martes, octubre 14, 2008


ZAFRAMAGÓN
Hace ya mucho tiempo que Zalabardo conoce mi afición por la naturaleza y mi inclinación por los paseos campestres. El senderismo es una actividad perfecta para quienes, por razón de la edad, tenemos ya vedados otra suerte de deportes. No hay que batir marcas, no compites contra nadie, puedes parar a contemplar las delicias que el paisaje te ofrece y tienes ocasión de platicar con muchas personas a las que antes no conocías. Por lo común, Zalabardo no suele acompañarme, pero le gusta que, al regreso, le cuente dónde hemos estado y le muestre fotografías del lugar.
Este pasado puente del Pilar hemos aprovechado el fin de semana para hacer una escapada a la Vía Verde de la Sierra, que discurre entre las poblaciones gaditanas de Olvera y Puerto Serrano, cruzando también un trecho de la provincia de Sevilla. Las vías verdes son antiguos trazados ferroviarios que han perdido su condición de tales y se han habilitado para recreo de caminantes y ciclistas, especialmente. En Andalucía tenemos veinte trazados de esta naturaleza de los que exactamente la mitad, diez, están ya perfectamente acondicionados, con toda clase de servicios, para su nueva función. Para gestionar estas vías se creó la Fundación Vías Verdes y para la atención directa a los usuarios existe, al menos en algunas de ellas, una Patrulla Verde.
La Vía Verde de la Sierra discurre sobre un total de 36 kilómetros. Dispone de tres hoteles situados en lugares estratégicos: Olvera, inicio de la vía; Coripe, punto intermedio; y Puerto Serrano, final. No pueden tener una mejor ubicación porque son antiguas estaciones reconvertidas en pequeños y coquetos alojamientos; o sea, que están al pie de la misma vía. Nosotros hemos estado alojados en la de Coripe, pueblo sevillano, porque, dada su situación, permitía cada uno de los días caminar en sentidos diferentes sin tener que repetir recorrido. Nada más llegar, nos abordó Andrés, jefe de la Patrulla Verde, para informarnos del lugar y ofrecernos su ayuda en cuanto nos fuese preciso. El gestor del Hotel Estación de Coripe, Juan Ramón, nos acogió igualmente con toda amabilidad. Debo confesar que la estancia no ha podido resultar más placentera: trato exquisito, magnífica comida a un precio nada disparatado, de una calidad que no se espera en un lugar de esa naturaleza (las croquetas y el pisto de la madre de Juan Ramón, para chuparse los dedos), y cómodas habitaciones. Todo ello se acompaña de tres características que, según quienes las analicen, tendrán más o menos valor: el hotel no dispone de televisión ni de línea telefónica fija y la cobertura para móviles, por lo común deficiente, en días nublados, tal como nos ha ocurrido a nosotros, es totalmente inexistente. Al menos a mí, todo eso me pareció una maravilla, pues no es fácil poder estar dos días aislados de todo lo que no sea la naturaleza.
¿Qué hacer en este paraje aparte de caminar y no preocuparse por nada? Digamos que, además de disfrutar del paisaje y del sendero en sí mismo, que discurre junto a los cauces de los ríos Guadalete y Guadalporcún y que en sus treinta y seis kilómetros ofrece treinta túneles, uno de un kilómetro de longitud y varios de ellos iluminados, más cinco viaductos, existen elementos que hacen amena la estancia: el área de descanso Junta de los ríos, en la unión de los dos citados, la contemplación del Chaparrro de la vega, con más de treinta metros de diámetro en su copa y más de uno en su tronco, y, por encima de todo, la visita al Centro de interpretación y observación de buitres del Peñón de Zaframagón. Por la noche, aprovechando un claro entre las nubes, Juan Ramón nos prestó su telescopio para admirar la luna y Júpiter con cuatro de sus satélites, aparte de enseñarnos a reconocer el canto de los cárabos y distinguir el de los macho del de las hembras.
El Peñón de Zaframagón es un abrupto peñasco de apenas 600 metros de altura que se eleva junto al pequeño poblado del mismo nombre. Si ya impresiona el corte que la erosión de las aguas del Guadalporcún ha tajado sobre esta mole caliza, el Estrechón, como lo llaman los lugareños, el lugar es importante porque acoge la Reserva Natural de la mayor colonia de nidificación de buitres (quinientas parejas) de la Península Ibérica y una de las principales de Europa. A una distancia de aproximadamente un kilómetro de la cumbre, la antigua estación de Zaframagón se ha convertido en centro de observación directa, en tiempo real, gracias a una cámara estratégicamente colocada al otro lado del Estrechón y que dispone de movimiento de 360° y potentísimo zoom. Francisco, que atiende a los visitantes, nos proporcionó una valiosa e instructiva charla sobre costumbres y usos de la vida de los buitres al tiempo que ilustraba sus palabras con las imágenes que la cámara recogía.
Han sido, pues, dos días de esos que consideramos que sirven para cargar las pilas. La leve llovizna de la tarde del primer día y de la mañana del domingo sirvió para suavizar y hacer más llevadera la caminata. Es una visita que aconsejamos a cualquiera que ame la naturaleza o quiera simplemente empezar a conocerla. Al fin y al cabo, se llega a Coripe en una hora desde Sevilla, una y media desde Cádiz y dos desde Málaga. Y si a alguien no le apetece andar, existe un alquiler de bicicletas y de caballos para recorrer la ruta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta agenda es un lujo en todos los sentidos, escritor. Habla usted en ella de tantas cosas tan bonitas, y con tanto cariño y entusiasmo, que dan ganas de emprender el camino para disfrutar de la naturaleza como usted lo describe. El inconveniente es la edad para aquellos que ya estamos algo más que mayores, pues no aguantamos en estos momentos ni dos horas de coche. Pero que conste que vale la pena leerle y sentir lo que usted transmite.
Andrés desde La Colina