miércoles, abril 22, 2015

LA RUTA DE DON QUIJOTE, 1. ¿DÓNDE ESTÁ DON QUIJOTE?


En un lugar de La Mancha...

            Cuando me puse en camino para realizar la Ruta de don Quijote mis perspectivas, le cuento a Zalabardo mientras le explico la experiencia, eran diferentes a lo que la realidad me ha mostrado. Apenas si hay lugar manchego que no luzca a su entrada un cartelón verde con el logo del aspa (que es ya de 2005) y el indicativo Ruta del Quijote, ni pueblo que no muestre a cada paso esculturas del caballero y el escudero o locales con nombres de personajes de la novela. Pero la verdad es que, pese a todo eso, en mi rápido recorrido por la zona no he logrado hallar en la gente el espíritu de don Quijote.
            La Mancha cervantina (la que me interesa) tiene productos y poblaciones notables. El queso es exquisito; el vino no será el mejor del mundo, pero es apreciable. Están la bellísima plaza de San Carlos del Valle, la monumental Villanueva de los Infantes, las Tablas de Daimiel, las Lagunas de Ruidera…
¿En qué piensa Cervantes, solo, en un rincón de Argamasilla?
            Pero, por encima de todo ello, La Mancha es universalmente conocida por don Quijote. Si el humilde hidalgo, seguido pacientemente por su escudero Sancho, no hubiese cedido al desvarío de deshacer cuantos entuertos hay en el mundo (aun con la oposición de bachilleres, curas, barberos, amas y sobrinas por evitarlo) hoy sería menos conocida.
            A cambio, ¿qué ha hecho La Mancha por don Quijote? Puede que me equivoque, pero creo que poco. Alonso Quijano, el Bueno, el enamorado de Dulcinea, ocupa un espacio muy reducido en el corazón de esta gente. Los manchegos, ojalá sea falsa impresión mía, no lo aprecian como se merece. Empezando por las autoridades de la Comunidad. Pocas muestras he visto, por no decir ninguna, que nos recuerden que estamos en el iv Centenario de la publicación de la segunda parte de la mejor novela de la literatura universal.
            Me responde Zalabardo que tal vez exagere. Le doy unas muestras. Aún no existe una Ruta literaria de don Quijote fiable y cuidada. En todas partes estuvo, como si fuese ubicuo, pero nadie te da razón de él. La señalización existente está obsoleta, deteriorada e inservible por causa de los elementos o de los bárbaros. Los caminos (ya hablaré de ellos) han desaparecido en gran parte sin que se sepa bien (o se sabe, pero se mira a otro lado) por qué. La gente de los pueblos desconoce los caminos y se empeñaban en que cogiese la carretera.
El pobre Sancho ha perdido la cabeza.
            No pocos lugares y edificios ofrecen horarios deficientes o están cerrados: no he podido visitar la botica de los Académicos en Argamasilla de Alba ni la Casa del Caballero del Verde Gabán, en Villanueva de los Infantes; en plena primavera, la Cueva de Montesinos solo es posible visitarla en fines de semana. Por cierto, en el conjunto escultórico que hay a la entrada de la Cueva, al pobre Sancho lo han decapitado. El personal de las oficinas de turismo (con excepciones notables, que ya dejé reflejadas en una entrada anterior) desconoce la zona, la novela y cualquier dato que se le pregunte en torno a ella o sus personajes.
            En la Casa de Medrano (oficina de turismo, centro cultural y no sé cuántas cosas más, de Argamasilla de Alba) atrajo mi atención una, al parecer, cuidada edición del Quijote financiada por la Junta de Castilla-La Mancha en 2005 que lucía en una vitrina y de la que me dijeron que era “el texto auténtico del Quijote”. Sentí curiosidad: ¿qué es eso de “texto auténtico”? Pregunté la razón de su autenticidad, si acaso querían decirme que era un facsímil de la edición príncipe. Desconocían qué es una y otra cosa. Pedí permiso para ver el libro y me lo denegaron porque “lo había mandado allí la Junta y no se podía tocar, ya que era muy valioso”.
Dicen que en esta celda estuvo preso Cervantes
            Y fuera de los organismos oficiales, tampoco la gente común parece estar muy interesada en el asunto. La mejor definición de la situación me la proporcionó el dueño de un bar de Alhambra al que entramos a tomar un té. Le pregunté qué les parecía que su pueblo fuese, como algunos dicen, el lugar donde se celebraron las bodas del rico Camacho. “Mire usted —me respondió—, esto es cosa de los ayuntamientos. Todos quieren arrimar el ascua a su sardina y no piensan más que en sí mismos. Aquí estuvieron hace unos años unos señores dando unas charlas sobre las cosas que usted dice; luego se fueron y ahí quedó todo. Al final, los ayuntamientos grandes, La Solana, Infantes y esos son los que se quedan con el provecho”.
            No sé si tendrá razón, pero en el caso de los dos citados por él, ambos presumen de poseer el palacio de don Diego Miranda, el Caballero del Verde Gabán de la novela. No pude visitar ninguna de las dos mansiones.
¿Salió don Quijote por una puerta como esta?
            Sin embargo, digo a Zalabardo, la entrada en la Ruta fue de lo más esperanzadora que imaginarse pudiera. La casa rural que habíamos alquilado en Argamasilla, aun remozada, conserva el aire de caserón antiguo, con un portalón semejante al que debió atravesar una mañana el caballero en busca de la gloria y la fama. En mitad del salón, testimonio de la antigüedad de la construcción, una trampilla da acceso a un oscuro sótano de los que antiguamente se usaban para mantener frescos los alimentos. Y, sobre todo, Vanessa, la dueña, nos esperaba con un agasajo de bienvenida: una buena muestra del queso artesanal que su familia sigue fabricando y una botella de vino de la tierra, también artesanal. No pude evitar pensar en los pastores que acogieron a don Quijote en el lugar del que ya hablaré.
            Pero, con todo lo bueno y todo lo malo que he encontrado, le digo a Zalabardo que regreso feliz. Cierto que me queda el amargo regusto de comprobar que, en nuestro tiempo, don Quijote sería tan poco comprendido en su tierra como lo fue hace cuatro siglos. Pero, aun así, he gozado de la oportunidad de recordar episodios de la novela y de imaginar que transitaba siguiendo las huellas que el caballero dejó. Que no es poco.

No hay comentarios: