lunes, diciembre 13, 2010


A VUELTAS CON EL INFORME PISA


Leo estos días pasados, junto con Zalabardo, los resultados, y algunos análisis, del Informe PISA 2009, esa prueba que mide los niveles de los alumnos de los países de la OCDE en determinadas competencias, especialmente comprensión lectora, ciencias y matemáticas. Los resultados no son para tirar cohetes: España ofrece unos resultados por debajo de la media de los países que se han sometido a la prueba y Andalucía se sitúa a la cola de las diferentes Comunidades españolas. Hay excepciones (por ejemplo, Castilla y León y Cataluña), pero el resultado global dice que nuestro sistema educativo está necesitado de cambios.
El problema no es de hoy, pues ya viene arrastrándose desde hace algunos años. Recuerdo que en esta agenda lo he tratado con anterioridad, por lo que es posible que me repita en algunos de los argumentos. Del mismo modo quiero decir que la crítica no la hago ahora que estoy fuera del sistema, ya jubilado, pues el problema latía igualmente cuando yo formaba parte de ese mismo sistema, por lo que alguna parte de culpa me corresponderá. Por todo ello quisiera dejar sentado antes que nada que lo último que hay que hacer es enrocarse en las tesis y no moverse de ellas, evitar aquello de sostenella y no enmendalla que tanto mal, creo, nos está haciendo.
Porque resulta que la Junta de Andalucía, desde hace un tiempo, viene insistiendo en ese dichoso Plan de Calidad que lo que pretende, a mi humilde entender, es lanzar el cebo de compensaciones económicas a cambio de unos mejores resultados sobre el papel. Es decir, como si ofreciera a los docentes “te subo el sueldo si pones mejores notas”. Y no es eso, por supuesto que no es eso, pues los resultados están a la vista.
¿Qué es lo que hay que hacer, entonces? Si yo lo supiera, no sería este pobre funcionario jubilado que soy, sin otras miras que la de sus paseos diarios y la de esperar que el Gobierno no nos congele, si es que no la reduce (que ya no sabe uno lo que va a pasar mañana), la pensión.
Pero, ya lo digo al principio, Zalabardo y yo no nos hemos limitado a leer los malos resultados (con solo eso es muy fácil criticar); también hemos leído análisis y estudios comparativos de unas zonas con otras, de unos países con otros. Y entonces sí, se puede argumentar algo más. En primer lugar, que es preciso reconocer que nuestro sistema educativo hace aguas. Que la culpa no es toda de la Administración ni toda de los profesores, porque no es cuestión de echar culpas sino de reconocer, con humildad y con propósito de enmienda, aquello que va mal. Y, arrimando todos el hombro, trabajar por que ese puesto que ahora ocupamos en la escala sea más alto y se acerque lo más posible a los mejores (extremo Oriente y Finlandia en el marco global, Castilla y León y Cataluña en nuestro ámbito).
Cuando leo los análisis a los que aludo, encuentro algunas de las cosas que hacen bien en otros lugares (en algunos casos, acompañadas de cosas malas que habría que evitar) y que podríamos imitar. En todos estos ejemplos, lo primero que encontramos es que se parte de reconocer que la educación cuesta dinero y se atienden las inversiones necesarias para la mejora. Ya sé que ahora estamos en etapa de crisis y que no solo el dinero repara los defectos, ¿pero no habría otras partidas en las que ahorrar sin tener que tocar siempre los presupuestos de la educación?
Otra de las cuestiones que vemos: en los países orientales, y en otros de nuestro entorno, se apuesta por la excelencia, se insiste en la formación de los mejores alumnos sin descuidar por ello a los que no llegan a tanto. En cambio, en nuestra Comunidad, se diría que lo que se hace es igualar por debajo, nunca por arriba. Hay quienes creen, sin aceptar que se equivocan, que mejorar resultados consiste en rebajar los niveles de exigencia, en reducir programas (que a lo mejor esto también). Pero esta reducción, si se lleva a cabo, habrá de hacerse racionalmente: quitando lo superfluo y respetando lo básico. Y, una vez, de acuerdo en esto, exigir un rendimiento acorde.
Es preciso luchar por la adecuada preparación de los profesores (¿cuándo nos daremos cuenta de que los Centros de Profesores han quedado obsoletos y de que no todo radica en dar ordenadores?) y defender la dignidad de la función que desempeñan. Habrá que exigir a los profesores una adaptación a los nuevos tiempos y, a la vez, habrá que recuperar la disciplina que se ha perdido en los centros (que no es imponer ningún régimen represivo, sino dejar claro que no todo vale y que el respeto de todos hacia todos es incuestionable).
Habrá que replantear el sentido, la oportunidad y la ocasión de la evaluación. ¿Tan malas son aquellas antiguas reválidas? Cataluña, por citar una Comunidad que obtiene resultados superiores a la media OCDE en comprensión lectora y semejantes a la media en lo demás, ha impuesto evaluaciones a final de primaria y de secundaria y nadie se ha rasgado las vestiduras.
Y, por último, habrá que replantearse lo que se enseña y cómo se enseña. Limitándome al área lingüística, hace unos días leía una entrevista con Víctor García de la Concha, que acaba de cesar como director de la RAE. Decía: Los chicos que llegan hoy a la Universidad tienen una preparación lingüística muy inferior a los anteriores […] Tal vez porque hemos atiborrado durante años las mentes de los muchachos con análisis gramaticales complejos. Hay que volver a lo básico: a enseñar a leer y a escribir, a leer en voz alta, a recitar, a discursear. Es lo que nos enseñaron a nosotros en la escuela. La ortografía que yo sé es la que aprendí a los 10 años. Para hacer el bachillerato había un examen de ingreso y con más de tres faltas de ortografía se suspendía. Al hilo de esto, pienso que hace más falta una enseñanza de la instrumentalidad de la lengua que otra cosa. Porque el alumno que maneja con fluidez su lengua estará en mejores condiciones de rendir en el resto de las materias.
A estas ideas que aporto se podrían unir otras. Por ese camino, digo, me parece que podríamos ir haciendo algo. Si no, a lo peor nos llevamos la sorpresa de que en el próximo Informe PISA estamos más abajo. Si ello fuera posible.
Otro asunto diferente. Mientras escribo este apunte, me viene Zalabardo a contar que acaban de dar la noticia de la muerte de Enrique Morente. Tanto él, Zalabardo, como yo, apreciamos en gran medida el cante flamenco, aunque no seamos entendidos. Y Morente ocupa un lugar destacado en este aprecio. Pongo el que creo que es su último disco y escuchamos los Tangos de la vida (Por ti la vida, ay, / mi vida, ay, / que se me va) Descanse en paz.

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