Hubo un tiempo en que la gente se hacía la ropa a medida. Modistas y sastres eran profesionales no solo bien vistos sino, por lo general, con amplia clientela. Ya creo haber dicho en alguna ocasión que yo me crié en un taller de costura, pues mi madre desempeñaba tal actividad. Muchas tardes de invierno de mi niñez las pasé en el taller ayudando a quitar hilvanes y a enhebrar agujas mientras escuchaba los novelones y los programas de discos dedicados de la radio.
Pero llegó un día en que esta actividad decayó y la gente empezó a comprarse ropa ya confeccionada, o prêt-à-porter, 'lista para llevar', según el galicismo que con la moda se nos cayó encima. Pues bien, este sistema se ha incorporado a otras muchas actividades. Ayer mismo, fuimos Zalabardo y yo a un gran establecimiento de mobiliario porque había que hacer unas compras; no mucho, pequeño mobiliario. Paseas por la exposición, ves lo que te ofrecen y finalmente tienes la suerte de encontrar lo que buscas. Llamas al vendedor, que educadamente te atiende en cuanto necesitas y realizas la compra. ¿Cuándo me lo llevarán?, preguntas ingenuamente, porque te responden, sin perder la sonrisa, que nada de eso, que lo puedes recoger inmediatamente en el almacén. Y allá que vas al almacén, donde te hacen entrega de una gran caja que contiene todas las piezas de lo que has comprado, incluidos tornillos, cola y cualquier tipo de accesorio. Así que al llegar a casa, tienes que empezar a pelear por adivinar qué es cada pieza y entender la hoja de instrucciones para el montaje y ya tienes toda la tarde ocupada. Y en tal tarea, Zalabardo no se ha dignado en ayudarme; decía que bastante tenía con ir transmitiéndome las instrucciones.
El prêt-à-porter en el lenguaje es también más frecuente de lo que pensamos. Yo considero que se puede denominar así la tendencia a utilizar expresiones que nos llegan de otras lenguas sin dar ocasión siquiera a adaptarlas a nuestro idioma. ¿Para qué traducirlas?, parece que nos decimos; al fin y al cabo son muy cómodas y todo el mundo las entiende. Y no pensamos que ese no es más que un camino de empobrecimiento idiomático, pues no solo damos entrada a elementos léxicos foráneos sino que dejamos de pensar en cómo se expresaría en la lengua materna cualquier concepto más o menos novedoso.
¿Ejemplos de expresiones prêt-à-porter? Muchas. La informática nos ha traído el floppy disc, 'el disco flexible', como internet ha extendido los cursos on line, 'en línea' o 'a través de internet'. El deporte nos deja mountain bike, 'bicicleta, o ciclismo, de montaña' y el tie-break, 'juego decisivo' o 'desempate'. La vida moderna y agitada de las ciudades nos ha familiarizado con la fast foot, 'comida rápida'; con los establecimientos after hours, 'fuera de horario', 'sin horario fijo' o 'de horario flexible'; con el trabajo full time, 'de jornada completa' o 'de dedicación exclusiva' o con los cambios de look, 'imagen' o 'aspecto'. Los viajes transcontinentales nos hacen caer en las garras del jet lag, que no es sino el 'desfase o desajuste horario'. Por fin, para no alargarnos, el cine y la literatura nos llevan a hablar en ocasiones de flash back, o sea, 'escenas retrospectivas', 'saltos atrás' o, con terminología de las retóricas clásicas, 'analepsis'.
No debería ser todo tan complicado, ¿verdad? Pero igual que ya vamos pocas veces al sastre o a la modista para hacernos un traje a medida, pudiéndolo comprar ya confeccionado en unos grandes almacenes, remoloneamos y nos dejamos arrastrar por este listo para llevar de las expresiones extrañas.
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