viernes, noviembre 27, 2009

LOS PIES DEL GATO

¿Cuántos son los pies que deseamos encontrar a ese dichoso gato del refrán: tres o cinco? La forma más usual en nuestro tiempo habla de buscarle tres, aunque eso no parece sino que sea una degeneración del dicho primitivo, ya que, en su Tesoro, Covarrubias habla de buscarle cinco pies al gato y solo a partir del Quijote se le vienen buscando tres. Parece que cinco es lo correcto, puesto que Covarrubias lo explica argumentando que se dice así del hecho de que alguien quiso presentar la cola del gato como su quinto pie.
También hay conflicto en lo que concierne al significado de la expresión: el DRAE dice que significa 'buscar soluciones o razones faltas de fundamento o que no tienen sentido' y 'empeñarse en cosas que pueden acarrear daños'. Parece estar puesto en razón el primero de los significados si atendemos a que Covarrubias afirma que 'se dice de quien con sofisterías y embustes nos quiere hacer entender lo imposible'. Por su parte, José María Iribarren mantiene que este es su significado impropio, pues propiamente, según sostiene él, 'se dice de los que tientan la paciencia de alguno, con riesgo de irritarlo'.
¿De dónde saca Iribarren tal afirmación? Lo ignoro, pues él no lo dice, se limita a plantearlo. Sin embargo, pienso que entre una y otra acepción hay más encaje del que pudiera parecer, dado que ese pretender hacer entender lo imposible surge casi siempre provocando la irritación del oponente, de cuya paciencia se abusa al forzar artificialmente una argumentación para demostrar algo imposible. Vamos, que quien busca esos tres o cinco pies al gato no pretende sino, con perdón, joder la marrana, según se dice coloquialmente.
¿Y quién está ahora tratando de hallar esos pies y a qué gato? Creo que la mayoría de nosotros, por no decir la totalidad, que hay que huir de generalizaciones. ¿Habéis observado qué trabajo nos cuesta aceptar que los demás pueden tener una opinión diferente a la nuestra y cómo saltamos a la primera en nuestro afán de demostrar que la razón siempre nos asiste y los equivocados son los otros? Nos cuesta Dios y ayuda oír según qué argumentaciones y no digamos nada lo que nos cuesta verlas negro sobre blanco, escritas en los papeles. Entonces ya es que nos indignamos.
No debiera ser así. pero llevamos tanto tiempo educados en aquello de 'lo que no se puede decir no se debe decir', que ya enunciara Larra, y pesa tanto sobre nuestras espaldas la moderna plaga de la corrección política, que son incontables las ocasiones en que damos al traste con el que debiera ser inviolable derecho a la libertad de expresión.
Me avisa Zalabardo de que, hasta ahora, que voy sobrepasando la mitad del espacio dedicado a estos apuntes, no he dicho a qué obedece lo del gato y sus pies y por qué termino hablando de la libertad de palabra y pensamiento. Tiene razón. Resulta que hace unos días, concretamente el pasado 19, El País publicó un artículo de Enrique Lynch titulado Revanchismo de género. En mala hora se le ocurrió a su autor escribirlo y al diario publicarlo. Se ha disparado toda una batería de artículos atacando las tesis defendidas por Lynch y de carta de protesta dirigidas al periódico por haber publicado dicho artículo. No voy a citar argumentos y contraargumentos porque los considero conocidos ambos.
Vayamos por partes, Estoy en desacuerdo con gran parte de las cosas que dice en su escrito E. Lynch. Y no diré que carece por completo de razón porque pienso que nadie carece de ella totalmente. Podría, incluso, decir que el autor está plenamente desacertado en su argumentación, que tampoco es eso. Pero de ahí a reprochar a un medio de comunicación que haya publicado el artículo me parece que media un abismo. Es una completa barbaridad querer silenciar aquellas voces que no nos resultan agradables de oír.
Otro ejemplo, de diferente asunto y tenor. Ahora mismo, mientras escribo esto, oigo en la radio cómo el PSC y otros partidos catalanes denigran al Tribunal Constitucional, antes de que emita su fallo, y amenazan con lanzar "un plan de acción" si este termina considerando que algunos artículos del Estatut están en franca oposición con la Constitución. Más. Ayer, doce periódicos catalanes publicaban un editorial común sobre el tema. Pero vamos a ver, ¿para qué sirven la Constitución y el Tribunal Constitucional si no los aceptamos como árbitros de nuestro caminar político? ¿Qué democracia es esta si empezamos por no aceptar la primera de las leyes porque no se pliega a nuestros caprichos? Le digo a Zalabardo: si consideramos que ni la una ni el otro valen para la realidad actual de nuestro país, pidamos su reforma y cambio; pero, mientras tanto, respetémoslos.
Esos son, le digo a Zalabardo, todos los gatos en los que pensaba y los pies que les buscamos a cada uno de ellos. Me da igual que se busquen tres o cinco, porque los gatos no tienen más que cuatro, pese a quien pese.

