Hemos estado hablando, Zalabardo y yo, acerca de que estos días de vacaciones podríamos dejar aparcados un poco los temas que nos han venido ocupando durante el resto del año. O por lo menos irlos espaciando. Me sugería él que ocupásemos las páginas de la agenda, en periodo vacacional, con asuntos más relajados. A mí se me ha ocurrido que podríamos dedicarlas a la narración de una serie de leyendas recogidas en varios lugares de España. Es posible que quienes sigan estas páginas las conozcan, pero yo las contaré tal como a mí me las narraron en los mismos lugares de referencia. Espero que os gusten. Podríamos empezar con la de san Andrés de Teixido.
Teixido es un lugar situado casi en el fin del mundo. En la provincia de La Coruña, se accede desde la población de Cedeira hasta casi la altura del cabo Ortegal. La carretera es estrecha, sinuosa y con pronunciadas pendientes que encogen el ánimo del viajero. Pues imagínese cuando no había ni carretera, me dicen. Allí encontramos unos acantilados impresionantes, a los que da vértigo asomarse; dicen los lugareños que son los más altos de Europa. En aquellas tierras, la gente se dedica a la agricultura y ganadería porque casi no hay acceso al mar. Allí, en aquel lugar tan apartado de cualquier otro lugar, lo que sí hay es una pequeña y hermosa ermita consagrada a san Andrés. Y en toda Galicia resuena el refrán que dice que A san Andrés de Teixido vai de morto quen no foi de vivo.
Los peregrinos, cuando comienzan a bajar la cuesta que conduce al templo, cuidan de no pisar ningún sapo, culebra, escarabajo o cualquier otro animalejo que vean en el camino porque, se dice, son las almas de los que no pudieron peregrinar en vida y cumplen ahora de esa forma.
Pregunté a una santera que vendía recuerdos y exvotos y fue ella la que me contó la siguiente historia. El apóstol san Andrés estaba muy triste porque de todas las partes del mundo acudían multitudes a visitar el sepulcro de Santiago, mientras que a su santuario, que era igualmente propicio a toda clase de milagros no acudía nadie y él estaba siempre solo y abandonado.
Cierto día se encontró en un camino con Nuestro Señor Jesucristo y le expuso sus cuitas. Le dijo: "Puedes ver, Maestro, que de todos los confines del mundo, exponiéndose a mil peligros, vienen romeros a Santiago, en tanto yo, que fui tan apóstol tuyo como él, veo cómo mi santuario permanece continuamente vacío." Le respondió entonces Jesucristo: "No te preocupes, que tú no serás en ningún modo inferior a Santiago. Desde hoy, en el cielo no entrará nadie que no haya visitado tu ermita. Y si no lo hace en vida, tendrá que hacerlo después de su muerte." Y así es desde entonces.
Y me siguió contando más. Para evitar que un alma venga arrastrándose como cualquier bestia inmunda, hay un modo: un pariente acudirá a la tumba del difunto, golpeará con los nudillos en la lápida y dirá: "Prepárate, Fulano, que tal día peregrinaremos a san Andrés." Y el día fijado, el alma del difunto abandonará el cementerio y se unirá a la comitiva. En el coche, se le reservará un asiento. Durante todo el trayecto habrá que darle conversación y, una vez llegados, se le avisará de todas las dificultades del camino que hay que hacer a pie porque, dicen, las almas oyen, pero no ven. También se portará comida para el difunto y, como ya no ingiere alimentos, se repartirá entre los mendigos que bordean el camino. Una vez de vuelta, se acompañará de nuevo al alma, ya en disposición de entrar en el cielo, hasta su lugar en el camposanto.
Aún me dirían algo más. Un poco más abajo del santuario hay una fuente, a fonte do santo, donde deberemos pararnos y echar una miga de pan al agua. Si flota, es que nuestra petición al santo será atendida; si se hunde, habremos de peregrinar otra vez más para conseguir el favor. Pero hay otra interpretación más inquietante que contaba otra santera: si la miga flota, es que podremos realizar una segunda peregrinación; si se hunde, significa que moriremos antes de volver por aquellas tierras.
1 comentario:
Es una buena decision esa de contar leyendas de lugares por donde ha viajado para relajar un poquito la lectura de los capitulos. ¡Eso es propio de escritores! Ademas, a mi me ha gustado mucho la leyenda de san Andres de Teixodo y no la conocia. Cada vez que encuentre algun sapo o alguna culebra, aparte de dejarla vivir como se debe hacer, porque ellos están en su habitat natural, me acordaré de san Andrés. Y en cuanto a los camaleones, hay que ayudarles en su peregrinar. Animalitos, son tan lentos e indefensos moviendose. ¡Cuántos caen al llegar el buen tiempo en las carreteras, especialmente en las comarcales, al intentar cruzarlas, no sé bien para qué! Estos animales no podemos relacionarlos con san Andrés, pues en Galicia no los hay.
Andres, el viejo de la colina
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