viernes, noviembre 03, 2023

LA UREÑA Y OTRAS TRADICIONES PERDIDAS

 

Costumbres y tradiciones de hondo arraigo las hay dondequiera que vayamos. Las que tienen que ver con la muerte, quizá porque esta no deja de ser algo tan incomprensible para los humanos que nos cuesta no pensar en ella, se encuentran entre las más generalizadas. El día de Todos los Santos y el día de los Difuntos son fechas en que, paradójicamente, lamentamos y celebramos la muerte al mismo tiempo. Y es una de las fuentes más universales de tradiciones.

            Entre las más sonadas, en los últimos tiempos se ha implantado Halloween, si bien con un sentido alejado bastante del primitivo religioso. Le digo a Zalabardo que el Halloween de otro tiempo (‘víspera de Todos los Santos’), posible cristianización de la fiesta celta de Samhain, que tenía un carácter más pagano, ha ido perdiendo sus connotaciones religiosas hasta quedar convertido en fiesta totalmente profana.


            Los tiempos cambian y las costumbres también. Hasta las «tradiciones de toda la vida» dejan de ser intocables. Pero no hay que escandalizarse por ello. Sin embargo, le digo a mi amigo, lo que a mí sí me hace reflexionar es que no siempre estos cambios se produzcan de modo natural, sino impulsados por razones económicas y comerciales. Eso provoca, pienso, que, en no pocas ocasiones, una tradición exótica desplace a otra de sabor autóctono. No digo que haya que ir contra lo nuevo; lo que pretendo decir es que no hay por qué arrinconar lo antiguo si, en el fondo, viene a ser casi lo mismo que la novedad impuesta.

            El día 1 de noviembre lo pasé en Casabermeja, disfrutando de lo que allí llaman Fiesta de la Laureña. No es fiesta única, ya que en muchos pueblos de la comarca de Antequera (Fuente de Piedra, Cuevas Bajas, Algaidas, Villanueva del Rosario…) se recuerda y hay quienes se esfuerzan por recuperar la antigua tradición de la Ureña (ese es su nombre más correcto), que por toda esta zona se mantenía desde mucho antes de que entre nosotros se supiera nada del halloween actual. De esto saben bastante, porque lo han vivido y han escrito sobre ello, mis buenos amigos Juan Benítez, de Cuevas de San Marcos, aunque residente en Antequera, Paco Álvarez Curiel, de Villanueva del Rosario o Luis Lozano, de Casabermeja.


            En la Ureña, sigo contándole a Zalabardo, se reconocen muchos elementos presentes en Halloween como la fecha (víspera de Todos los Santos) o la importante participación de los niños, que, disfrazados o no (en Villanueva del Rosario son los maramantas), recorren las casas solicitando golosinas mediante un rito concreto ―en una es el «truco o trato» y en la otra «la ureña». Las diferencias, aparte de las marcadas por la sociedad de procedencia, son que en Halloween se piden golosinas y en la Ureña alimentos propios de la estación.

            En esencia, la Ureña consiste en lo siguiente. Los monaguillos, que habían de pasar la noche de la festividad de Todos los Santos, así como ese mismo día, tocando las campanas ―doblando por los difuntos― eran recompensados con algo que los ayudase a sobrellevar la tarea. Ese algo que se les daba, la Ureña, no eran golosinas, sino productos alimenticios propios de ese tiempo de otoño: membrillos, batatas cocidas, castañas, dulces típicos de esos días, morcilla o chorizo de la matanza…


            Hoy ya no hay monaguillos y son todos los niños quienes participan en la fiesta. En su recorrido en petición de la UreñaJuan Benítez y Paco Álvarez Curiel coinciden en este punto con leves matices― los niños interpretaban cancioncillas cuya primera parte recogía la petición: «Ureña, Ureña, / vamos por leña. / ¿Hay Ureña?». Si su petición era atendida, se respondía: «En esta buena casa, / a la gloria vayan, vayan. / Las ventanas son de hierro / y las puertas de madera». Si, por el contrario, no se les daba nada, se cantaba: «En esta mala casa, / al infierno vayan, vayan. / Las ventanas son de alambre / y las puertas de cartón». De un pueblo a otro, estas canciones pueden variar. No estoy seguro de si es en Fuente de Piedra donde, en plan de broma, hay quien contesta a la petición: «Coge el borriquillo / y ve por leña», aunque en realidad accedan luego al regalo. En Casabermeja, donde pase ayer el día de Todos los Santos, la canción comienza: «Ureña, Ureña, / ¿Me da la Ureña?». En caso afirmativo, se responde: «En casa de buena larga / cuando alguien falte al cielo vaya»; y en el caso negativo: «En casa de mala larga /cuando alguien falte, al infierno vaya».


           Que la Ureña es una tradición de siglos lo explica lo siguiente. A mí me extrañó siempre su nombre, Ureña, que mi amigo Álvarez Curiel aclara con un argumento que tiene muchos visos de verosimilitud. Toda esta comarca dependía de la castellana familia Téllez, a la que Enrique IV concedió el Condado de Ureña ―y a uno de sus miembros, Juan Téllez-Girón, Felipe II otorgó el Ducado de Osuna. Este aguinaldo, en origen, lo darían los señores, aunque, pasado el tiempo y generalizada la costumbre, se continuara utilizando el nombre de Ureña.

            ¿Y cómo es la fiesta en Casabermeja? Intentaré explicársela a Zalabardo y a cuantos me lean de la manera más clara posible. Todo el festejo se desarrolla entre la iglesia y la ermita de San Sebastián, patrón del pueblo, que se encuentra en el interior del cementerio. A media mañana, los niños se reúnen en la iglesia para vestir los trajes de monaguillos o los que la Hermandad del Santísimo Sacramento tiene preparados al efecto. Luego, bajan por la calle de San Sebastián hacia la ermita. Allí se encomiendan al santo y le hacen una ofrenda colocando cada niño una vela a los pies del altar. Tras esto, salen ya a la calle a pedir la Ureña por las casas.


           Luego está la sesión de la tarde, donde la petición de ureña cede paso a otros actos culturales. Una vez iluminada toda la calle de San Sebastián con velas, se inicia una visita nocturna, guiada, por el cementerio, Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural. Es uno de los más bellos cementerios de España y Luis se encargó de servirnos de experto guía e informarnos sobre toda la historia, estructura arquitectónica, mitos y leyendas del lugar. A esa visita siguió un recital músico-poético ―cada año se homenajea a un escritor― que estuvo dedicado en su presente edición a Rosalía de Castro. Todas las lecturas fueron hechas por habitantes del pueblo.

            Y, por fin, el Ayuntamiento ofrecía su propia Ureña a todos los participantes y visitantes de la localidad: chocolate y magdalenas con que combatir el frío de la noche. Que este año no ha sido tanto, pero que en estas fechas es ya lo que procede.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante, amigo Anastasio y muy ilustrado. Sólo una pequeña aclaración, no es en Cuevas Bajas, sino Cuevas de San Marcos, dónde yo he estudiado la Ureña. Gracias por tus trabajos.