martes, noviembre 24, 2009


CERCA DE LAS ESTRELLAS

En las cumbres de Sierra Nevada, ya a tiro de piedra de la cima del Veleta, sobre la llamada Loma de Dílar, en la cota de los 2896 metros, se alza el Observatorio de Sierra Nevada, dependiente, no sé si a partes iguales, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto Astrofísico de Andalucía. Este pasado sábado tuvimos la suerte de visitar sus instalaciones y de conocer con detalle su función. Esta vez, Zalabardo no nos acompañó porque a él las alturas le dan un poco de yuyu.

La carretera de Sierra Nevada, como creo que bien se sabe, es la más alta de Europa, atraviesa la sierra casi por la cima misma del Veleta y desciende luego, por el otro lado, hacia Capileira y la Alpujarra. Pero esta carretera, aparte de que se encuentra intransitable la mayor parte del año, está vedada a partir del Llano de la Virgen a los vehículos privados y solo abre su valla para los vehículos oficiales de la estación de esquí o los de los observatorios, pues aparte de este del que hablo, un poco más abajo está también el radiotelescopio, que es de titularidad alemana. Por tanto, nos habíamos citado en el aparcamiento del ya vetusto Albergue Universitario, donde seríamos recogidos por un todoterreno del Instituto.

El Observatorio es, arquitectónicamente, una construcción muy simple: un prisma cuadrangular irregular distribuido en un semisótano y dos plantas. En la parte superior, una a cada uno de los lados mayores, dos bóvedas, una de cinco metros y otra de ocho, cobijan los telescopios, uno de 0,90 m. de apertura y otro de 1,5 m. Aparte de las estancias reservadas a su función científica, el edificio dispone de un salón-comedor con radio y televisión, una biblioteca, una cocina y dormitorios para quienes allí trabajan.

Aunque las tareas de observación astronómica ya se realizan casi todas desde Granada, a través de Internet, en la sierra deben permanecer de manera continuada integrantes del servicio de mantenimiento y algún astrofísico, todos ellos con la misión de que el Observatorio esté siempre en perfecto estado de funcionamiento y puedan trabajar sin problemas quienes se encuentran cómodamente instalados abajo, en la ciudad.

El sábado, los visitantes fuimos amablemente recibidos y atendidos por dos de esta personas, José Luis, sobrino mío, que nos había gestionado la visita, y Víctor, astrofísico del Instituto. No voy a repetir aquí todo lo que nos enseñaron y explicaron; primero, porque no sé si sería capaz de reproducir con exactitud cuanto oímos y vimos. Segundo, porque aquello es más para ver que para contar. Eso sí, todo resultó del máximo interés, lo que hace ya de principio valiosa la visita.

Sí me gustaría dejar constancia, más que del interés científico del Observatorio, de su vertiente humana. Trabajar allí requiere, primero, mucho amor a la montaña, pues durante la mayor parte del año las condiciones meteorológicas son adversas: frío, fuertes vientos, tormentas, grandes nevadas. Para una visita como la nuestra, se requiere que acompañen las condiciones atmosféricas. Cuando no hay nieve, el todoterreno puede subir y bajar al personal por pistas que difícilmente aguantan este nombre (el sábado, para inquietarnos un poco, José Luis nos hizo subir por unos barrancos de increíble pendiente). Menos mal que, en la bajada, Víctor nos llevó por el camino "normal". Pero cuando el invierno llega, que aquí llega pronto, aunque este año se esté retrasando como en todas partes, hay momentos en que ni el coche ni las motos de nieve son efectivas y no queda más remedio que moverse con esquís. Y eso, cuando el edificio no queda medio sepultado por la nieve y el aislamiento es total.
En previsión de tal circunstancia, el Observatorio dispone de un almacén de alimentos para una larga temporada, pues no son raras las ocasiones en que no es posible salir ni llegar a él durante una quincena o más. Por eso, para trabajar allí, se requiere, en segundo lugar, mucho amor a la profesión. Y tener una cabeza muy bien amueblada para soportar el encierro cuando la ocasión llega.
Lo mejor de todo, siendo todo interesante, fue la gentileza de José Luis por prepararnos la visita y la de Víctor por explicarnos todo con un increíble lujo de detalles. A propósito, Víctor no solo es un pozo de sabiduría astrofísica, y de otras materias, sino que es un gratísimo conversador y un catálogo andante de anécdotas de todo tipo. De todo ello pudimos disfrutar tanto arriba como abajo, en el Albergue Universitario, mientras dábamos cuenta de la paella que habíamos encargado. Si no hubiera sido por su miedo a las alturas, Zalabardo habría disfrutado tanto como nosotros.

