jueves, mayo 30, 2019

ESTAR NAJABETA


            No hay mejores “ratos perdidos” —que no son perdidos sino ganados— que los que se pasan junto a un grupo de amigos en torno a unas cervezas y hablando sin restricciones y sin temor a ser mal interpretado, porque todos nos conocemos y sabemos de qué padre y de qué madre es cada uno, lo que impide fricciones que no sean rápidamente salvables. Zalabardo sabe bien que me gusta el trato directo, cara a cara. Peor llevo los hoy casi inevitables grupos de whatsapp; pienso que las redes sociales, si uno no anda con cuidado, pueden enredarnos más de lo deseable y convertirse en fuente de discordias. Porque las redes sociales, como las armas, las carga el diablo, que en este caso no se llama José María Pérez, uno de los amigos del día que ahora tengo en mente, que es un bendito pese a que él lo niegue.
            Los amigos de que hablo vivimos muy desperdigados y nos vemos de tarde en tarde. La última vez que nos vimos, uno de ellos, Pepe Sarria, soltó una expresión, estar najabeta, desconocida por mí, pero sobre cuyo origen le prometí indagar. En ese momento, discutíamos a quién le tocaría ir a comprar pasteles. Pepe Zamora alegaba en, en horas de siesta, con él no contásemos para nada; Prada ponía no sé qué excusa de la rodilla; José María argumentaba que, siendo él excelente repostero, suponía desdoro que lo viesen entrar en una pastelería; las mujeres, sobre todo Pepa Garrido y Mariloli, y también Pepa Márquez, disimulaban y fingían estar distraídas hablando de otras cosas. Total, que me tocó a mí ir a comprarlos. Le cuento esto a Zalabardo para que comprenda la razón de la confusión que sufrí. Y es que me pareció entender que estar najabeta, según Pepe, significaba ‘estar loco, con la cabeza perdida’.

           Total, ya en casa, emprendí la búsqueda, pues soy curioso y me interesa cuanto se relaciona con el léxico popular. Zalabardo conoce mi tesis de que es difícil hallar una palabra que sea tan localista, tan restringida en su uso a una sola comunidad, que impida documentarla. No obstante, najabeta, tras unos días de intensa búsqueda, no aparecía por ninguna parte. Me dirigí, pues, a Pepe Sarria para comunicarle mi fracaso. Le sugerí si acaso no sería una confusión y se refería a estar majareta. Su respuesta fue contundente: “No, aquí lo que decimos es estar najabeta y con ello damos a entender que alguien ‘está tieso, sin dinero’.”
            El asunto, expuesto así, cambiaba de forma radical; mi investigación debía dirigirse en otras direcciones. Esta misma mañana comencé a catalogar las diferentes formas de manifestar que no se tiene dinero: estar sin un duro, sin un céntimo, sin una pela, sin blanca, a la cuarta pregunta, a dos velas, sin un real, sin guita, con una mano detrás y otra delante, canino, tieso, pelao… Pero por ninguna parte me aparecía najabeta. Intenté otra forma de búsqueda, analizar sus posibles elementos integrantes; e imaginé que fuese un compuesto de naja, que conocía, y de beta, que no me decía nada.
            El Vocabulario andaluz, de Antonio Alcalá Venceslada me dio la primera alegría con una pista importante. Dice que beta, primero, que es término marinero que designa la ‘cuerda que sirve para arrastrar el copo’; y, después, recoge la expresión, tirar de beta, que define, figuradamente, como ‘usar de algo sin miedo: gastar dinero, comer, beber, etc.’ A continuación, da un ejemplo del que no indica procedencia: “En cuanto heredó, comenzó a tirar de beta hasta que quedó sin un real.” Tirar de beta, según esto, parece que pasa de ‘ser rumboso’ a ‘no tener nada’, es decir, ‘estar tieso’.
            Aun así, no me cuadraba mucho la cosa, porque el primer elemento, naja, najarse, de origen caló, significa ‘irse, huir precipitadamente’. ¿Cómo relacionar tirar de beta con estar najabeta? ¿Puede en algún momento naja pasar de ‘irse’ a ‘quedarse sin nada’? Zalabardo, que siempre sale en mi ayuda cuando me ve perdido, me dijo: ¿Por qué pensar en un compuesto y no en una palabra simple? Y como es persona sensata que se deja llevar por la lógica, me dio un segundo consejo: “Olvida beta y céntrate en naja, sin olvidar el posible origen gitano.”

