jueves, agosto 16, 2007


TODO LO MALO SE PEGA
Es esa una frase que, según cuenta Zalabardo, solía repetirle su madre cuando era pequeño y he de reconocer que a mí me pasaba igual. En realidad, no creo que exista alguien a quien no le hayan espetado alguna que otra vez tal o parecida expresión. Con ella queremos indicar que, por lo general, somos más propensos a seguir a los demás en lo que son vicios que en las virtudes. No en vano hay otra frase que afirma "haz lo que digo y no lo que hago", con la que, parece claro, pretendemos dejar sentado que muchas veces somos incapaces de seguir aquello que planteamos como consejo a los demás.
Con el lenguaje nos pasa igual y creo que ya alguna vez he insistido en la idea. Hay giros, construcciones, usos que no tienen en sí apenas complejidad pero que, tan solo por mera cuestión de mimetismo, tendemos a emplear mal. Y poco importa que la norma sea clara. La realidad nos dice que, paradójicamente, cada día se incurre más en el error. O al menos eso me parece a mí. ¿Falta de atención? ¿Poco interés en tratar la lengua con corrección? ¿Deficiente aprendizaje? Le digo a Zalabardo que, cualquiera que sea la causa, el hecho está ahí, patente para quien lo quiera observar. Veamos dos ejemplos que tienen que ver con el uso de los pronombres personales átonos.
El primero. Consulto el Esbozo de una Nueva Gramática, de la RAE, que se remonta a 1973 (ya veremos por dónde anda la nueva gramática académica que nos anuncian) y la cuestión está más que clara: cuando usamos la fórmula "a + pronombre o sustantivo" en un complemento directo o indirecto, es frecuente que vaya acompañada, antepuesta al verbo, de un pronombre átono que, en ocasiones, es forzoso (a él lo castigaron) y otras veces es simplemente redundante (les avisó a sus amigos para que no esperaran). En cualquier caso, hay que tener presente que esa forma átona es un complemento anticipado que debe mantener la concordancia —lo vemos en el segundo de los ejemplos— con otro complemento más preciso que viene después. Sin embargo, incluso en textos que deberían estar muy cuidados, vemos que esa concordancia no se cumple. Es lo que ocurre en un periódico que subtitula una noticia del siguiente modo: El jefe del estado francés se mueve en todos los frentes, haciendo incluso el trabajo que le corresponde a sus ministros; está claro que debería haberse escrito les, porque se refiere a ministros. Y pocos días después, en el mismo periódico, podía leerse le dijo a dos ciudades, donde debería haberse dicho les dijo.
El segundo. Creo que todos tenemos claro, más o menos, qué son esos vicios llamados leísmo, loísmo y laísmo. También que cuando el leísmo es de persona (le vi esta tarde —a Juan— en lugar de lo vi) se considera admisible aunque no sea recomendable. Los andaluces, hace un tiempo, no teníamos ningún problema con estos pronombres átonos, los utilizábamos a la perfección, respetando la norma. Y digo que utilizábamos porque parece que ya entre nosotros se ha asentado (de ahí eso de que todo lo malo se pega) el leísmo, aunque sea el de persona. En el mismo periódico, en una información fechada en Sevilla, y supongo que redactada por un andaluz, pude encontrar hasta cuatro casos de este empleo irregular: A veces les rechazan, Durante años les "espantaba", les ayudan a encontrar y para que les contraten. En los cuatro, el contexto nos indicaba que deberíamos haber utilizado los.
Le digo a Zalabardo que habrá quien crea excesiva mi observación y oponga a ella que el uso "está permitido" por la Academia. No diré yo que no a nadie que tal cosa me replique. Lo que quiero indicar es que antes los andaluces no hablábamos, ni escribíamos, así. Y si ahora lo hacemos es por una mala influencia, se diga lo que se diga. Zalabardo calla y se limita a mostrarme el fragmento de una Gramática escrita en 1865 por don Raimundo Miguel, catedrático de Retórica y Poética. Su leísmo lo lleva incluso a deformar el origen de las formas átonas, según podemos apreciar. Y luego queremos que el común de la gente no se equivoque.

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