jueves, noviembre 23, 2006

CATALUNYA

En su libro Estética y ética estética cuenta Juan Ramón Jiménez, recordando sus relaciones con Fernando Villalón, una anécdota vivida en los años de colegio. Un cura le exigía que, al escribir una carta a sus padres, pusiera en el sobre, arriba y a la izquierda del sello Provincia de Huelva. Él, en cambio, escribía solo Huelva y abajo a la izquierda. El padre Castelló, que ese era el nombre del cura, se lo recriminaba y le preguntaba enfadado por qué lo hacía así, a lo que él respondía: "Porque me gusta más". Entonces Villalón, que era alumno obediente y cumplidor de las reglas, salía en su defensa alegando: "Verá, padre Castelló; lo hace así porque Huelva está al suroeste de Moguer. Por eso lo pone abajo y a la izquierda. Y como Morón está debajo de Sevilla, por eso yo lo he escrito bien." Y de esta manera, se libraba del castigo.
Hoy no voy a hablar de Juan Ramón, ni de Huelva ni Sevilla, ni tampoco de geografía. Quiero hablar de la ortografía del nombre de ciudades pertenecientes a comunidades en las que se habla una lengua distinta del castellano. Hace apenas dos días, mientras escribía las respuestas a un examen, entre cuyas preguntas una solicitaba hablar de la realidad plurilingüe de España, una alumna, Raquel, me preguntó si podía escribir Catalunya porque a ella le sonaba mejor escribirlo así. Le dije que era preferible que escribiera Cataluña. Por supuesto que le hubiera aceptado cualquier forma y que ello no habría redundado de ningún modo en la calificación. Pero en aquel momento no podía justificarle mi respuesta.
¿Qué pasa con esta cuestión? Me avisa Zalabardo que ya en una de las notas de esta agenda he hablado del asunto, pero no me importa repetir. De siempre ha sido costumbre en nuestro idioma trasladar los nombres de poblaciones cuya forma original es distinta. Así, decimos Londres y no London, como decimos Milán y no Milano. Hay nombres más complicados: preferimos decir La Haya antes que Den Haag, o Amberes en vez de Antwerpen; y mejor Aquisgrán que la forma alemana Aachen o la francesa Aix-la-Chapelle. Mis alumnos saben, porque yo se lo he dicho, que pienso que siempre debemos intentar expresarnos en la lengua del lugar que visitamos, por mucho que nos cueste. Y si intentamos pedir un café en francés, si estamos en París, ¿por qué no lo vamos a pedir en catalán, si estamos en Barcelona, o en gallego, si estamos en Pontevedra?
Pero, por otra parte, si lo hacemos con todos los topónimos del mundo, ¿por qué no vamos a castellanizar los de las comunidades españolas no castellanohablantes? Por ello, yo prefiero decir La Coruña, Lérida, Elche, Ibiza o Pamplona, en lugar de A Coruña, Lleida, Elx, Eivissa o Iruña, cuando me expreso en castellano. Cuando me encuentre en Galicia, Cataluña, etc., ya será otra cosa.
También sabéis que yo no me considero nacionalista y que tildo cualquier tipo de nacionalismo de cateto y trasnochado. Por eso no entiendo que en las diferentes bases de datos de municipios españoles, como en el registro de poblaciones y municipios del Ministerio de Administraciones Públicas, las diversas Comunidades hayan solicitado, y conseguido, que el único nombre oficial que figure sea A Coruña, Pamplona-Iruña, Eivissa, etc. Claro, que la mayoría de esa gente es posible que sepa algo de política, aunque dudo que sepa algo de lengua.

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