay muchos que carecen de la menor conciencia ecologista, como carecen de conciencia cívica, y allá por donde van parecen empeñados en dejar su huella (escriben con pulverizador en las paredes de una bella garganta, graban sus nombres en las cortezas de los árboles, tiran por doquier cualquier cosa —papeles, bolsas de plástico, latas, envases de vidrio, los potencialmente más peligrosos—). Por donde uno vaya, aún en las más apartadas breñas del monte, no es raro encontrar basura de todo tipo. ¿Tanto cuesta echar en la mochila los restos para depositarlos en los pertinentes contenedores a la vuelta? En el caso de restos orgánicos, basta con enterrarlos. Terminan siendo abono.
Incendio Cómpeta. 29 junio 2014 (diario SUR)
            A todo esto no debe olvidarse la responsabilidad de las autoridades en la prevención de incendios: creación de cortafuegos eficaces, limpieza periódica de los montes para la eliminación de la broza de fácil combustión, supresión de árboles muertos y “entresaca” en los bosques (ignoro ahora mismo qué otro nombre tiene esta actividad si es que lo tiene). Hace unos días estuve caminando por la vertiente sur de Sierra Nevada, que es Parque Nacional y, por tanto, zona de especial protección. En el sendero que va la Hoya del Portillo al Mirador de Trevélez nos encontramos multitud de desechos. Lo comenté con el guarda de la barrera que impide el paso de vehículos por la carretera que cruza la sierra y, con gesto de impotencia, me señaló los contenedores de basura del área recreativa que hay junto a la barrera. Estaban a rebosar. Se  lamentaba del tiempo que llevaban sin pasar por allí los servicios de mantenimiento. Razón, reducción de personal (¿por qué la crisis la han de pagar la enseñanza, la sanidad, el medio ambiente… y nadie busca otras partidas que recortar, por ejemplo sueldos y dietas de políticos o supresión de asesores y cargos inútiles?)
            Claro que de nada vale exigir a las autoridades si luego vamos nosotros y deshacemos todo lo hecho (no utilizamos las papeleras de las áreas recreativas, no apagamos bien los fuegos en las barbacoas de estos mismos lugares, encendemos fogatas en lugares indebidos, arrojamos cuanto nos sobra en los caminos y entre las arboledas…). Cualquier aficionado al senderismo sabe que es verdad lo que digo.
            Que no me vengan ahora con que eso es cuestión de educación y con que los colegios deben ocuparse de crear la necesaria conciencia. Hay actitudes y conductas que deben aprenderse en el seno de la familia. Si un niño ve a sus padres arrojar al suelo un paquete de tabaco vacío o un papel, si estos no afean a sus hijos que arrojen chicles o papeles al suelo, ningún colegio lo conseguirá. La educación, el civismo, la urbanidad comienzan a aprenderse en casa. Ya va siendo hora de que la sociedad se dé cuenta de que un colegio nunca puede suplir la responsabilidad familiar. A ver si ahora va a suceder que los montes se queman por culpa de los colegios.