            Dicho y hecho. ¡Qué alivio cuando se comienza a ver la luz en lo que parecía un oscurísimo túnel! En el Diccionario romanó-kaló, de Rober Heredia Jiménez y en Aproximación al caló, de José Antonio Plantón, encuentro el verbo najabar, ‘perder, desperdiciar’; y el Diccionario caló que incluye la web Portal del Flamenco y Universidad, me ofrece toda una familia léxica: el sustantivo najab, ‘pérdida’; el adjetivo najaba, ‘perdidoso’; y los verbos najabar, ‘perder’ y najabelar, ‘derrochar’.
            Queda una breve duda por resolver: si najaba es ‘perdidoso, el que se ha quedado sin nada’, y najabelar 'derrochar' ¿qué proceso nos lleva a najabeta? Recuerdo en este momento la expresión recogida por Alcalá Venceslada tirar de beta, ‘gastar hasta quedarse sin nada’; ¿pudiera existir alguna relación, algún contagio? La verdad es que no lo sé. De todas formas, creo que a Pepe Sarria le bastará con esto. Y estoy contento porque, de alguna manera, le debía este apunte; aquel día compartimos unas horas agradables, gozamos de una magnífica sobremesa y, luego, acompañamos a José Manuel Ramírez. Aunque me tocase a mí ir por los pasteles, encontrase cerrada la pastelería que me recomendó y tuviese que ir a comprarlos a las monjas.
                 Muchos lectores no sabrán quiénes son las personas que aquí nombro. Son amigos míos y a ellos dedico este apunte y les envío saludos de Zalabardo, que se alegraría de conocerlos.

domingo, mayo 26, 2019

DE NUEVO REFRANES

Francisco Rodríguez Marín

            No es cosa oculta que a Zalabardo y a mí nos gustan los romances. Aquí he hablado en varias ocasiones de ellos. Ayer mismo, por ejemplo, revisábamos, por puro placer, los refranes contenidos en el Quijote. Al comentar algunos, no podíamos olvidar la labor inestimable de los muchos e insignes paremiólogos que ha habido en nuestro país. Paremiología es el nombre de la rama del saber dedicada al estudio de las paremias (del griego παροιμία, ‘refrán, sentencia, proverbio’).
            Desde el clásico Refranes que dicen las viejas tras el fuego, del Marqués de Santillana, figuras como Pedro de Valdés, Sebastián de Covarrubias, Gonzalo de Correas, José María Sbarbi, Joaquín Bastús, Luis Montoto, Francisco Rodríguez Marín o, ya más cercana a nosotros, Julia Sevilla Muñoz, fundadora a finales del siglo XX de la revista Paremia, han dedicado muchas horas de sus vidas a recopilar, estudiar y explicar los refranes. Muchos se habrían perdido de no mediar su paciente labor.
            Porque, aunque exista un número relativamente amplio de refranes que repetimos con insistencia (A quien madruga, Dios ayuda, Vísteme despacio, que tengo prisa, etc.), son muchos más los que se habrían perdido de faltarnos la mediación de estos investigadores o que entendemos solo a medias. Dos son los principales motivos por los que podemos perderlos: la desaparición de las palabras empleadas, lo que los hace difícilmente inteligibles, y la desconexión con el hecho que los originó.
 
