domingo, mayo 19, 2019

NOS QUEDA LA MEMORIA



            Hay días, Zalabardo lo sabe bien, en que el ánimo está abatido y faltan ganas para ponerse a redactar el apunte semanal de esta Agenda. Tenía pensado hablar sobre memoria y recuerdo, pero precisamente el recuerdo de un hecho luctuoso y su persistencia en la memoria es lo que anoche no me dejaba escribir. Una persona querida, una amiga de la infancia y compañera de los ya lejanos años de bachillerato, ha fallecido.
            En una reciente mesa redonda sobre Memoria y literatura, hablábamos del valor que concedemos a la memoria y el recuerdo. Mantenía yo que deben ser factores imprescindibles porque las personas somos memoria y recuerdo hasta el punto de que sin memoria y recuerdo no habría literatura. Nadie está exento de la necesidad de recordar; a algunos, luego, nos nace la necesidad de contar lo que retiene la memoria.
            Quería escribir anoche de la indisoluble unión de memoria y recuerdo. De que la facultad de retener hechos pasados, la memoria, pertenece a la familia de mártir, ‘el que ha visto y da testimonio’ y de que recordar es de la familia de corazón y significa ‘traer de nuevo al corazón, retener en la memoria’. Pero no podía.
            Siempre he concedido valor incalculable a la memoria y los recuerdos; son muchos los recuerdos que me acompañan y que no desearía perder jamás. En aquella reunión, dije que me cuesta desligar mi universo personal de mi universo de ficción. Aunque componga ficción y no autobiografía, me implico en cuanto escribo porque asumo ambientes, historias y personajes, y los moldeo siguiendo mi propia manera de ver, sentir y juzgar el mundo. En todo momento procuro sostener la ficción sobre sentimientos verdaderos.
            Escribía Javier Marías en Negra espalda del tiempo: Uno debe tener cuidado con lo que escribe […] porque a veces viene y se cumple. En la novela cuya redacción me ha tenido ocupado en los últimos tiempos, cargada también de múltiples recuerdos, dice el protagonista en diferentes lugares: No es a mi propia muerte a la que temo, […] pienso en esas otras muertes a las que sí temo; las que llegan a destiempo, las injustas, las que quisiéramos que nunca se produjeran, las que dejan una herida difícil de suturar… […] ¿De qué escribiría? ¿De todos estos fantasmas queridos que no se apartan de mí un segundo, que acuden en tropel cada noche a la cita cuando me siento junto a la ventana? Hoy se les ha sumado otro. […] ¡A qué vertiginoso ritmo aumenta el número de los ausentes…!
            Esas líneas pertenecen a uno de esos universos ficticios. Pero la memoria me martilleaba anoche con el recuerdo de la voz, de los ojos y de la risa de esa compañera, amiga querida, que acaba de unirse al fatídico número de las ausencias que pueblan nuestro universo personal, el mío y el del resto de amigos que componemos el grupo. De ella, como de otros, no nos queda más que memoria y recuerdo. Zalabardo comprendió mi tristeza.

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