viernes, noviembre 20, 2009

A DOS CARAS, COMO LOS HOMBRES MALOS

Comentaba el otro día con Lola cómo, cuando uno es mayor, surgen más frescos los recuerdos de tiempos pasados que de los presentes. Este apunte de hoy va un poco por ahí. En la plaza de San Pedro, haciendo esquina con la calle del mismo nombre, en mi pueblo, había un barecito donde solía acudir, de vez en cuando, Zalabardo para echar una partida de cartas; en aquel lugar se jugaba, sobre todo, al tute subastado. El maestro indiscutible en estos lances era un señor mayor, jubilado como nosotros ahora, llamado Pepe Verdolaga. Nunca supimos si esto de Verdolaga era apellido o, simplemente, un mote, que en este pueblo eran tan frecuentes. Allí, lo más que se apostaba en el juego era el quinto de cerveza del aperitivo o el café de la sobremesa. Barecitos de estos había casi uno en cada calle.
El casino era otra cosa. En la planta baja, accediendo desde el patio había dos salas de juegos. En una se jugaba al ajedrez y una pareja que casi ningún día faltaba ante uno de los tableros la componían Manuel Pérez, llamado comúnmente Pérez-Pata, y el señor Ibáñez. Sus discusiones por el juego, aun sin que llegara la sangre al río, eran épicas. Pérez-Pata, tan excelente jugador como hombre dado a las bromas, no podía evitar hacer trampas siempre que podía, porque esto era cosa que enfurecía a su contrincante. La más común consistía en coger un caballo entre sus dedos y mantenerlo en el aire, en actitud de quien está pensando, para, después de un rato, colocarlo en casilla diferente a la que en realidad se podía, y siempre provocando una grave amenaza: "Jaque", decía con voz pausada, a lo que el señor Ibáñez respondía lleno de estupor: "Manué, ¿de dónde ha salío ese caballo que yo no lo he visto?" Hasta que tras haberse dado cuenta un día de la añagaza, nada más levantar en el aire su caballo Pérez-Pata, el señor Ibáñez colocaba su dedo índice sobre la casilla de procedencia, al tiempo que gritaba: "¡Ahí estaba!"
En la otra sala se jugaba, por lo común, al dominó. Sobre mesas de mármol, las veintiocho fichas de marfil de este juego caían de las manos de los jugadores con un ruido agudo y seco. Cuando un jugador salía, al comenzar una mano, con una ficha que no fuera doble, siempre había alguien que comentaba en tono sentencioso. "Ha salío a dos caras, como los hombres malos". Allí aprendió Zalabardo esta expresión, que con frecuencia utilizan los jugadores de dominó.
Arriba, había una sala amplia para jugadores de billar, tanto americano como de carambolas, y otra que permanecía siempre cerrada durante el día. Pero era sabido que, de noche, en ella se organizaban fuertes timbas de cartas, donde se jugaba fuerte. La entrada quedaba restringida a muy poca gente: unos cuantos señoritos calaveras del pueblo, algunos terratenientes, un cantaor flamenco de un pueblo vecino y, según se decía, algún torero también de la comarca. Era voz pública que allí se apostaban grandes cantidades jugando al monte. Incluso se decía que, una vez, alguien apostó un cortijo y lo perdió.
Pero vamos a las palabras, que es lo que importa aquí, que ya, como otras tantas veces, me iba por las ramas. Porque resulta que igual que eso que se dice en el dominó de salir a dos caras sucede con algunas palabras respecto a su acentuación, que ofrecen dos formas, dos modos de ser pronunciadas según las acentuemos en una sílaba o en otra. Son, podríamos decir, palabras-Jano que, como ocurría con aquel dios clásico, presentan dos caras.
Estas palabras-Jano que digo son las que ofrecen una doble posibilidad de acentuación, aunque no siempre sean correctas las dos formas. En nuestra lengua son muchas, más de lo que pudiera parecer, y se pueden clasificar en tres grupos distintos. Veamos ejemplos de ellas:
En un primer grupo podríamos poner aquellas parejas en las que una de las opciones, aun siendo bastante popular, se considera incorrecta; en la lista que doy, la forma válida es la que figura en primer lugar, mientras que la segunda debe ser desechada: antítesis/antitesis, biosfera/biósfera, intervalo/intérvalo, avaro/ávaro, centigramo/centígramo, océano/oceano, oboe/óboe, libido/líbido o etíope/etiope.
En segundo lugar se pueden citar aquellas parejas en las que, siendo admisibles ambas, la lengua culta prefiere la primera forma, mientras que la segunda es la más usada por la lengua popular: dominó/dómino, amoníaco/amoniaco, políaco/policiaco, afrodisíaco/afrodisiaco, cardíaco/cardiaco, zodíaco/zodiaco u olimpíada/olimpiada.
Y, por fin, podemos hablar de un último grupo en el que, siendo también válidas las dos acentuaciones, se prefiere por lo común la primera forma: omóplato/omoplato, ibero/íbero, áloe/aloe, médula/medula, misil/mísil, alvéolo/alveolo, bereber/beréber, cantiga/cántiga, bimano/bímano, dinamo/dínamo o kárate/karate.

lunes, noviembre 16, 2009

CAMBIO DE IMAGEN

Hay personajes, como hay películas y como hay novelas, que no envejecen nunca, ni quisiéramos verlos envejecer. Porque si miramos a las personas, el asunto es distinto, pues debemos reconocer que el tiempo no deja de pasar por nosotros y envejecemos sin que nada ni nadie pueda evitarlo. Está claro que ninguno somos comparables a Dorian Grey, y que no mantendremos siempre el mismo aspecto ni dispondremos de un retrato en el que se vayan acumulando los estragos de la edad. Por mucho que los bienintencionados amigos te digan una y otra vez esa piadosa mentira de que estás más joven cada día.
Integrantes del grupo de esos personajes inmortales en quienes estoy pensando son los de animación, entre los que debe destacarse a Mickey Mouse, la genial creación de Walt Disney, que ya ha entrado en el club de los octogenarios. Circula una historia por ahí, otros la niegan, que asegura que Mickey, nacido en 1928, se llamó en un primer momento Mortimer Mouse, aunque pronto se le cambiara el nombre por expresa petición de la esposa de Disney. Y hay otra historia que mantiene que el simpático ratón surgió como contrapunto de un malvado Oswald, el Conejo Afortunado, que la compañía Disney debió entregar, ignoro cómo y por qué, a la Universal.
Los dibujos animados, como los personajes de los cuentos, son como son y su adaptación a cada época será apenas perceptible. La Bella Durmiente se pinchará el dedo millones de veces con el huso y millones de veces vendrá el príncipe a despertarla. Y Cenicienta seguirá perdiendo su zapatito de cristal que será a la postre lo que decida su destino. Y Bambi no dejará de ser un cervatillo desvalido por mucho que pasen los años.
Traigo todo esto aquí porque me cuenta Zalabardo que la factoría Disney tiene la intención de modificar no ya el aspecto, sino también el carácter del ratón Mickey. Al menos, y por ahora, en el juego Epic Mickey, diseñado para la Wii de Nintendo. Dicen que, como ya se ha hecho mayor, debe andar de otra forma, debe hablar de otra forma y, sobre todo, debe mostrar una personalidad diferente, más acorde con la de los niños de hoy. Como también dicen que debe ser menos "blandito" y ha de perder su inocencia para mostrarse "agresivo, travieso y egoísta". Zalabardo me dice que, si en realidad los niños actuales son así, lo que habría que cambiar es a los niños, no a Mickey.
Después de todo lo que me dice Zalabardo, leo algo del tema y encuentro que, en unas declaraciones, Warren Spector, director artístico de la empresa que desarrolla el juego, sostiene que Mickey seguirá siendo aventurero, entusiasta y curioso, porque nuestro ratón "nunca puede ser malo de verdad". ¿No pensáis que esa actitud es la que se encuentra en muchos padres de hoy, no ya frente a sus hijos pequeños, sino también a los adolescentes, a quienes se les toleran demasiadas cosas bajo la excusa de que "no son malos de verdad"?
Así, me temo, pasa lo que pasa, que nuestros hijos son cada día más agresivos. Ya nos gustaría que fuesen como Jessica Rabbit cuando decía aquello de "yo en realidad no soy mala, es que me han dibujado así". Pero la realidad verdadera, no la de la ficción, es bien otra, pues a nuestros hijos, muchas veces y por desgracia, los estamos haciendo así, que es diferente, y luego no podemos volverlos de otra manera.
Y ahora, no contentos con lo que hay, queremos, o quieren los de la Disney, que aquello que aún permanecía inocente, al menos Mickey Mouse, sea más duro, egoísta y agresivo. No basta con que en los dibujos, desde el principio, como en los cuentos, ya hubiera su cuota suficiente de malos de verdad: era malo, aparte de amargado y envidioso, Oswald. Son relativamente malos los Golfos Apandadores y es mala la Madrastra de Blancanieves. Ahora, como si los niños no tuvieran ya suficiente ración de maldad y violencia por todas partes, se quiere hacer malo a Mickey Mouse. Sálvese quien pueda.