José María Sbarbi
          
Del primer caso puede servir de muestra, por ejemplo, Buenas son mangas después de Pascua, que se emplea para indicar que algo se consigue ya fuera de tiempo o cuando deja de interesar; y es que manga, lo encuentro solo en Covarrubias, significa también ‘regalo’, ‘obsequio’. Como difícil entender hoy es Ya está duro el alcacel para zampoñas, con el que indicamos que alguien acude a hacer algo cuando ya es tarde; entenderlo exige conocer que el alcacel, o alcacer, es la caña del trigo o cebada y que la zampoña es, entre otras cosas, una flautilla, pito la llamábamos en mi pueblo, hecha con estas cañas. Pero quienes tuvimos oportunidad de jugar entre los trigos verdes sabemos bien que es necesario para ello que la caña aún esté fresca. O este otro, Quien destaja no baraja, que ha sido interpretado de varias maneras; si bien algunos entienden que quien ajusta una tarea a tiempo evita posteriores complicaciones, yo creo más bien que avisa de que uno no puede encargarse de todo ni hacer dos cosas a un tiempo, ya que destajar es, en el juego de naipes, cortar, y sabido es que el que baraja nunca debe ser quien corte.
            Otras veces, ya digo, la razón por la que un refrán se nos puede atragantar es que tenga su origen en algún hecho, cierto o solo anecdótico, del que hemos perdido la noción. De este caso es el refrán El diablo anda en Cantillana y el obispo en Brenes, que se usa para señalar que algo se está haciendo mal o hay desorden. ¿Qué tienen que ver en ello Cantillana y Brenes, poblaciones distantes entre sí unos doce kilómetros y alejadas unos veinte de Sevilla, o un obispo? El origen no está claro del todo. Algunos aluden a una leyenda del rey don Pedro I, que cuenta cómo hizo justicia sobre un noble que se había comportado de manera despótica en Cantillana. Otros hablan de un caballero de la corte de Enrique IV, Juan Pacheco, muy odiado en Sevilla. Eso podría valer para la primera parte; pero, ¿y la segunda? Hay otra teoría diferente que hace remontarse el episodio a tiempos de Alfonso X. El rey había concedido al arzobispo sevillano don Remondo el poder sobre estas dos poblaciones; se cuenta que estando el obispo descansando en Brenes, unos sobrinos suyos alteraron la paz nocturna en Cantillana paseando figuras de diablos y fantasmas para asustar a la gente y estar más libres para encontrarse con sus amadas.

Julia Sevilla Muñoz
            En cualquier caso, comento a Zalabardo, lo importante es que, como don Quijote dice a su escudero, no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas. Y si no todos, bastantes. Por ejemplo, Por su mal nacieron alas a las hormigas, que a lo largo del tiempo ha presentado formas diferentes (Da Dios alas a la hormiga para morir más aína, Naciéronle alas a la hormiga para perderse, etc.). ¿Qué se quiere decir con esto? Afea la conducta de quien, habiendo obtenido un alto cargo, por usar mal su libertad, poder y dominio, acaba muchas veces fracasando, como cuando la hormiga se levanta del suelo para volar, que se pierde o se la comen los pájaros.
            También es sumamente ilustrativo este otro, No todo el monte es orégano, así en su versión moderna, pero que en época clásica era más largo, Plega a Dios que orégano sea y no se nos torne alcaravea; lo usamos para expresar nuestro recelo por que algo salga mal y obtengamos otra cosa de inferior valor. Porque siendo tanto el orégano como la alcaravea plantas que se usan en cocina, el orégano tiene muchas más propiedades: es digestivo, ayuda al aparato respiratorio y a la circulación, es carminativo y antibiótico, antioxidante y estrogénico; hace remitir los dolores de la menstruación, de la cabeza y los problemas gástricos; y a mayor abundancia, se emplea para hechizos amorosos y para ahuyentar los malos espíritus. ¿Hay quien dé más?

domingo, mayo 19, 2019

NOS QUEDA LA MEMORIA



            Hay días, Zalabardo lo sabe bien, en que el ánimo está abatido y faltan ganas para ponerse a redactar el apunte semanal de esta Agenda. Tenía pensado hablar sobre memoria y recuerdo, pero precisamente el recuerdo de un hecho luctuoso y su persistencia en la memoria es lo que anoche no me dejaba escribir. Una persona querida, una amiga de la infancia y compañera de los ya lejanos años de bachillerato, ha fallecido.
            En una reciente mesa redonda sobre Memoria y literatura, hablábamos del valor que concedemos a la memoria y el recuerdo. Mantenía yo que deben ser factores imprescindibles porque las personas somos memoria y recuerdo hasta el punto de que sin memoria y recuerdo no habría literatura. Nadie está exento de la necesidad de recordar; a algunos, luego, nos nace la necesidad de contar lo que retiene la memoria.
            Quería escribir anoche de la indisoluble unión de memoria y recuerdo. De que la facultad de retener hechos pasados, la memoria, pertenece a la familia de mártir, ‘el que ha visto y da testimonio’ y de que recordar es de la familia de corazón y significa ‘traer de nuevo al corazón, retener en la memoria’. Pero no podía.
            Siempre he concedido valor incalculable a la memoria y los recuerdos; son muchos los recuerdos que me acompañan y que no desearía perder jamás. En aquella reunión, dije que me cuesta desligar mi universo personal de mi universo de ficción. Aunque componga ficción y no autobiografía, me implico en cuanto escribo porque asumo ambientes, historias y personajes, y los moldeo siguiendo mi propia manera de ver, sentir y juzgar el mundo. En todo momento procuro sostener la ficción sobre sentimientos verdaderos.
            Escribía Javier Marías en Negra espalda del tiempo: Uno debe tener cuidado con lo que escribe […] porque a veces viene y se cumple. En la novela cuya redacción me ha tenido ocupado en los últimos tiempos, cargada también de múltiples recuerdos, dice el protagonista en diferentes lugares: No es a mi propia muerte a la que temo, […] pienso en esas otras muertes a las que sí temo; las que llegan a destiempo, las injustas, las que quisiéramos que nunca se produjeran, las que dejan una herida difícil de suturar… […] ¿De qué escribiría? ¿De todos estos fantasmas queridos que no se apartan de mí un segundo, que acuden en tropel cada noche a la cita cuando me siento junto a la ventana? Hoy se les ha sumado otro. […] ¡A qué vertiginoso ritmo aumenta el número de los ausentes…!
            Esas líneas pertenecen a uno de esos universos ficticios. Pero la memoria me martilleaba anoche con el recuerdo de la voz, de los ojos y de la risa de esa compañera, amiga querida, que acaba de unirse al fatídico número de las ausencias que pueblan nuestro universo personal, el mío y el del resto de amigos que componemos el grupo. De ella, como de otros, no nos queda más que memoria y recuerdo. Zalabardo comprendió mi tristeza.

domingo, mayo 12, 2019

¿CUÁL ES LA MANO DE DIOS?



           Hay creencias, costumbres, prejuicios que viven entre nosotros y que, con mayor o menor naturalidad, las acogemos sin siquiera conocer su origen ni si hay una base cierta que las sustente. Zalabardo lo sabe, como lo sé yo y lo sabemos todos. Por ejemplo, por qué durante siglos se ha juzgado y tratado de modo negativo a las personas que se manejan mejor con la mano izquierda que con la derecha.
            Le explico a Zalabardo que ya el latín disponía de una pareja sinister/dexter, con un sentido meramente locativo: lo que está al lado del corazón y lo que está en el lado contrario. Pero, por no sé qué desconocidas razones, siniestro pasó a significar también ‘torpe, funesto, adverso’, en tanto a derecho se le atribuía el sentido de ‘hábil, propicio, favorable’. La aceptación de los augurios refleja nuestras creencias y supersticiones: levantarse por el lado izquierdo trae mala suerte, como buena es ver aparecer un ave por el lado derecho.
            El español heredó estas palabras con toda su carga. Pero como siniestro poseía demasiadas connotaciones negativas, hacia el siglo xii optamos por sustituirla por un vasquismo, izquierdo; sin mucho acierto, digamos la verdad, porque tal vez se desconociera que izquierdo, que procede de esku, ‘mano’ y kerro, ‘torcido’, seguía insistiendo en la existencia de una ‘mano torpe’. Cuando posteriormente se apostó por zurdo y zocato no hubo mejor suerte, pues Corominas nos avisa de que el primer término, de posible origen prerromano, significa ‘burdo, torpe’; y el segundo, de origen árabe y emparentado con zoquete, ‘madero sin desbastar’, ‘zafio, inculto, grosero’. O sea, que estamos como al principio, diestro sigue marcando la habilidad o bondad de algo y, por el otro lado, las cosas no cambian.

Añadir leyenda
            Pero, señalo a Zalabardo, lo que hoy interesa es fijarnos en ese estigma que ha perseguido durante siglos a las personas zurdas. Y no solo en nuestro ámbito cultural más cercano, sino en culturas muy diferentes. En tiempos, entre los japoneses podría ser motivo de repudio descubrir que la mujer con la que habían contraído matrimonio era zurda. En la antigua China, zurdo se entendía como ‘impropio’, y el ‘sendero de la izquierda’ es el que se utiliza para las cosas ilegales o inmorales. En el Islam, la izquierda es una mano sucia que sirve básicamente para asearse, lavarse los genitales o limpiarse el ano tras defecar; sostiene el imán Áhmad que Mahoma dijo que quien come con la mano izquierda, Satanás come con él. En la Biblia, el Eclesiastés dice que el corazón del sabio está a la mano derecha y el del necio a la mano izquierda; el Evangelio de san Mateo afirma que Dios arrojará a los que están a su izquierda al fuego dispuesto para el demonio. Estas creencias han calado hasta considerar incorrecto saludar, comer, ofrecer o recibir algo con la mano izquierda. En el cristianismo se bendice con la mano derecha. En la Edad Media se afirmaba muy seriamente que la derecha era la mano de Dios y, la izquierda, la del diablo.
            Todo ello, mantenido a través de siglos, ha significado una forma de marginación de los zurdos, a quienes, incluso, con técnicas crueles, se los forzaba a modificar su naturaleza y a realizar todo en contra de su natural tendencia. Pero, si acaso eso fuese poco, han de sufrir otras graves inconveniencias: la mayoría de instrumentos y herramientas se construyen pensando en personas diestras. Lo mismo que las mesas con tablero de las aulas o las palancas de cambio en los automóviles.
            Hoy día, por suerte, parece que esta marginación de los zurdos va desapareciendo. También parece generalmente aceptado que ser zurdo no es ninguna clase de tara, ni castigo. Incluso unos investigadores de una Universidad alemana creen haber descubierto que ser zurdo o diestro no depende de cuestiones de raza, sexo, ni origen geográfico, o que nada demuestra que un zurdo sea más o menos inteligente que un diestro. También, aunque no han llegado a una explicación definitiva, que el origen de utilizar mejor una parte del cuerpo que otra no depende del cerebro, sino de la médula espinal; que la que será posterior tendencia, se adquiere en un periodo bastante temprano de la gestación y que puede depender de estímulos externos, aún no descubiertos.

 
Caravaggio: Castración de Urano
           Me pregunta Zalabardo, después de todo lo dicho, qué razón puede explicar esta animadversión hacia los zurdos, porque de algún lado habrá salido la cosa. La verdad es que, aunque he buscado, no he hallado una respuesta concluyente y solo he logrado una opinión al respecto. Hesíodo, en la Teogonía, hablamos de en torno al siglo viii a.C. cuenta que Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra) engendraron a los Titanes, a las Titánidas, a los Cíclopes, a los Hecantoquiros (gigante de cien brazos)… Pero Urano detestaba a su progenie y la mantenía encerrada en las profundidades de la Tierra. Gea estaba a punto de reventar y harta del insaciable deseo engendrador de Urano. Por ello pidió a sus hijos que la librasen de él; todos se negaron, excepto Cronos, a quien su madre entregó una afilada hoz. Prepararon una emboscada y cuando apareció Urano y se tendió sobre la Tierra, Cronos salió de su escondite, cogió con su mano izquierda los genitales de Urano y se los cortó con la hoz. Robert Graves, el prestigioso escritor y erudito, al comentar este pasaje en Los mitos griegos, mantiene que desde entonces la izquierda ha sido la mano del mal agüero.
            Ya digo que es la única fuente que encuentro. La Teodicea es de fecha aproximada a la Biblia, anterior al Corán y posterior a otras leyendas y mitos orientales que cuentan escenas semejantes. En cualquier caso, desconozco si Dios tiene una mano izquierda y una mano derecha diferentes. Me parecería una incongruencia.

domingo, mayo 05, 2019

PUES VA A SER QUE NO



            Admiro a algunos novelistas tanto por las historias que me cuentan como por la perfección de su lenguaje. Miguel Delibes es uno de ellos. En cualquiera de sus novelas, Las ratas, Diario de un cazador, Los santos inocentes…, la historia, los personajes y los ambientes me enganchan tanto como el acierto en escoger las palabras. Miremos este fragmento:
Volaron tres gallinetas y caí una. Luego se arrancó una cerceta y Melecio la derribó. El campo estaba hermoso con los trigos apuntados. En la coquina de la ribera había ya chiribitas y matacandiles tempranos. Una ganga vino a tirarse a la salina y viró al guiparnos. Volaba tan reposada que le vi a la perfección el collarrón rojo y las timoneras picudas. En la salina, la gabusia se despegaba del cieno del fondo. Era un espectáculo y le dije a Melecio que atendiera. Sólo se sentían los silbidos de los alcaravanes al recogerse en los pinares. Así, como nosotros, debió de sentirse Dios al terminar de crear el mundo. (Diario de un cazador)
            Delibes sabe de lo que habla y cómo transmitirnos su entusiasmo y amor por la naturaleza; conoce los nombres de las aves, de las plantas silvestres, de los pequeños peces de las charcas. Miro a Lorenzo, al Nini, a Daniel el Mochuelo, a Paco el Bajo como seres reales y no de ficción. Las palabras que el autor les presta son limpias y naturales y remiten a lo que tenemos al lado —aves, plantas silvestres, pequeños peces de charca, accidentes naturales…— aunque no reparemos en ello.

Alcorque
            En uno de mis paseos ciudadanos, vi un panel municipal que anunciaba un plan de limpieza de imbornales y rogaba no aparcar sobre ellos. Por fortuna, digo a Zalabardo, quien lo redactó tuvo la feliz idea de acompañar el aviso con una imagen; tal vez, pensando que, en Málaga, muy poca gente sabe lo que es un imbornal, pues aquí se usa más madrevieja, término que extraña a los foráneos. Imbornales y madreviejas son las comunes alcantarillas. También es muy malagueña casamata para designar la vivienda de una sola planta.
            No sé cómo de grave es el asunto, pero me preocupa que olvidemos tantos nombres de realidades cotidianas, con las que nos rozamos a cada instante: ¿sabemos que ese hueco al pie de un árbol para recoger el agua de lluvia o de riego es un alcorque? ¿O que esas columnas adosadas en las esquinas de las estrechas calles del casco histórico de nuestras ciudades se llaman guardacantones? ¿O que los postes, fijos o móviles, con que se impide el paso o estacionamiento de vehículos son bolardos y, si sirven para el amarre de un buque en el puerto, pasan a llamarse norayes? Cada una de estas palabras tiene su origen y su historia (bolardo es anglicismo; alcorque, arabismo; imbornal, de procedencia náutica, es catalanismo; madrevieja, en otros lugares ‘cauce antiguo de un río’, americanismo; casamata, de origen bélico, es italianismo…), como la tienen sardinel, graílla, poyo y tantas otras.

Guardacantones
            Que haya palabras que caigan en desuso puede entenderse como algo natural; la lengua va cambiando con el tiempo. Lo que sí me parece más preocupante es la facilidad y desinhibición con que acogemos palabras y expresiones que deberían ser desterradas por completo. Le propongo a Zalabardo que nos fijemos en dos: va a ser que no y ser como que.
            Va a ser que no, negación usual, tonta y cursi, nació como recurso humorístico que una plataforma televisiva utilizó para promocionar sus productos. Un marido mostraba a su esposa los pasajes para un crucero por el Nilo, pero ella, tras la alegría inicial, ponía gesto serio y decía: pues va a ser que no, porque recordaba que el día y hora de salida coincidían con el estreno de una película; y se quedó entre nosotros.
            Ser como que es un caso diferente; es una incorrección sin paliativos. El Diccionario Panhispánico de Dudas la explica muy bien. Cuando el adverbio como precede a una expresión de cantidad, tiene sentido aproximativo: Estuve esperando como dos horas (poco más o menos); si se quiere rebajar el grado de certeza, adquiere valor atenuativo: Aquella persona se comportó como temerosa (pareció que lo era). Pero si su empleo resulta superfluo, como debe evitarse: Hoy estoy como muy alterado (afirmo que lo estoy), pues no añade nada al enunciado, ni conceptual ni afectivamente. Por eso me sorprendió, de manera desagradable, que un renombrado escritor, galardonado con el premio de mayor dotación económica de nuestras letras, respondiese en una entrevista: Cuando ves que tanta gente te sigue es como que te estimula.
            Ante una situación de este tipo, meditando sobre la responsabilidad que pesa sobre quien vive de escribir, le digo a Zalabardo que me identifico más con Lorenzo, el bedel aficionado a la caza de la novela de Delibes, que con la Julia de este señor, pese al tan jugoso premio recibido. Y si tuviera que seguir un modelo, me quedo con la exquisita sintaxis y la riqueza léxica que exhiben escritores como Delibes.