lunes, octubre 20, 2008


ROSA, ROSAE
Del uso encomiástico que la expresión saber latín tenía, pues con ella se indicaba que una persona era de inteligencia despierta y poseía conocimientos con los que superaba a sus semejantes, parece que hemos pasado a defender otra expresión con la que se quiere manifestar el rechazo de un conocimiento que se considera improductivo: ¿para qué saber latín? Porque, si nos fijamos, cada día es menos relevante el papel que este campo del conocimiento ocupa en los planes de enseñanza. Supongo que esa pregunta u otra semejante se la habrán hecho con frecuencia a Virginia Torres. Me sugiere Zalabardo que le aconseje que, a imitación de Carlos Rodríguez cuando le plantearon la misma cuestión, referida a las matemáticas, ella podría empezar su respuesta con estas palabras: Como primera providencia, para que yo pueda ganarme decentemente mi sueldo mensual. Después, ya podrá seguir su argumentación por donde quiera.
Y es que en España, y no es de ahora, parece que hay una guerra abierta contra las humanidades y, muy concretamente, contra el latín. Aún recuerdo cuando, en el bachillerato que Zalabardo y yo hicimos, se comenzaba a estudiar la lengua latina en el segundo curso, que era el equivalente al actual primero de ESO. Lo quiere decir que todos los alumnos hacíamos obligadamente tres cursos de latín durante el bachillerato elemental y, los que se inclinaban por estudios de letras, otros dos en el bachillerato superior más el del curso preuniversitario; lo que hacía un total de seis. Pero los enemigos de estos estudios parece que se reciclan y atacan con furia cada cierto tiempo. ¿Os acordáis de aquel ministro franquista, el egabrense José Solís, a quien se le ocurrió aquello de "más deporte y menos latín"? Entonces, alguien, que no sé quién fue, le contestó que gracias al latín el gentilicio del nombre de su pueblo, Cabra, era egabrense y no cabrón. Ya conté esa historia en un viejo apunte.
Le digo a Zalabardo que yo no pretendo desarrollar aquí una defensa del latín en los planes de estudios, pues ya hay personas con mayor carga de conocimientos y razones que nosotros que llevan tiempo haciéndolo. Tengo ahora delante de mí un viejo recorte que da cuenta de que don Pedro Laín Entralgo solicitaba la creación de dos cátedras de humanidades en cada facultad de ciencias. Razonaba que para ser algo más que un "ganapán adocenado" habría que extender el conocimiento de cualquier área científica a la filosofía, la antropología y la historia de esa área así como a la etimología de sus jergas. ¿Alguien le hizo caso? Solo diré que, según yo lo veo, un hablante de lengua española (y más si es persona que consideramos culta) que desconoce los rudimentos del latín es como aquel que desconoce quiénes son sus antepasados y cuál es su apellido. Desconocer, siquiera someramente, el latín es no estar en condiciones para conocer qué es y cómo funciona nuestra propia lengua.
Y, sin embargo, la nuestra es una lengua llena de expresiones y locuciones latinas por todas partes; las manejamos continuamente, aunque sea sin el menor conocimiento de lo que son. Si deseamos que se nos realice algo en el momento en que lo deseamos, pedimos que se nos haga ipso facto; si queremos indicar que hemos sorprendido a alguien en el preciso instante en que realiza una acción censurable, declaramos haberlo pillado in fraganti; si no hay asistencia suficiente para que un cuerpo deliberante tome determinado acuerdo, reconocemos que falta quorum; y así podríamos seguir. Claro que el desconocimiento, en la debida proporción, del latín nos lleva también a incurrir en determinados errores de interpretación o de pronunciación. Algunas de estas locuciones las hemos comentado ya en otros apuntes, como motu proprio, 'por propia iniciativa', o grosso modo, 'superficialmente, a grandes rasgos'. Hay otras locuciones que sometemos a perversiones varias que nos llevan a decir algo que no es latín o a convertir una palabra en otra. Veamos algunos ejemplos.
Cuando Julio César expuso al senado romano la eficacia y prontitud con que alcanzó la victoria en la batalla de Zela, dijo aquello de veni, vidi, vici, 'llegué, vi, vencí', que algunos convierten en *veni, vidi, vinci. El mismo Julio César, que a veces parece un ser venido al mundo para pronunciar frases célebres, dijo tras cruzar el Rubicón: alea jacta est, 'la suerte está echada', frase que no tiene nada que ver con *alia jacta est, como comúnmente se dice, porque alea, sustantivo, significa 'dado, juego de dados' y 'suerte' (de ahí deriva nuestro aleatorio, 'lo que depende de la suerte o el azar'), mientras que alia, adjetivo, es el femenino de alius, que significa 'distinto, otro'. O aquella otra expresión recogida de una de las sátiras de Juvenal que defiende que los gobernantes pueden, con alimentos y diversiones, tener al pueblo despreocupado de otros asuntos: panem et circenses, 'pan y circo', que no es, como algunos pretenden, *panem et circum, ya que circenses es el nominativo de circenses, -ium, 'juegos de circo'.
Aunque Zalabardo me indica que, como ejemplos, ya hay bastantes, no me resisto a terminar con uno más. El delirium tremens no es sino una patología asociada con la ingesta intensa de alcohol o con el síndrome de abstinencia del mismo; su significado es 'alucinación temblorosa' porque sus síntomas más comunes son las alucinaciones acompañadas de fuertes temblores. Por eso no hay que interpretarlo como 'terribles alucinaciones', porque tremens tiene que ver con el verbo tremo, 'temblar' y no con el adjetivo tremendus, 'espantoso'. Se reitera Zalabardo en si me he desahogado ya; y aunque quedan algunas expresiones más por ahí, creo que lleva razón y es suficiente por hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Después de leer el apunte de hoy tenemos más claro lo que dice y denuncia en él. La verdad es que antes no nos lo habíamos planteado, posiblemente por no ser personas instruidas o dedicadas a la escritura. Lo cierto es que nos parece muy razonable lo que dice y, aunque no llegamos a ver motivo alguno para que alguien quiera eliminar el latín del sistema educativo, parece desde luego que las cosas son así. Por lo pronto, la carga lectiva que ha perdido el latín es enorme en los planes de estudios actuales. Esto también ocurre con otras disciplinas, pero no con todas, ya que hay algunas que están triunfando, como es el caso de las nuevas tecnologías, a las que ha habido que hacer sitio en la jornada laboral para implantarlas, evidentemente a costa de otras.
Un saludo escritor y no se preocupe de repetir alguna cosa en sus apuntes venideros, que a sus lectores nos gusta y nos viene bien recordarlas.
Los de la Colina