domingo, mayo 26, 2019

DE NUEVO REFRANES

Francisco Rodríguez Marín

            No es cosa oculta que a Zalabardo y a mí nos gustan los romances. Aquí he hablado en varias ocasiones de ellos. Ayer mismo, por ejemplo, revisábamos, por puro placer, los refranes contenidos en el Quijote. Al comentar algunos, no podíamos olvidar la labor inestimable de los muchos e insignes paremiólogos que ha habido en nuestro país. Paremiología es el nombre de la rama del saber dedicada al estudio de las paremias (del griego παροιμία, ‘refrán, sentencia, proverbio’).
            Desde el clásico Refranes que dicen las viejas tras el fuego, del Marqués de Santillana, figuras como Pedro de Valdés, Sebastián de Covarrubias, Gonzalo de Correas, José María Sbarbi, Joaquín Bastús, Luis Montoto, Francisco Rodríguez Marín o, ya más cercana a nosotros, Julia Sevilla Muñoz, fundadora a finales del siglo XX de la revista Paremia, han dedicado muchas horas de sus vidas a recopilar, estudiar y explicar los refranes. Muchos se habrían perdido de no mediar su paciente labor.
            Porque, aunque exista un número relativamente amplio de refranes que repetimos con insistencia (A quien madruga, Dios ayuda, Vísteme despacio, que tengo prisa, etc.), son muchos más los que se habrían perdido de faltarnos la mediación de estos investigadores o que entendemos solo a medias. Dos son los principales motivos por los que podemos perderlos: la desaparición de las palabras empleadas, lo que los hace difícilmente inteligibles, y la desconexión con el hecho que los originó.
 
José María Sbarbi
          
Del primer caso puede servir de muestra, por ejemplo, Buenas son mangas después de Pascua, que se emplea para indicar que algo se consigue ya fuera de tiempo o cuando deja de interesar; y es que manga, lo encuentro solo en Covarrubias, significa también ‘regalo’, ‘obsequio’. Como difícil entender hoy es Ya está duro el alcacel para zampoñas, con el que indicamos que alguien acude a hacer algo cuando ya es tarde; entenderlo exige conocer que el alcacel, o alcacer, es la caña del trigo o cebada y que la zampoña es, entre otras cosas, una flautilla, pito la llamábamos en mi pueblo, hecha con estas cañas. Pero quienes tuvimos oportunidad de jugar entre los trigos verdes sabemos bien que es necesario para ello que la caña aún esté fresca. O este otro, Quien destaja no baraja, que ha sido interpretado de varias maneras; si bien algunos entienden que quien ajusta una tarea a tiempo evita posteriores complicaciones, yo creo más bien que avisa de que uno no puede encargarse de todo ni hacer dos cosas a un tiempo, ya que destajar es, en el juego de naipes, cortar, y sabido es que el que baraja nunca debe ser quien corte.
            Otras veces, ya digo, la razón por la que un refrán se nos puede atragantar es que tenga su origen en algún hecho, cierto o solo anecdótico, del que hemos perdido la noción. De este caso es el refrán El diablo anda en Cantillana y el obispo en Brenes, que se usa para señalar que algo se está haciendo mal o hay desorden. ¿Qué tienen que ver en ello Cantillana y Brenes, poblaciones distantes entre sí unos doce kilómetros y alejadas unos veinte de Sevilla, o un obispo? El origen no está claro del todo. Algunos aluden a una leyenda del rey don Pedro I, que cuenta cómo hizo justicia sobre un noble que se había comportado de manera despótica en Cantillana. Otros hablan de un caballero de la corte de Enrique IV, Juan Pacheco, muy odiado en Sevilla. Eso podría valer para la primera parte; pero, ¿y la segunda? Hay otra teoría diferente que hace remontarse el episodio a tiempos de Alfonso X. El rey había concedido al arzobispo sevillano don Remondo el poder sobre estas dos poblaciones; se cuenta que estando el obispo descansando en Brenes, unos sobrinos suyos alteraron la paz nocturna en Cantillana paseando figuras de diablos y fantasmas para asustar a la gente y estar más libres para encontrarse con sus amadas.

Julia Sevilla Muñoz
            En cualquier caso, comento a Zalabardo, lo importante es que, como don Quijote dice a su escudero, no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas. Y si no todos, bastantes. Por ejemplo, Por su mal nacieron alas a las hormigas, que a lo largo del tiempo ha presentado formas diferentes (Da Dios alas a la hormiga para morir más aína, Naciéronle alas a la hormiga para perderse, etc.). ¿Qué se quiere decir con esto? Afea la conducta de quien, habiendo obtenido un alto cargo, por usar mal su libertad, poder y dominio, acaba muchas veces fracasando, como cuando la hormiga se levanta del suelo para volar, que se pierde o se la comen los pájaros.
            También es sumamente ilustrativo este otro, No todo el monte es orégano, así en su versión moderna, pero que en época clásica era más largo, Plega a Dios que orégano sea y no se nos torne alcaravea; lo usamos para expresar nuestro recelo por que algo salga mal y obtengamos otra cosa de inferior valor. Porque siendo tanto el orégano como la alcaravea plantas que se usan en cocina, el orégano tiene muchas más propiedades: es digestivo, ayuda al aparato respiratorio y a la circulación, es carminativo y antibiótico, antioxidante y estrogénico; hace remitir los dolores de la menstruación, de la cabeza y los problemas gástricos; y a mayor abundancia, se emplea para hechizos amorosos y para ahuyentar los malos espíritus. ¿Hay quien dé más?

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