¿Cuántos son los pies que deseamos encontrar a ese dichoso gato del refrán: tres o cinco? La forma más usual en nuestro tiempo habla de buscarle tres, aunque eso no parece sino que sea una degeneración del dicho primitivo, ya que, en su Tesoro, Covarrubias habla de buscarle cinco pies al gato y solo a partir del Quijote se le vienen buscando tres. Parece que cinco es lo correcto, puesto que Covarrubias lo explica argumentando que se dice así del hecho de que alguien quiso presentar la cola del gato como su quinto pie.
También hay conflicto en lo que concierne al significado de la expresión: el DRAE dice que significa 'buscar soluciones o razones faltas de fundamento o que no tienen sentido' y 'empeñarse en cosas que pueden acarrear daños'. Parece estar puesto en razón el primero de los significados si atendemos a que Covarrubias afirma que 'se dice de quien con sofisterías y embustes nos quiere hacer entender lo imposible'. Por su parte, José María Iribarren mantiene que este es su significado impropio, pues propiamente, según sostiene él, 'se dice de los que tientan la paciencia de alguno, con riesgo de irritarlo'.
¿De dónde saca Iribarren tal afirmación? Lo ignoro, pues él no lo dice, se limita a plantearlo. Sin embargo, pienso que entre una y otra acepción hay más encaje del que pudiera parecer, dado que ese pretender hacer entender lo imposible surge casi siempre provocando la irritación del oponente, de cuya paciencia se abusa al forzar artificialmente una argumentación para demostrar algo imposible. Vamos, que quien busca esos tres o cinco pies al gato no pretende sino, con perdón, joder la marrana, según se dice coloquialmente.
¿Y quién está ahora tratando de hallar esos pies y a qué gato? Creo que la mayoría de nosotros, por no decir la totalidad, que hay que huir de generalizaciones. ¿Habéis observado qué trabajo nos cuesta aceptar que los demás pueden tener una opinión diferente a la nuestra y cómo saltamos a la primera en nuestro afán de demostrar que la razón siempre nos asiste y los equivocados son los otros? Nos cuesta Dios y ayuda oír según qué argumentaciones y no digamos nada lo que nos cuesta verlas negro sobre blanco, escritas en los papeles. Entonces ya es que nos indignamos.
No debiera ser así. pero llevamos tanto tiempo educados en aquello de 'lo que no se puede decir no se debe decir', que ya enunciara Larra, y pesa tanto sobre nuestras espaldas la moderna plaga de la corrección política, que son incontables las ocasiones en que damos al traste con el que debiera ser inviolable derecho a la libertad de expresión.
Me avisa Zalabardo de que, hasta ahora, que voy sobrepasando la mitad del espacio dedicado a estos apuntes, no he dicho a qué obedece lo del gato y sus pies y por qué termino hablando de la libertad de palabra y pensamiento. Tiene razón. Resulta que hace unos días, concretamente el pasado 19, El País publicó un artículo de Enrique Lynch titulado Revanchismo de género. En mala hora se le ocurrió a su autor escribirlo y al diario publicarlo. Se ha disparado toda una batería de artículos atacando las tesis defendidas por Lynch y de carta de protesta dirigidas al periódico por haber publicado dicho artículo. No voy a citar argumentos y contraargumentos porque los considero conocidos ambos.
Vayamos por partes, Estoy en desacuerdo con gran parte de las cosas que dice en su escrito E. Lynch. Y no diré que carece por completo de razón porque pienso que nadie carece de ella totalmente. Podría, incluso, decir que el autor está plenamente desacertado en su argumentación, que tampoco es eso. Pero de ahí a reprochar a un medio de comunicación que haya publicado el artículo me parece que media un abismo. Es una completa barbaridad querer silenciar aquellas voces que no nos resultan agradables de oír.
Otro ejemplo, de diferente asunto y tenor. Ahora mismo, mientras escribo esto, oigo en la radio cómo el PSC y otros partidos catalanes denigran al Tribunal Constitucional, antes de que emita su fallo, y amenazan con lanzar "un plan de acción" si este termina considerando que algunos artículos del Estatut están en franca oposición con la Constitución. Más. Ayer, doce periódicos catalanes publicaban un editorial común sobre el tema. Pero vamos a ver, ¿para qué sirven la Constitución y el Tribunal Constitucional si no los aceptamos como árbitros de nuestro caminar político? ¿Qué democracia es esta si empezamos por no aceptar la primera de las leyes porque no se pliega a nuestros caprichos? Le digo a Zalabardo: si consideramos que ni la una ni el otro valen para la realidad actual de nuestro país, pidamos su reforma y cambio; pero, mientras tanto, respetémoslos.
Esos son, le digo a Zalabardo, todos los gatos en los que pensaba y los pies que les buscamos a cada uno de ellos. Me da igual que se busquen tres o cinco, porque los gatos no tienen más que cuatro, pese a quien pese.
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