domingo, junio 14, 2015

¿QUÉ HACEMOS CON LOS GERUNDIOS?



            Leíamos el otro día en un medio de prensa: Se realizó un registro exhaustivo hallando en el vehículo… En un informativo de una televisión, ese mismo día, oíamos: Se ha producido un choque frontal de dos vehículos, muriendo ambos conductores. Giros así son frecuentes un día y otro. Y deben evitarse, puesto que son incorrectos.
            Comento con Zalabardo que no faltan por doquier ejemplos que tratan de ilustrarnos acerca de cuestiones de estilo, de ortografía o de gramática. Algunos son realmente curiosos. Se cuenta que Valle-Inclán, preguntado por un periodista sobre las razones de su viaje a Méjico, respondió: Yo fui allí porque México tenía la intrigante y mística x. Aunque ya hace tiempo traté aquí el porqué de esa dualidad México/Méjico, aviso que volveré pronto sobre ello.
            Gabriel García Márquez, que no hace mucho emitió algunas controvertidas opiniones sobre la ortografía, decidió un día proscribir de su escritura los adverbios terminados en –mente. En sus memorias, Vivir para contarla, escribe: La práctica terminó por convencerme de que los adverbios de modo terminados en mente son un vicio empobrecedor. Así que empecé a castigarlos donde me salían al paso, y cada vez me convencía más de que aquella obsesión me obligaba a encontrar formas más ricas y expresivas. Es posible. Siempre podemos mejorar lo que escribimos o hablamos.

Viñeta de Forges
            Cuando a Azorín se le preguntó sobre los secretos de su estilo, respondió que no existía tal secreto: Simplemente —dicen que dijo— donde los demás ponen una coma, yo pongo un punto. Y Vicente Huidobro, en su poema Arte poética, pontificó: El adjetivo, cuando no da vida, mata.
            Por fin, Luis Martín-Santos, en la secuencia 13 de Tiempo de silencio, al hablar de los consejos que algunos escritores que se creen superiores dan en las tertulias a los que comienzan, escribe: Y no porque cada maestro (por otra parte por nadie reconocido como maestro) diga a cada discípulo (nunca por sí mismo tenido por discípulo): “Esto has de hacer”, “Aprende lo que digo”, “No abuses del gerundio”…; sin embargo, de inmediato, continúa el texto con un párrafo que no llega a veinte líneas en el que emplea catorce gerundios. Aquí, lo que destaca es la ironía de quien opina.
            El estilo, dicho sea de paso, es una cuestión muy particular. Frente a lo que dice Azorín, Cela compuso Oficio de tinieblas 5 sin emplear un solo signo de puntuación. O, para ser más exactos, alguna que otra vez emplea un punto que, por lo general, está mal utilizado. ¿Y qué decir de La reivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo?
            Pero hay otras cosas que ya no dependen del estilo personal, sino que caen de lleno en lo que es la norma, es decir, lo que se ajusta a la naturaleza del idioma. Y el gerundio es un caso que provoca bastantes problemas a la hora de escribir. Confieso que yo mismo tengo a veces dudas sobre si no estoy incurriendo en error cuando los uso. No voy a soltar aquí, tranquilizo a Zalabardo, toda la normativa referida al gerundio. Me limitaré a los aspectos más notables.
            El gerundio, junto al infinitivo y al participio, es una de las formas no personales del verbo. El infinitivo es el nombre del verbo y expresa una atemporalidad (comprar es necesario); el participio es un adjetivo verbal y expresa proceso ya concluido (comprado el piso, nos hicimos cargo de él); por fin, el gerundio es un adverbio y expresa la simultaneidad, o la anterioridad, respecto al momento en que se habla (comprando este producto colaboramos al proyecto).
            De lo dicho anteriormente, debe desprenderse: primero, que un gerundio de posterioridad contraviene la norma y debemos rechazarlo. En los ejemplos del principio, se debería haber escrito Se procedió a un registro exhaustivo que permitió hallar (tras el que se halló o, simplemente, y se halló) en el vehículo… Del mismo modo, se debería haber dicho Se ha producido un choque frontal de dos vehículos, y han muerto (o a consecuencia del cual han muerto) ambos conductores. Pero no debe olvidarse que si el gerundio señala una posterioridad muy inmediata puede considerarse válido: Salió dando un portazo.
Sansón matando al león, de G. Doré
            Por tratarse de un adverbio, es rechazable la construcción adjetiva especificativa. En lugar de Encontró una cartera conteniendo documentos importantes, debería decirse que contenía documentos o, simplemente, con documentos. Solo se acepta este valor adjetivo en las formas lexicalizadas agua hirviendo, clavo ardiendo y algunas semejantes, como hierbas colgando.
            Como norma general, el gerundio no debe complementar a sustantivos, salvo que se trate de verbos de acción: Así, será incorrecto decir Vi al niño teniendo fiebre, pero se aceptará que se diga Vi al barco alejándose del puerto. Sin embargo, este tipo de construcciones plantean, en no pocas ocasiones, ambigüedad: Vi a tu hijo bajando del avión (¿quién bajaba?), Me encontré a tu madre comprando en los almacenes (¿quién compraba?).
            Y, por último, se consideran correctos todos aquellos gerundios que aparecen en enunciados no oracionales que forman parte de titulares, pies de fotos o nombres de ilustraciones: El rey saludando al primer ministro portugués, El capitán del equipo recogiendo el trofeo, Judith matando a Holofernes.
            O sea, lo que decía al principio. Cada uno puede tener su estilo privativo y peculiar, pero lo que afecta a la norma es de obligado cumplimiento. Salvo que la norma cambie, claro está. Y la norma cambia cuando los hablantes modifican un uso. Bien es verdad que el cambio puede ser enriquecedor o empobrecedor; ahí está el problema. En esto del gerundio, la mayoría de los tratadistas aconsejan no abusar de ellos por considerarlos inelegantes. Pero esto, como la opinión de García Márquez sobre los adverbios terminados en –mente no deja de ser una opinión, una cuestión de estilo.

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