Esta mañana, Juan Ángel leía, creo que en Escuela española, que alguien, en un artículo o entrevista, decía algo así como que aunque se dice que el humanismo está en decadencia, lo que nunca decaerá será la estupidez. Como detrás de mí oigo extraños ruidos, miro y veo que Zalabardo está que se desternilla de la risa. Algo mohíno, le pregunto a qué viene tanta guasa. Y sin parar de reír me dice: Es que la forma de citar tuya es para que te den matrícula de honor; alguien que no sabes quién es, que no estás seguro de dónde, en no sabes qué tipo de escrito, ha dicho algo parecido a... ¡Magnífico!
Lo dejo y continúo porque esa medio cita, medio invención o lo que sea, me viene de perlas para cerrar esta polémica que al parecer mantengo conmigo mismo y prometer que intentaré no hablar más de la cuestión. ¿Qué cuestión, pues todavía no la he dicho? Cómo iba a ser otra que la del sexismo en el lenguaje, la lucha contra el masculino opresor y la equiparación de los géneros en la expresión, pese a quien pese.
El otro día hablaba de ignorancia y buscaba rodeos para no generalizar en exceso. Hoy, sintiéndolo mucho, tengo que hablar de estupidez. Porque ya no se trata tan solo de rizar el rizo expresivo y buscar sustantivos colectivos para evitar la duplicidad de palabras (alumnado para no decir alumnos, profesorado para no decir profesores, etc.). Es que se pretende borrar de un plumazo lo que han sido estructuras sociales y de pensamiento del pasado que, estemos de acuerdo o no con ellas, fueron así y no podemos falsearlas. Por ejemplo, si en Roma no hubo ninguna mujer que fuese proclamada césar, hoy es evidente que no podemos inventarnos una cesarina, o como quiera que se dijese. Y estamos, valga el inciso, en una época en la que se habla mucho de castigar duramente a quienes falseen la historia.
Y ahí quiero ir a parar. En Alemania, un grupo de 42 teólogas y 10 teólogos han dedicado cinco años de sus vidas a redactar una versión políticamente correcta de la Biblia. Se han gastado en la tarea 400.000 euros (¿cuántas miserias se hubiesen podido resolver con ese dinero?). ¿Cuál es la novedad de tal traducción? Es posible que frivolice un poco, pero es que la cosa va por ahí: Cuando se menciona a Dios, se procura utilizar el término Adonai, que en hebreo es de género neutro, o se alternan la forma el Eterno con la Eterna; cuando se habla de los fariseos, estos van acompañados de las fariseas y se da carta de naturaleza a las apostolinas junto a los apóstoles. Para terminar los ejemplos, se pretende evitar la discriminación sexual eliminando las expresiones del tipo Salomé, esposa de Zebedeo sustituyéndolas por otras como Zebedeo, esposo de Salomé o de esta última no se dice que era madre de Juan, sino que Juan era su hijo. Etcétera.
Más de esta tierra es el otro ejemplo que traigo de estupidez. Una buena señora de Huelva escribe una carta al director en la que se queja de que las mujeres no se sienten representadas en el himno de Andalucía porque en él se dice andaluces levantaos y no andaluces y andaluzas... O porque en él se habla de hombres y no de hombres y mujeres. Para evitar tal entuerto, confiesa que está enseñando a sus nietos a que cuando entonen tal himno cambien la palabra hombres por gente. De esa forma, concluye, todo el pueblo andaluz se sentirá representado y podrá emocionarse interpretando nuestro himno.
Repito: hago firme propósito de no hablar más de este tema. Termino diciendo que, a lo mejor, todo esto concluye en que el estúpido soy yo. Pero, como reza el título de aquella obra de Pirandello, Così è (se vi pare). Preguntadle a Rafael Bueno, que sabe italiano.
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