viernes, noviembre 13, 2009

A SEGURA LO LLEVAN PRESO

Creo que bien sabe quien siga esta agenda que tanto a Zalabardo como a mí nos gusta consultar diccionarios, glosarios, refraneros y libros afines. Estábamos entretenidos, pues, con la colección de Rodríguez Marín, nuestro paisano, Más de 21.000 refranes castellanos buscando aquellos que fuesen referidos a Osuna, que, como también es bien sabido, es mi pueblo. Encontramos cuatro: Asistente de Marchena, canónigo de Osuna y pedo de fraile, todo es aire; En Osuna y Orihuela, todo cuela; En Osuna, de cientos, una; y De Osuna, ni la luna. De ninguno de ellos podemos decir que se destaquen características positivas del pueblo.
Los dos últimos prefiero dejarlos en el olvido porque dicen poco en favor de mis paisanas. Pero de los primeros quiero explicar algo, siquiera sea por el pasado ilustre que subyace bajo ellos. Osuna, gracias a los esfuerzos de Don Juan Téllez Girón, IV Conde de Ureña, vio cómo se erigía en 1536 su impresionante Iglesia Colegial de Nuestra Señora de la Asunción y cómo, en 1548, se fundaba el Colegio Mayor y Universidad Literaria de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, que sería suprimida, junto a otras diez universidades menores, en la reforma de 1807, si bien continuó funcionando hasta 1824.
Me pregunta Zalabardo qué pretendo con tanto dato erudito. Le contesto que solo quiero dejar constancia de que una Iglesia Colegial nunca hará sombra a una Iglesia Catedral y que la Universidad de Osuna era de las llamadas menores. De ahí que podamos justificar lo que los refranes dicen sobre la poca valía de sus canónigos y la dudosa categoría de sus titulados. Ya Cervantes dejó dicho algo de eso en el Quijote.
Pero lo que quiero destacar aquí es otra cosa. Porque resulta que en la misma página que uno de esos refranes nos topamos con uno extraño e incluso algo misterioso. Verdad es que para refrán misterioso ya está ese otro de Castígame mi madre y yo trompógelas, con esa extraña palabra al final. El que traigo ahora aquí nos resultó misterioso por su misma simplicidad, aunque también por su significado: A Segura lo llevan preso, que se utiliza para afirmar que se debe uno asegurar bien del resultado de una cosa antes de hacerla.
¿Pero quién o qué es Segura? Hay quien dice que se refiere a un personaje del que no se sabe nada; queda entonces la duda: ¿y por qué lo llevan preso? Como hay quien dice que, en su origen, el refrán no decía nada de Segura, sino de Seguro, lo que explicaría mejor su significado (por estar solo seguro, podrías ir a prisión; hay que estar muy seguro). Pero hay también quien dice que no se refiere a ninguna persona, sino a un lugar, concretamente a Segura de la Sierra, en Jaén. Y lo explican en razón de que en esa población hay un castillo que en tiempos sirvió de prisión a la que se llevaba a delincuentes con graves condenas.
Cree Zalabardo, yo no estoy muy seguro, que esto último pudiera estar más puesto en razón porque los presos que allí iban tendrían que trabajar en la tala de la madera de los bosques en épocas en que Segura de la Sierra fue la cabecera de una provincia marítima que incluía una cincuentena de pueblos. Y me viene a la cabeza: ¿provincia marítima un lugar perdido en la sierra jiennense? Pues sí, y como casi todo tiene una explicación, esta afirmación también la tiene y Zalabardo se apresta a dármela.
Cuando en 1728 se inició la construcción de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, se necesitó gran cantidad de madera que se traía de la Sierra de Segura transportando los troncos por el Guadalquivir. Como había madera en cantidad, se pensó en su aprovechamiento ya para otras construcciones. Hasta que finalmente alguien notó que la calidad de aquella madera la hacía adecuada para la construcción de barcos, lo que hizo que aquella sierra y sus bosques quedaran bajo la jurisdicción de la Capitanía Naval de Cádiz y en 1751 quedase oficialmente constituida como Provincia Marítima. Se entiende que para la tala, preparación y transporte de la madera haría falta bastante mano de obra.
No quedo muy convencido, porque esa mano de obra la podían haber aportado los propios pueblos que constituían la provincia marítima. Pero como veo que Zalabardo está muy contento con esa explicación, no seré yo quien, al menos esta vez, le lleve la contraria.

martes, noviembre 10, 2009


RICARDI /YOANI SÁNCHEZ

No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría la vida para que tengas derecho a decirlo (Voltaire).
¿He dicho alguna vez que hay días en los que Zalabardo y yo no nos ponemos de acuerdo sobre lo que hablar? Hoy es uno de esos días. Yo tenía pensado desde hace algún tiempo hacerlo sobre Rafael Ricardi; pero, mira por dónde, Zalabardo me sale pidiendo que mejor es que hablemos de Yoani Sánchez. Trata de chantajearme con el argumento de que, si la agenda es suya, por qué no accedo a lo que me pide las pocas veces que lo hace. Y, claro, contra eso no puedo objetar nada porque la razón le asiste completamente.
Sin embargo, esta vez hemos podido alcanzar un consenso. Porque resulta que la figura de Ricardi serviría para plantear la relatividad de la inocencia en nuestra sociedad y Zalabardo me dice que, al proponer a Yoani, sería posible tratar de la culpabilidad que muchos pretenden hallar en la disidencia. Y, puestos así, y visto que se da un cierto paralelismo, nos dijimos: ¿y por qué no nos limitamos a reseñar el caso de ambos y que los demás opinen? Y en esas estamos.
Rafael Ricardi, cincuenta años, es un gaditano de El Puerto de Santa María que en 1995 fue hallado culpable de una violación que él siempre negó haber cometido. La prueba decisiva para su condena fue el testimonio de la víctima, que afirmó reconocer en él a su atacante. Pero, ingresado ya en prisión, la policía tenía dudas de tal culpabilidad porque el Instituto Nacional de Toxicología descartó de forma rotunda que los restos biológicos hallados en la víctima pertenecieran a Ricardi. Sobre tal supuesto, siguió trabajando hasta dar con el presunto auténtico culpable. Físicamente, se parece a Ricardi, a quien ahora, trece años después de ingresar en prisión, el Tribunal Supremo ha anulado la sentencia condenatoria y ha puesto en libertad.
Un titular periodístico del pasado julio decía más o menos: Ricardi, después de trece años en prisión, ya es inocente. ¿Acaso no lo fue en todo el tiempo anterior? ¿Cómo parece seguir valiendo aún el argumento de que lo que hay que demostrar es la inocencia? Porque Ricardi era el tipo perfecto para cargar con las culpas que hiciera falta: desclasado, anclado en la marginalidad, trabajando de gorrilla y hundido en la droga. Pese a todo, él juraba y perjuraba que no había violado a nadie. ¿Quién lo iba a creer? ¿Y quién le resarce ahora por esos años de encierro y por cargar con una culpa que no era suya?
El caso de Yoani Sánchez es diferente aunque coincide con él en tener que cargar con unas culpas que no le corresponden. Yoani, de treinta y cuatro años, cubana, licenciada en Filología, mentiene un blog en el que muestra todos sus desacuerdos con el régimen cubano, lo que no gusta a los rectores de la isla. El pasado día 7 contaba Yoani cómo había sido secuestrada por unos policías de paisano que le dieron una brutal paliza cuando se dirigía con unos compañeros a una manifestación precisamente contra la violencia. El sábado 8, se quejaba amargamente de que en su país hay mucha gente que la considera culpable de haberse autolesionado para desacreditar a la policía o de ser merecedora de lo que le pasó por hablar de lo que no debía. Yoani, por su blog Generación Y, fue en 2008 con el Premio Ortega y Gasset de periodismo, pero el Gobierno cubano no la autorizó a salir del país para recogerlo. Quien quiera leer sus notas no tiene más que entrar en http://www.desdecuba.com/generaciony/
Yoani, para el Gobierno de su país, es culpable de pensar de modo diferente, de disidir del pensamiento oficial del régimen de la isla. Pasa lo mismo que en todas las dictaduras del mundo y en todos los tiempos. También aquí conocimos eso aunque, afortunadamente, muchos no lo hayan conocido debido a su juventud.
Y como dice Yoani en su último apunte, lo peor de todo es la gente que les encuentra justificación a esos hechos. Dice: Después de una agresión, hay ciertos miopes que culpan a la víctima de lo ocurrido. ¿Cómo no iba a ser culpable Ricardi si tenía todas las papeletas para serlo? ¿Cómo no va a ser culpable Yoani si no se pliega al sistema, si quiere pensar por su cuenta? De Ricardi decían las últimas crónicas que se comporta como si aún estuviera en la cárcel. Le han dicho tantas veces que era culpable que ha terminado por asumir la culpabilidad; aunque no se sepa bien de qué. Él carece de voz o no sabe utilizarla; no tiene un blog como Yoani; ni siquiera una humilde agenda como esta. Yoani, en cambio, se rebela, lucha y lo grita a los cuatro vientos. Lo viene haciendo desde hace tiempo. Esa es su fuerza. Y esa es la diferencia entre ambos.

viernes, noviembre 06, 2009

MÁS INFORMADOS, PERO... ¿MEJOR?

