domingo, junio 13, 2021

LA INFLUENCIA DEL LENGUAJE TAURINO EN EL COMÚN

 

 


           Ayer mismo, mientras aguardábamos en una acera de Puerta de San Buenaventura a que Rosa Montero, sumada al movimiento de tantos escritores en favor de la librería Prometeo, nos firmara un ejemplar de La buena suerte, hablábamos Zalabardo y yo de las paradojas que uno encuentra. Mi amigo me recordaba que Pío Baroja mantenía que en ninguna cuestión se puede admitir que haya solo dos opciones, decir sí o decir no, porque bastante complicada es la vida como para que haya solo soluciones simplistas.

            Nuestras conversaciones son siempre distendidas y evitamos siempre caer en enfrentamientos insolubles. Sobre la situación de la librería Prometeo, mi amigo me decía que, para salir del atolladero en que se hallan, a sus gestores no les queda más remedio que atarse bien los machos y asomarse al balcón. Le pregunté si era consciente de que estaba empleando dos expresiones taurinas. Por supuesto que lo sabía.

            Tenemos una lengua plagada de expresiones nacidas en el mundo de la tauromaquia, que tampoco pasa por un momento boyante; no faltan quienes no solo le dan de lado, sino que abundan los que piden su completa abolición. A la cabeza, los partidarios de los movimientos animalistas. En este punto Zalabardo sacó la frase de Baroja, pues me decía no entender cómo colectivos que defienden para los animales derechos semejantes a los de los humanos, son tan reacios a reconocer esos derechos a los propios humanos; y me habla de quienes rechazan las migraciones, de la explotación laboral de niños, de los xenófobos, homófobos y cuantos “fobos” existen. Las paradojas que citaba más arriba.

            Aficionados amigos nuestros, José Manuel Ramírez o José María Pérez entre otros, saben bien que la tauromaquia ha pasado por periodos semejantes al actual, que su historia ha sido un continuo enfrentamiento entre detractores y defensores y momentos de auge se han visto seguidos de otros de prohibición. Pero, en el conflicto, tal vez debieran contemplarse aspectos que no se atienden, pues, lo decía Baroja, nada hay tan simple como para saldarlo con actitudes simplistas.

            Ni Zalabardo ni yo queremos entrar aquí en ese debate. Solo pretendemos dejar constancia de que el influjo de la tauromaquia ha sido tan grande en la sociedad española que nuestra lengua está plagada de expresiones taurinas que han pasado al lenguaje usual. Un estudio de Francisco Reus Boyd-Swan, de la Universidad de Alicante, así viene a demostrarlo. Se titula El léxico taurino en la vida cotidiana.

            Por ejemplo, con atarse bien los machos (machos son las cintas que ajustan la parte baja de la taleguilla o pantalón del traje de luces) aludimos al deseo de prepararse a conciencia para afrontar una difícil empresa de la que se quiere salir airoso. Se asoma al balcón el banderillero que se planta ante la cara del toro y se cuadra para colocar las banderillas del modo debido; en la vida diaria, asomarse al balcón es disponerse a ejecutar una tarea difícil aun conociendo el riesgo que comporta.

 


           Pero hay más. Asumir la responsabilidad de solucionar un asunto que no admite dilación, cuando otros temen actuar, es coger al toro por los cuernos. Y del que presume de su acción realizada una vez que ha desaparecido cualquier riesgo se dice que a toro pasado todo es fácil. Actuar sin ambages, sin prejuicio frente al qué puedan decir otros, tomando las medidas debidas, es actuar en corto y por derecho, porque esa es la forma de dar muerte al toro, citándolo de cerca y entrando con rectitud. Claro que si erramos en el intento hablaremos de pinchar en hueso. Quien se encuentra bajo de ánimoso o con pocas ganas de trabajar está de capa caída, pues el torero dispuesto a efectuar una buena faena sujeta su capote con firmeza y en alto. Por eso también, cuando deseamos prestar una ayuda echamos un capote al necesitado, igual que un torero trata de distraer al toro que acosa peligrosamente a otro diestro.

            Incluso cuando alguien presume de lo que se desconoce y mete baza en lo que no le concierne le diremos aquello de al torero en la plaza y al cómico en las tablas, con lo que damos a entender que a cada uno se lo conoce cuando interviene en su especialidad. Por el color del pelo y pinta de un toro, se los califica como azabaches, zaínos, mulatos, jaboneros, bragados, colorados, castaños… Es creencia generalizada que los toros castaños son bravos y peligrosos y, cuanto más oscuros, mayor su peligro. Por eso de cualquier situación complicada en la que son escasas las posibilidades de éxito se dice que pasa de castaño oscuro.

            Hay, no obstante, dos expresiones en las que ni Zalabardo ni yo lo tenemos claro ni acabamos de entender la interpretación que de ellas hace Francisco Reus. Por ejemplo, él recoge ir al hilo de y la explica diciendo que es cuando el toro persigue al diestro como si un hilo uniera a ambos hasta que lo obliga a refugiarse; pero, en su texto, la expresión que usa es hacer hilo. Si se consulta el DLE encontramos a hilo como ‘sin interrupción’ y ‘en línea paralela a algo’ y al hilo como ‘cortar algo siguiendo la dirección de sus hebras o venas y no de través’. Zalabardo cree que aquí hay cierta confusión y que lo que se usa en la tauromaquia es hacer hilo, queriendo indicar que el toro hiere al diestro, traspasando con sus pitones la ropa del toreador.

 


           Otra expresión para la que no encontramos explicación suficiente es la que afirma que no hay quinto malo. En casi todos los lugares consultados se lee que tiene su origen en la época en que aún no se hacía el preceptivo sorteo sobre en qué lugar se lidiarán los toros y a quiénes corresponderá su lidia. También se repite que era el ganadero, conocedor de su ganado, quien determinaba el orden y dejaba para el final el que consideraba mejor. Pudiera ser, ¿pero por qué llevar el buen toro al quinto lugar y no al sexto que cierra la corrida? Leo en otro lugar que Díaz-Cañavate, experto en tauromaquia aducía la razón de que todo era debido a que el famoso Guerrita exigía que se le otorgase para su segunda intervención el toro que consideraba mejor, hasta que apareció la figura de Mazzantini, que impuso el sorteo obligatorio. Parece lógico, pero la duda es si Guerrita actuaba siempre en segundo y quinto lugar.

            En fin, lo que aquí interesa es esa cantidad de expresiones que los toros nos han dejado, muchas de las cuales se nos quedan en el tintero: ser la hora de la verdad, haber hule, entrar al trapo, estar en capilla y muchas más.

No hay comentarios: