Panorama desde el campo de fútbol de Cómpeta |
Hace
unos dos años comencé a escribir un apunte para esta Agenda que, finalmente, no concluí y no publiqué. Por
aquellos días, un voraz incendio se había ensañado con el Barranco Blanco, la
Sierra Negra, la Sierra Alpujata, el Juanar… Llevaba tiempo sin caminar por
aquellos senderos, y, teniendo presente lo que el monte tarda en regenerarse
tras un incendio, manifestaba a Zalabardo mis dudas acerca de si, teniendo en
cuenta mi edad, podría volver a ver aquellos parajes tal como los recordaba.
Ahora,
el domingo pasado, un nuevo incendio, esta vez en Cómpeta, se ceba con montes
de gran belleza. Por ellos he caminado no hace tanto, este mismo año, y ver las
fotos del suceso aumenta mi malestar. Por ahí, entre Canillas de Albaida y
Cómpeta, discurre un de las etapas de la Gran Senda de Málaga, sendero de largo
recorrido del que ya he hablado. Las llamas han alcanzado las orillas mismas
del pueblo, pues han llegado a la zona del campo de fútbol y algunas urbanizaciones
de las afueras. En el bello mirador que hay en el exterior del campo de fútbol,
estuve un rato descansando y comiéndome un bocadillo tras una mañana de
caminata. Si vuelvo a transitar por allí lo haré entre troncos calcinados por
las llamas. Creo que evitaré la zona.
El
domingo, iba en dirección a La Caleta de Vélez, divisé a eso de la una del mediodía
una extraña humareda en el monte, por encima de Algarrobo o de Sayalonga;
un escalofrío re recorrió la espalda. Me temí lo peor. A la vuelta, sobre las
tres, la humareda era impresionante y ya la sospecha se convirtió en triste
realidad. Era el incendio del que hablo. Al llegar a casa, la edición digital
del diario SUR me lo confirmó.
Indudablemente,
una gran pena y una gran pérdida. Y surge la duda: ¿por qué se quema el monte?
Por muchas causas, no todas accidentales. Incluso me atrevería a decir que
estas son las menos. Dicen que el refranero es una forma de explicar los
acontecimientos reales. En el Diálogo
de la Lengua, de Juan de Valdés,
ya se recoge este: Del monte sale
quien el monte quema. Leo que Gonzalo
de Correas, en su Vocabulario de
refranes, también lo recoge e incluso una variante: Del monte sale con que arde. La
verdad es que no encuentro ninguno de los dos. José María Sbarbi dice que el refrán aludido avisa que los daños
que se experimentan suelen por lo general, provenir de domésticos y parciales.
O sea, que quien quema el monte no está en su casa sentado cómodamente en un
sillón, sino en el propio monte.
Incendio Cómpeta. 29 de junio 2014 (diario SUR) |
No
sé si este incendio ha sido intencionado, causado por una negligencia o falta
de responsabilidad o puramente accidental. Las primeras conclusiones hacen
sospechar que no ha sido fortuito. Da igual, el daño está hecho. Oigo quejas de
personas que se consideran defensoras de la naturaleza que culpan a la
administración por conceder licencias de construcción en zonas de especial
riesgo. No creo que esa sea la causa básica de estos incendios, aunque quienes
moran en estos lugares paradisiacos debieran ser más conscientes de la
responsabilidad que le incumbe en la tarea de salvaguardar el monte. Ya digo
que hay otras causas y otros culpables de esta gran pérdida para todos.
Porque
es incuestionable que, aparte de cualquier otra consideración, el monte es de
todos por los beneficios (para la economía, la salud, el ocio…) que reporta.
Aquí mismo, en Málaga, ¿qué sería de la ciudad sin ese pulmón que constituye el
Parque Natural de los Montes de Málaga?
Tampoco
merece discusión que quien quema el monte sale del mismo monte. Lo afirma el
refrán. Luego también merecemos un toque de atención los que al monte vamos.
Bien sabe Zalabardo que cuando salgo a gozar de mi afición al senderismo, siempre
llevo bocadillos, para no tener que hacer fuego en ningún lado ni en ninguna época;
ni siquiera en aquellos habilitados a tal fin, porque el accidente siempre es
posible. Y, por supuesto, regreso a casa sin dejar nada abandonado, que ensucie
o degrade el lugar por donde paso.
Pero
hay muchos que carecen de la menor conciencia ecologista, como carecen de
conciencia cívica, y allá por donde van parecen empeñados en dejar su huella
(escriben con pulverizador en las paredes de una bella garganta, graban sus
nombres en las cortezas de los árboles, tiran por doquier cualquier cosa
—papeles, bolsas de plástico, latas, envases de vidrio, los potencialmente más
peligrosos—). Por donde uno vaya, aún en las más apartadas breñas del monte, no
es raro encontrar basura de todo tipo. ¿Tanto cuesta echar en la mochila los restos
para depositarlos en los pertinentes contenedores a la vuelta? En el caso de
restos orgánicos, basta con enterrarlos. Terminan siendo abono.
Incendio Cómpeta. 29 junio 2014 (diario SUR) |
A
todo esto no debe olvidarse la responsabilidad de las autoridades en la prevención
de incendios: creación de cortafuegos eficaces, limpieza periódica de los
montes para la eliminación de la broza de fácil combustión, supresión de
árboles muertos y “entresaca” en los bosques (ignoro ahora mismo qué otro
nombre tiene esta actividad si es que lo tiene). Hace unos días estuve caminando
por la vertiente sur de Sierra Nevada, que es Parque Nacional y, por tanto,
zona de especial protección. En el sendero que va la Hoya del Portillo al
Mirador de Trevélez nos encontramos multitud de desechos. Lo comenté con el
guarda de la barrera que impide el paso de vehículos por la carretera que cruza
la sierra y, con gesto de impotencia, me señaló los contenedores de basura del
área recreativa que hay junto a la barrera. Estaban a rebosar. Se lamentaba del tiempo que llevaban sin pasar
por allí los servicios de mantenimiento. Razón, reducción de personal (¿por qué
la crisis la han de pagar la enseñanza, la sanidad, el medio ambiente… y nadie
busca otras partidas que recortar, por ejemplo sueldos y dietas de políticos o
supresión de asesores y cargos inútiles?)
Claro
que de nada vale exigir a las autoridades si luego vamos nosotros y deshacemos
todo lo hecho (no utilizamos las papeleras de las áreas recreativas, no apagamos
bien los fuegos en las barbacoas de estos mismos lugares, encendemos fogatas en
lugares indebidos, arrojamos cuanto nos sobra en los caminos y entre las arboledas…).
Cualquier aficionado al senderismo sabe que es verdad lo que digo.
Que
no me vengan ahora con que eso es cuestión de educación y con que los colegios deben
ocuparse de crear la necesaria conciencia. Hay actitudes y conductas que deben
aprenderse en el seno de la familia. Si un niño ve a sus padres arrojar al
suelo un paquete de tabaco vacío o un papel, si estos no afean a sus hijos que
arrojen chicles o papeles al suelo, ningún colegio lo conseguirá. La educación,
el civismo, la urbanidad comienzan a aprenderse en casa. Ya va siendo hora de
que la sociedad se dé cuenta de que un colegio nunca puede suplir la
responsabilidad familiar. A ver si ahora va a suceder que los montes se queman
por culpa de los colegios.
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