No seré yo quien ose negar las ventajas y beneficios del correo electrónico; muy al contrario, estoy convencido de que su desaparición en estos momentos significaría un caos en el mundo de la transmisión y recepción de mensajes y documentos. Nunca el correo postal ordinario ha generado los positivos servicios que rinde el electrónico. Sentado eso, es conveniente señalar que, junto a toda esa serie de ventajas reconocidas, el correo electrónico viene también muy cargado de farfolla y no estoy pensando únicamente en esa rémora del correo no deseado. Y lo que se dice del correo electrónico puede hacerse extensivo a la generalidad del mundo de Internet.
Ese universo cibernético al que parece ahora que se lo debemos todo (por lo pronto, yo le debo esta agenda) puede, si nos descuidamos, hacernos caer por una pendiente de relativización de las informaciones y de negatividad y falsedad de los contenidos. A veces pareciera un nuevo becerro de oro al que es preciso rendir adoración, cuando la cruda realidad demuestra que en muchas ocasiones no es sino una especie de moderno Gran Hermano que lo que pretende es constreñir nuestras conciencias y nuestras ideas y dominar sobre ellas.
Zalabardo me cuenta que en días precedentes ha recibido, de dos remitentes diferentes, sendos mensajes que contenían adjuntos el mismo vídeo. Se trata de ese (supongo conocido por todos) que se titula Campanas por la gripe A en el que una monja catalana, Teresa Forcades, amparada tras no sé cuántos títulos, intenta prevenir contra la vacunación esgrimiendo el argumento de no se sabe bien qué conspiración que pretendería ni más ni menos que provocar una matanza universal que rebajara de manera ostensible la población humana. En ambos mensajes se nos recomienda sacar el tiempo necesario para ver con tranquilidad el vídeo, que dura aproximadamente una hora, y difundirlo lo más posible.
¿De dónde procede el vídeo? Naturalmente de You Tube, aspersor de tantas peregrinas historias como circulan por ahí. You Tube, como tantos otros portales y webs que dan al internauta la posibilidad de colgar sus vídeos y todo aquello a lo que se quiera dotar de difusión universal, no son malos en sí mismos. Lo malo es cuando damos a sus contenidos el valor de verdad indiscutible y única. Pasa como con aquel otro documento difundido a través del correo electrónico, ya os hablé de él en una ocasión anterior, que, ofreciendo una lista de lecturas recomendadas, entre las que no faltaban el Quijote, la Biblia o Cien años de soledad, se hacía hincapié en que la lectura debería iniciarse, dado su alto interés, por las obras de Jorge Bucay o las de Khalil Gibran.
Fue el mismo Zalabardo quien me hizo notar la tendencia, más o menos generalizada en bastantes programas informativos de televisión, a dar entrada a vídeos extraídos de You Tube mezclados entre los amparados por las tradicionales fuentes de información. Y me dice si estaremos al tanto del peligro que para una información fidedigna supone tal tendencia. Habrá quien diga que es una exageración, pero corremos el riesgo de que pronto nazca un tipo de informador que se limite a estar sentado ante su pantalla, buscando datos en Internet y organizándolos por el malhadado sistema de cortar y pegar. Ya se ha dado algún que otro caso.
Porque vivimos la paradoja de que la más amplia y veloz fuente de información es a la vez la que mayor peligro de desinformación o de información corrupta corre. ¿Habéis visto cómo cada vez es más frecuente, en el mundo de la política, del deporte, de la economía..., que lo que siempre fueron ruedas de prensa se han convertido en reparto de notas informativas que, en no pocas ocasiones, se envían directamente a través de Internet, sin la posibilidad de contrastar o debatir su contenido con las propias fuentes?
Lo anterior provoca, queda claro, que la información nazca ya muchas veces con el inconveniente de ser una información interesada, hecha pública desde la óptica de su propio sujeto y sin posibilidad de ser contrastada para demostrar su validez y veracidad. A esto se le une ese otro aspecto, negativo, de que para muchas personas, la validez de las informaciones, igual que en otro tiempo se sustentaba en haber sido difundidas por la radio o la televisión, ahora se sustenta en el simple hecho de haber aparecido en Internet.
Ahora que para muchas Administraciones el no va más de la política educativa es proporcionar un ordenador a los alumnos lo antes posible, se impone que los educadores, los que viven el día a día con los alumnos y saben lo que eso es, se esfuercen por dotar de una auténtica formación de usuarios a esas mentes infantiles y juveniles para que sepan que el tratamiento de la información que Internet nos da no estriba tan solo en copiar y pegar. Y para que puedan disponer de un claro y correcto criterio a la hora de conocer el verdadero valor de cuantos contenidos nos llegan a través de la Red. Es mucha la información disponible, pero hay que saber distinguir para que las malas hierbas no terminen ahogando a las buenas. No basta con estar informados, es preciso saber qué hacer con esa información y saber diferenciar la que es correcta de la prescindible. Si no, nuestra visión del mundo se conformará con las ideas difundidas por tantas Teresas Forcades como pululan por ahí.

lunes, noviembre 02, 2009

DE MARCA MAYOR
Me llama la atención Zalabardo acerca del movimiento que, en estos últimos tiempos, se está produciendo en defensa de las marcas de fabricante frente a las marcas blancas o marcas del distribuidor. No sé si será consecuencia de la situación de crisis por la que atravesamos, pero tengo que reconocerle que lleva razón en lo que dice.
Esta situación es contraria a la que se defendía tiempo atrás. Se promocionaban las marcas blancas porque eso suponía un ahorro para el consumidor, por un lado, y, por otro, porque suponía una promoción del propio establecimiento, por lo general un distribuidor o una cadena de supermercados de alimentación. Así, por ejemplo, Mercadona ofrece sus "propios productos" bajo la marca Hacendado a un precio más favorable. En la época de máximo esplendor de las marcas blancas, muchos fabricantes envasaban un producto bajo la marca del distribuidor a condición de que este diera un trato preferente a su marca de fabricante frente a otros fabricantes de productos similares.
En nuestros días, basta fijarse un poco en los espacios de publicidad televisiva para percibir cómo, uno tras otro, los anunciantes van añadiendo a la presentación atractiva de sus productos la coletilla de que ellos "no fabrican para otras marcas". Es la defensa del producto propio frente a cualquier tipo de competencia. Es más, días atrás ha habido promociones amparadas por El País y El Corte Inglés en favor de productos de primeras marcas.
La marca es importante. La marca identifica a un producto y ampara su calidad. Por eso la marca siempre es más cara. Esta misma mañana, en una farmacia, vi cómo una señora rechazaba un medicamento genérico que le habían recetado y solicitaba que le dieran "el original, aunque tuviera que pagar más". Claro que también hay productos deficientes que se ocultan tras una marca reconocida. Pero ese es otro asunto. A lo que vamos es a que hay un registro de marcas que las protege legalmente frente a cualquier intento de fraude o de aprovechamiento de un nombre generalmente aceptado. Aún así, nada impide que aparezcan por ahí productos de sospechosa calidad que pretenden atraer a los incautos con marcas parecidas. Así, adidas se convierte en adadis, Panasonic en Panosaonic, NOKIA en NOKLA, PUMA en PMUA y así sucesivamente. Solo hay que darse un paseo por los mercadillos y tiendas de todo a cien.
Todo este mundillo de las marcas da paso también a muchos casos no siempre justificables, como el de la persona que cae en la tiranía de la marca y compra un producto más por su nombre que por su calidad, como en el caso que citaba del medicamento genérico. Yo recuerdo que siempre se ha dicho para ponderar la calidad de un producto que es de marca mayor, es decir, que sobrepasa a cualquier otro en su línea. Los otros serían, como si dijéramos, de marca menor.
No se crea, sin embargo que la expresión de marca mayor es nueva. No pasa como con café-café, que se acuñó en los años de la posguerra para diferenciarlo de los sucedáneos que en su lugar solían ofrecerse. En su Tesoro, de 1611, dice Covarrrubias que "marca, en otra significación, vale longura y medida cierta, como espadas de la marca, paños de marca, y en el papel decimos de marca mayor" para señalar aquellos productos que se ajustan a la normativa legal para su confección. Vemos que no es mucho lo que ha cambiado de entonces acá.
Le explico a Zalabardo que esto de las marcas tiene también su reflejo en la lengua. De hecho, una marca es un nombre propio que designa a un ser (objeto, producto, empresa) individualizándolo y elevándolo por encima de cualquier otro de su género. Lo que pasa es que, cuando una marca designa a un producto que ha sido el primero en la historia entre los de su género o es de excelente calidad, puede ocurrir que esa marca pase a designar a todos los genéricos. Y, entonces, el nombre propio se convierte en nombre común que los hablantes utilizan olvidados ya de que en principio era una marca. Por eso, para muchas personas cualquier yogur es un danone, o cualquier gaseosa es una casera, o un pañuelo de celulosa es un kleenex (el Diccionario de dudas propone con acierto clínex), o cualquier pan de molde es bimbo, o un producto matamoscas es flit . Por cierto, ninguno de los ejemplos que he dado aparece recogido en el DRAE.
Pero no se crea, de acuerdo con lo anterior, que el diccionario académico cierra los ojos a esta realidad. Lo que sucede, se ha dicho aquí bastantes veces, es que el diccionario es lento a la hora de recoger la forma de hablar de la calle. Pero, aún así, recoge hasta ochenta palabras, más o menos, que siendo en su origen nombres de marcas han pasado a ser nombres comunes de un producto genérico. ¿Ejemplos? Van unos cuantos: cualquier cosmético para ennegrecer, endurecer y alargar las pestañas es un rímel; cualquier cinta adhesiva de celulosa es un celo; una batidora eléctrica es una túrmix; o una zapatilla playera es una bamba. ¿Más? Algunos para terminar y no cansar: potito, plastilina, mecano, maicena, delco, faria, tirita, zotal, claxon...