Me llama la atención Zalabardo acerca del movimiento que, en estos últimos tiempos, se está produciendo en defensa de las marcas de fabricante frente a las marcas blancas o marcas del distribuidor. No sé si será consecuencia de la situación de crisis por la que atravesamos, pero tengo que reconocerle que lleva razón en lo que dice.
Esta situación es contraria a la que se defendía tiempo atrás. Se promocionaban las marcas blancas porque eso suponía un ahorro para el consumidor, por un lado, y, por otro, porque suponía una promoción del propio establecimiento, por lo general un distribuidor o una cadena de supermercados de alimentación. Así, por ejemplo, Mercadona ofrece sus "propios productos" bajo la marca Hacendado a un precio más favorable. En la época de máximo esplendor de las marcas blancas, muchos fabricantes envasaban un producto bajo la marca del distribuidor a condición de que este diera un trato preferente a su marca de fabricante frente a otros fabricantes de productos similares.
En nuestros días, basta fijarse un poco en los espacios de publicidad televisiva para percibir cómo, uno tras otro, los anunciantes van añadiendo a la presentación atractiva de sus productos la coletilla de que ellos "no fabrican para otras marcas". Es la defensa del producto propio frente a cualquier tipo de competencia. Es más, días atrás ha habido promociones amparadas por El País y El Corte Inglés en favor de productos de primeras marcas.
La marca es importante. La marca identifica a un producto y ampara su calidad. Por eso la marca siempre es más cara. Esta misma mañana, en una farmacia, vi cómo una señora rechazaba un medicamento genérico que le habían recetado y solicitaba que le dieran "el original, aunque tuviera que pagar más". Claro que también hay productos deficientes que se ocultan tras una marca reconocida. Pero ese es otro asunto. A lo que vamos es a que hay un registro de marcas que las protege legalmente frente a cualquier intento de fraude o de aprovechamiento de un nombre generalmente aceptado. Aún así, nada impide que aparezcan por ahí productos de sospechosa calidad que pretenden atraer a los incautos con marcas parecidas. Así, adidas se convierte en adadis, Panasonic en Panosaonic, NOKIA en NOKLA, PUMA en PMUA y así sucesivamente. Solo hay que darse un paseo por los mercadillos y tiendas de todo a cien.
Todo este mundillo de las marcas da paso también a muchos casos no siempre justificables, como el de la persona que cae en la tiranía de la marca y compra un producto más por su nombre que por su calidad, como en el caso que citaba del medicamento genérico. Yo recuerdo que siempre se ha dicho para ponderar la calidad de un producto que es de marca mayor, es decir, que sobrepasa a cualquier otro en su línea. Los otros serían, como si dijéramos, de marca menor.
No se crea, sin embargo que la expresión de marca mayor es nueva. No pasa como con café-café, que se acuñó en los años de la posguerra para diferenciarlo de los sucedáneos que en su lugar solían ofrecerse. En su Tesoro, de 1611, dice Covarrrubias que "marca, en otra significación, vale longura y medida cierta, como espadas de la marca, paños de marca, y en el papel decimos de marca mayor" para señalar aquellos productos que se ajustan a la normativa legal para su confección. Vemos que no es mucho lo que ha cambiado de entonces acá.
Le explico a Zalabardo que esto de las marcas tiene también su reflejo en la lengua. De hecho, una marca es un nombre propio que designa a un ser (objeto, producto, empresa) individualizándolo y elevándolo por encima de cualquier otro de su género. Lo que pasa es que, cuando una marca designa a un producto que ha sido el primero en la historia entre los de su género o es de excelente calidad, puede ocurrir que esa marca pase a designar a todos los genéricos. Y, entonces, el nombre propio se convierte en nombre común que los hablantes utilizan olvidados ya de que en principio era una marca. Por eso, para muchas personas cualquier yogur es un danone, o cualquier gaseosa es una casera, o un pañuelo de celulosa es un kleenex (el Diccionario de dudas propone con acierto clínex), o cualquier pan de molde es bimbo, o un producto matamoscas es flit . Por cierto, ninguno de los ejemplos que he dado aparece recogido en el DRAE.
Pero no se crea, de acuerdo con lo anterior, que el diccionario académico cierra los ojos a esta realidad. Lo que sucede, se ha dicho aquí bastantes veces, es que el diccionario es lento a la hora de recoger la forma de hablar de la calle. Pero, aún así, recoge hasta ochenta palabras, más o menos, que siendo en su origen nombres de marcas han pasado a ser nombres comunes de un producto genérico. ¿Ejemplos? Van unos cuantos: cualquier cosmético para ennegrecer, endurecer y alargar las pestañas es un rímel; cualquier cinta adhesiva de celulosa es un celo; una batidora eléctrica es una túrmix; o una zapatilla playera es una bamba. ¿Más? Algunos para terminar y no cansar: potito, plastilina, mecano, maicena, delco, faria, tirita, zotal, claxon...
1 comentario:
Sin duda las Marcas de siempre (las originales) nos ofrecen garantia y confianza, pero esto no es porque si, sino porque se lo han ganado demostrando durante mucho tiempo que sus productos son buenos y su calidad esta contrastada.
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