lunes, octubre 06, 2008


LA LENGUA DE LOS POLÍTICOS
José Luis Rodríguez me envió hace ya días a través del correo electrónico un vídeo (bien es verdad que retocado y editado) que recoge una comparecencia en el senado de la señora ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, que es todo un ejemplo de mala oratoria, de pobreza expresiva y, lo que es peor, de falta de capacidad para enfrentar los temas graves que a un cargo de esta naturaleza se le presentan: nerviosa, titubeante, perdida en un mar de papeles que no consigue ordenar y sin los cuales no acierta a decir nada a derechas. Es fácil encontrarlo, pues anda por ahí en YouTube y páginas similares. Oyendo y viendo el vídeo, me ha venido a la cabeza lo que dice un personaje de El corazón helado, la última novela de Almudena Grandes; es una octogenaria que afirma: "Tenía un pico de oro, eso decía la gente. Tu abuela hablaba bien, pero él... Claro que es lo que tenían los políticos de entonces, que los de ahora no valen ni para limpiarles los zapatos".
No en vano es proverbial la frase ser un Castelar para referirse a quien se expresa con pulcritud, elegancia y efectividad. Marina Fernández, en una tesis doctoral que versaba sobre el lenguaje de los políticos republicanos, decía que los políticos de aquel momento se caracterizaban por un uso cuidadoso de la retórica y de un lenguaje claro, dominado por la racionalidad. Por otra parte, es interesante recordar que lo común hasta el estallido de la guerra civil era hablar de forma espontánea, improvisando sobre la marcha, mientras que ahora no existe un solo diputado capaz de emitir tres palabras seguidas sin tener los papeles delante.
Ya en torno a 1990, dos periodistas, Luis Manuel Duyos y Antonio Machín, fueron los promotores de un proyecto que apadrinaría Telefónica: la redacción de un Informe sobre el lenguaje que, en forma de fichas, comenzó a ser distribuido entre parlamentarios, sindicalistas y periodistas con el propósito de intentar frenar el deterioro que nuestra lengua sufría en los ámbitos de los citados. Y el profesor Ramón Sarmiento, uno de los coautores del interesante Manual de estilo del lenguaje administrativo, publicado en 1993, acusa a la clase política y administrativa de pobreza de vocabulario, sintaxis mal construida, lenguaje críptico con el que se intenta decir poco o nada, fórmulas estereotipadas y otras incorrecciones de diferente cariz.
Hacer una relación de estos errores comunes llevaría tiempo y espacio, por lo que podemos citar solo algunos: empleo de giros tomados de otros idiomas, como *es por eso que (es por eso por lo que o, simplemente, por eso), *documento a presentar (documento que presentar), *en base a (basado en); uso del gerundio en lugar del relativo, como *resolución sancionando (resolución que sanciona); empleo abusivo de circunloquios, pues ya no se visita, sino que se gira visita, no se presiona, sino que se ejercen presiones, no se estima o rechaza, sino que se valora positiva o negativamente, no se aprueba, sino que se da luz verde; se alargan innecesariamente las palabras, ya que alguien no se define o se sitúa, sino que se posiciona, no hay problemas, sino problemáticas, no se acaba, sino que se finaliza y así casi hasta el infinito.
Pero no quiero acabar sin ofrecer siquiera algunas perlas de la comparecencia en el Senado de la ministra Álvarez. Téngase en cuenta que toda la intervención hay que imaginarla con la susodicha revolviendo papeles y sin encontrar aquellos que le pueden servir de chuleta; vaya por delante la primera: Lo que yo he tratado de decir, lo que pasa es que en una intervención inicial es muy difícil, es que el aeropuerto...ooo, de Barajas es muy grande y tiene, ¿no?, muchas instalaciones y tiene muchas...hummm... zonas aledañas. Ha habido dos millones quinientas mil operaciones de, de vuelo en Barajas y por lo tanto está claro que... que la compañía es la que, ¿eh?...; me estoy confundiendo, por lo visto no es en Barajas [...] Sin comentarios.
La siguiente, aunque toda la intervención es un auténtico collar, pudiera considerarse la más llamativa: Hay determinadas cuestiones de las que ustedes han planteado que, aun conociéndolas, algunas las desconozco [...] Coincido con usted totalmente en que no tengo ni idea de la función pública. La señora Marco, le reitero, ha dicho que yo no tengo idea de la ley de la función pública, o de la función pública; seguramente no, pero eso no es lo importante. Lo que sí le voy a decir es que yo soy inspectora, pertenezco a un cuerpo que existe. Esta mujer conoce hasta las cosas que desconoce; o desconoce las que conoce, vaya usted a saber; pero, eso sí, es inspectora de un cuerpo que, al menos, existe.
Y la última, con la que cierra su intervención, es la repera: Usted ha dicho, o no lo ha dicho, o lo he dicho yo, es lo de menos, en inglés o en español, en enero de 2009. Muchas gracias. ¿Alguien da más? Y luego nos quejamos de los resultados del Informe PISA.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace unos días, uno de nuestro grupo nos contó que había estado intercambiando impresiones con una persona de reconocida influencia dentro del partido socialista con la que, de vez en cuando, tiene el gusto de hablar de lo divino y de lo humano sin tapujos, pero siempre desde un posicionamiento respetuoso con todos.
Uno de los temas tratados fue el de la ministra, pues el encuentro coincidió en fecha con los días en los que la susodicha asombraba a la opinión pública por su falta de recursos y sus numerosos lapsus ante los acontecimientos que dieron lugar a su intervención frente a los periodistas y las cámaras. El hecho es que la persona influyente, que la conoce personalmente, aseguraba, ante la sorpresa de su interlocutor, que es una mujer de reconocida reputación, que ganó su puesto en la administración en unas oposiciones donde sacó el número uno, que tiene uno de los mejores currículos y expedientes dentro de la clase política, etc., etc.
Nada de esto se discutía, afirmaba nuestro compañero de grupo que se limitaba a decir muy preocupado que lo peor era la lamentable imagen que la señora daba ante las cámaras y ante la opinión pública, algo así como si estuviera poseída de una demencia senil ya avanzada.
Como quiera que sea, es triste y decepcionante ver que una persona que ocupa un alto cargo en el gobierno esté reiteradamente en la palestra no por los problemas que se suceden en el día a día, si no por la manifiesta falta de soltura dialéctica.
Los de La Colina