Aquí, lo primero que se tendría que ver es un hermoso caballo blanco haciendo una cabriola. Pero ni caballo ni cabriola. Y no penséis que es por culpa de la huelga o algo de eso. Simplemente sucede que, en el editor que utilizo para esta agenda, la herramienta para subir imágenes ha cambiado y como ni Zalabardo ni yo somos expertos en estas lides pues no consigo incluir la imagen. ¡Qué le vamos a hacer! Ya estamos buscando ayuda para solucionar el problema. Así que os imagináis el caballito y su cabriola y vamos con el apunte de hoy.
De todos es sabido que el sistema verbal español tiene su miajita de intríngulis; que, aun exagerando un poco, podríamos decir que sobreabundan las formas irregulares sobre las regulares; que a un extranjero que se ponga a aprender nuestra lengua la conjugación se le atraganta más de una vez. Y podríamos seguir diciendo, por ejemplo, que los niños pequeños, cuando están empezando a hablar, tienden a usar todos los verbos como regulares (y así, dicen cabo, sabo, soño, etc., en lugar de quepo, sé, sueño, etc.), aunque según van avanzando en un aprendizaje natural del idioma, van dominando, también de forma natural, las irregularidades.
Hago esta introducción porque en este pasado tiempo de descanso he podido entresacar, de diferentes medios, una amplia colección de perlas, todas ellas de naturaleza verbal, que deberían hacer sonrojar, unas más que otras, a quienes hicieron uso de ellas. Hace días hablaba de la necesidad de cuidar las redacciones y las exposiciones orales. Ahora tendría que añadir que para algunos, aquellos para quienes el idioma es un instrumento cotidiano, un útil de trabajo y no un mero vehículo de comunicación, también habría que recomendar el repaso de la morfología y de la ortología, que, como sabemos, no es solamente el arte de pronunciar bien sino, de modo más general, el de hablar con propiedad.
Cuando recogía estos casos, me trataba de aclarar Zalabardo que pensara en el hecho de que durante el verano hay menos personal en las redacciones, que se puede relajar un poco la atención, que es la oportunidad para los becarios. Yo le respondía que todo eso estaba muy bien, pero que para la corrección y el cuidado del lenguaje no debe caber ninguna clase de relajación.
Y vamos con algunos de los casos de los que hablo. Pude leer un día: en aquel lugar se arrice cualquiera. En principio, todo parece normal; salvo si tenemos en cuenta que el verbo arrecir es defectivo, es decir, que no posee todas sus formas. Cualquier diccionario nos dirá que de él solamente se usan aquellas formas cuya desinencia empieza por –i. Así, el presente solo tiene dos formas, la primera y la segunda personas del plural arrecimos y arrecís; y la forma más utilizada es el participio, arrecido. Por tanto, no existe esa tercera persona singular arrice que recogía el texto.
En otro de los ejemplos, una crónica deportiva, se dice: “¡A por ellos, oé!”, trona la grada. ¿Es preciso explicarle a alguien que la tercera persona de tronar es truena, como de dormir, duerme? Pues eso, que sobra cualquier otro comentario.
Vamos con otro caso: La respuesta municipal ha sido que no a lugar. Todos sabemos que haber lugar es una construcción que significa ‘darse las condiciones para que algo se produzca’ y que más comúnmente se utiliza en formas negativas, no haber lugar. En el presente del verbo, alternan las formas hay o ha; pero, eso sí, siempre con h.
Los casos siguientes son de otra naturaleza. No tienen que ver con la morfología ni con la ortografía simplemente, sino más bien con la propiedad de su empleo. Leía en una crónica sobre las corridas de toros y los correbous, que finalmente han sido declarados “tradición que debe ser preservada”: el bravo de 550 kilos [...] raspa el suelo con la pezuña izquierda y se cabriola encarándose a los jóvenes. Vayamos por partes. ¿Qué pasa con raspa? Pues que aparte de que tal verbo significa ‘frotar ligeramente algo quitándole alguna parte superficial’, cuando los toros remueven con su pezuña el suelo y echan la tierra para atrás se dice que escarban, nunca que raspan. Además, aunque la observación ahora no importa, los entendidos suelen decir que tal comportamiento es señal de poca bravura. ¿Y qué pasa con se cabriola? Primero, que ese verbo, intransitivo, no admite la construcción pronominal (cabriolarse). Segundo, que cabriolar significa ‘hacer cabriolas’ y cabriola, por si alguien no lo recuerda, es el ‘salto que da el caballo, soltando un par de coces mientras se mantiene en el aire’ (¿Véis a cuento de qué venía la imagen del caballo?). O sea, que un toro no hace cabriolas. ¿O a lo mejor sí?
Y vamos con el último caso. Aviso, de principio, que este es más discutible y que, incluso, se podría considerar correcto. Sin embargo, considero, humildemente, que sería más apropiado utilizar para lo que se dice un verbo diferente. En una noticia sobre fosas de la guerra civil, se dice: conseguirán exhumar la fosa. Teniendo en cuenta que exhumar significa: ‘1. Desenterrar un cadáver o restos humanos, y 2. Desenterrar ruinas, estatuas, monedas, etc.’, ¿se puede exhumar una fosa? En principio, hay que decir que sí, aunque lo más adecuado sería aceptar que lo que se exhuma son los restos humanos en ella contenidos y que una fosa, mejor, se abre o se descubre. Pero, ya digo, este empleo puede pasar.
Todo ello, comento con Zalabardo, son detalles que alguien considerará nimios; pero no debería olvidarse que los medios de comunicación no persiguen tan solo una función informativa. Tan importante, o más, es la función formativa y educativa. Y hablar y escribir bien la lengua propia es una tarea a la que no debiéramos nunca renunciar. Al menos, eso es lo que yo pienso.
1 comentario:
Buenos días, Anastasio. Me ha parecido muy interesante su blog, y sobre todo útil. Si le soy sincero, no he dado con él por casualidad, más bien ha sido el resultado de una idea que me ha asaltado de forma repentina en uno de mis momentos de rememoración. La idea ha consistido en realizar la siguiente búsqueda en Google: "Anastasio Álvarez lengua".
En ocasiones tengo esos prontos. Si mi memoria ha sido eficaz guardando sus nombres y apellidos, pruebo a buscar en Google acerca de personas que han sido relevantes en mi vida (de este modo descubrí que un amigo de la infancia, al que le perdí la pista cuando yo tenía 14 años, tiene publicados varios poemas).
Pues en esta ocasión le ha tocado a usted, Anastasio. Y me he alegrado enormemente al encontrar que mi profesor de Lengua de 1º de BUP (allá por el 93) tiene su propio blog. Sí, aquel que a principio de curso nos dio el libro de la asignatura elaborado por él mismo, que hacía tanto hincapié en que nos aprendiésemos al dedillo los tiempos verbales (con aquellos exámenes exclusivamente de verbos), que propuso actividades como escribir un relato corto o recopilar refranes, y que como lectura durante el curso nos daba a elegir entre "El horror de Dunwich" y "Los lagartos terribles", entre otros.
Así que permítame, si no le importa, que a partir de ahora me pase de vez en cuando por su blog. Soy una persona que se esmera en escribir bien, aunque en ocasiones lo hago con más o menos acierto y estoy muy lejos de escribir con la corrección que desearía. Es por esto que me gustaría que, como ya lo hizo en el pasado, me siga enseñando a través de los artículos de su blog.
Reciba un afectuoso saludo.
Fernando.
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