sábado, diciembre 04, 2021

HISTORIAS DE PALABRAS: ESCLAVO, ADICTO Y CICLÁN

 


Rastrear el origen y significado de las palabras conduce no pocas veces a descubrimientos curiosos, unas veces debidos a las relaciones semánticas que se establecen con el tiempo, por ejemplo las que suponen desplazamientos o ampliaciones de significados, y otras a una sencilla razón de etimología. Eso me ha sucedido mientras trataba de recomponer el proceso que explicaba el término esclavo. Y me encontrado con la necesidad de dilucidar lo que lo une a adicto y ciclán. La primera y la tercera palabras comparten etimología, mediando las lenguas griega y árabe; la segunda se relaciona con la primera por su significado.

            El DEL, con la frialdad de los diccionarios, dice que esclavo deriva de una forma latina medieval sclavus, nacida sobre el griego bizantino sklávos, forma regresiva de sklabenós, que designa genéricamente a cualquier individuo perteneciente a uno de los pueblos eslavos, quienes se llamaban a sí mismos slověninŭ, cuando caían cautivos de otros pueblos. Y, con esos datos, ya se le vienen a uno a la cabeza que dentro de esta familia de esclavo habría que estudiar esclavina o eslabón; pero eso alargaría el apunte.

            Sin embargo, lo que nos interesa es esclavo. Aunque en Roma existía la esclavitud, ‘carecer de libertad y estar bajo la potestad de otra persona’, su lengua no tenía la palabra esclavo. La introducción de sclavus, le cuento a Zalabardo, fue muy tardía; y aprovecho para aclararle qué relación tiene con adicto y qué la une con ciclán.

            La sociedad romana estaba integrada por clases distintas y un hecho diferencial primordial era la desigualdad entre las mismas. Las dos que más nos suenan son la de los patricios, cuya estirpe podía remontarse hasta los fundadores de Roma y la de los plebeyos, que podían presumir de muchas cosas menos de nobleza y estirpe. Unos y otros eran libres, aunque los segundos apenas disfrutaran de derechos. La relación respecto al señor, el pater familias, conocía muchos grados.


            Por lo pronto, el término más extendido en latín, el genérico servus, designaba a criados, servidumbre y a cuantos, de una forma u otra, dependían del pater. Por ejemplo, la condición de mancipium se aplicaba a hijos y parientes directos que vivían bajo la tutela del pater y carecían de autonomía hasta que abandonaban el hogar común; entonces lograban la emancipación, término que aún subsiste. El famulus, a quien ya podemos considerar esclavo, era cualquier servidor que habitaba en la misma casa del pater; curiosamente, de ahí procede el término familia. Cualquier otro servus era el esclavo tal como hoy se entiende. Pero había un grupo peculiar, el de los addictus, integrado por quienes por alguna razón, podría ser una gran deuda no reparada, un tribunal ponía bajo la potestad de un señor que se convertía en su amo y podía disponer de él a voluntad hasta que la deuda se saldase; también era esclavo. De addictus procede el actual adicto, ‘persona sujeta a alguien o a algo de lo que no puede ser separado’.

            ¿Y la palabra esclavo? Llegó al latín, ya se lo he dicho a Zalabardo, muy tarde, en torno a los siglos V o VI. ¿Su origen? Probablemente del bajo latín sclavus tomado del griego bizantino sklávo, ‘eslavo’, aplicado a cualquier miembro de un pueblo eslavo. Aparte de esa procedencia griega, nos muestra que no podía ser palabra patrimonial latina la presencia del grupo -sl-, inexistente en dicha lengua; la epéntesis -skl- facilita la pronunciación. Lo que no tiene sentido, le digo a Zalabardo, es la absurda etimología que todavía cita en 1611 Covarrubias: ‘dicho del hierro (clavo) que ponen en los carrillos al siervo o cautivo díscolo y fugitivo’.

            El esclavo es pues, en origen, cualquier eslavo que caía cautivo de otro pueblo y se convertía en su servidor, perdiendo todo derecho, incluso el de la vida. Con el tiempo, a cualquier cautivo, fuese cual fuese su procedencia, que pasaba a ser propiedad de alguien, se lo llamó esclavo. Ese origen parece suficientemente probado, pero podemos ampliarlo aduciendo bastantes documentos de la baja Edad Media que dan cuenta de cómo pueblos alemanes vendían los cautivos eslavos que conseguían en sus luchas contra ellos a otros pueblos, entre ellos a los catalanes. No pocos de ellos eran enviados a Lucena (Córdoba), que tenía una afamada escuela de cirugía, donde eran castrados y revendidos en toda la extensión de Al-Andalus como cuidadores de los harenes. Los árabes llamaron a estos eunucos siqlâb, arabización de sclavus.


 

           Y del árabe apareció en castellano ciclán, que de haber significado en un principio esclavo, adquirió el nuevo significado de ‘castrado’ y más tarde ‘que carece de un testículo’. Podemos recordar un romance jocoso de Quevedo titulado Refiere las partes de un caballo y de un caballero, que comienza así:


Yo, el único caballero,

a honra y gloria de Dios,

salgo ciclán a la fiesta

por faltarme un compañón.

            Y es que, le aclaro a Zalabardo, compañón es uno de los sinónimos de testículo. Lo que le cuento a Zalabardo queda demostrado con una última curiosidad: en Cáceres existe un pueblo llamado Ciclavín, topónimo de origen árabe, Siqlabiya, es decir, ‘campamento de esclavos’, porque muchos antiguos esclavos que habían dejado de serlo repoblaron parte de aquella zona. No es de extrañar que muchos habitantes del pueblo defiendan otro origen para su nombre: Cella-vini, es decir, ‘bodega de vino’.

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