sábado, noviembre 25, 2006

COMPAÑEROS

Ayer estuvimos en el teatro. Esta vez, Zalabardo se quedó atrás, porque ya éramos muchos y a él, que ya es bastante tímido de por sí, no le apetece mezclarse con tanta gente. Presenciamos una representación de Otelo, el celoso moro de Venecia, en una dignísima versión puesta en escena por el Teatre Lliure, con adaptación del texto y dirección de Carlota Subirós. Todo ello se conjugó para mostrarnos que las obras maestras, como esta de Shakespeare, siempre tienen actualidad.
A una buenísima velada de teatro siguió una no peor velada de compañeros. Nos reunimos para cenar y se habló de cuanto se terció, con la frescura y desinhibición de quienes no recelan nada de aquellos con quienes se comparte mesa. Empezamos hablando del espectáculo presenciado y cada uno expuso sus puntos de vista. Solo no concordé con la interpretación que hacía José Manuel acerca de la defensa de la condición femenina que Shakespeare hacía a través del personaje Emilia, esposa de Yago. Yo creo más bien que eso no corresponde al texto original, sino a la versión modernizada de la directora.
Pero, aparte de esto que digo, las conversaciones fueron intrascendentes, como corresponde bien a este tipo de reuniones en las que lo que importa no es lo que se hable, que es más para olvidar, sino el afianzamiento de los lazos personales. Al menos eso me pareció a mí cuando regresé a casa y me vi metido en la cama. No recordaba prácticamente nada de lo hablado, pero sentía una feliz sensación por la velada pasada con los compañeros, pues eso habíamos sido más que nunca ya que habíamos compartido el pan, que no otra cosa significa la palabra.
En una ocasión anterior creo haber dicho qué es para mí un libro bello. Hay uno de estos, del cual es autor Louis-Jean Calvet, que lleva el sugerente título Historias de palabras. De él, y del otras veces citado Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española, me valgo para exponer lo que sigue: Hay una raíz indoeuropea *pa, que significa 'proteger' y 'alimentar'. Según aparezca con diferente sufijos da lugar a nuestras palabras pan, pacer ('alimentar'), pastor ('el que alimenta al ganado') o las más extrañas forraje ('hierba con que se alimenta al ganado') y furriel ('oficial del ejército que distribuye el pan, la comida y el pienso de cada compañía'). Si nos quedamos con la primera, tenemos pan, en español, el francés pain, el portugués pão o el italiano pane. 'El que comparte el pan' es compañero en castellano, compagno en italiano, compagnon y copain en francés, companheiro en portugués e incluso companion en inglés. De ahí a compañía y acompañar, el paso es fácil y lo podemos ver en todas las lenguas citadas. Pero, para terminar ccon esta serie, hay una palabra en castellano que, vista desde la perspectiva de su significado es muy bella: panera. La panera es, al tiempo que una 'cesta para colocar el pan', el 'troje o cámara de las casas en la que se guarda el grano con el que se fabricará el pan'. Cuando hace unos días estuvimos en Valderrubio visitando la casa de García Lorca, pudimos ver una de estas paneras.

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