lunes, abril 04, 2011


ESPAÑOL URGENTE


Le comento a Zalabardo que, a veces, lo hemos de reconocer, hay propósitos que incumplimos no tanto por premeditación, por firme voluntad de infringir la norma, como por desidia y descuido y no sé, de verdad, qué actitud es más censurable. Y el bueno de Zalabardo, que es un pedazo de pan, me mira, deja lo que tiene entre manos y se dispone a atender mi queja de hoy.
Resulta que hubo un momento en que cada medio de comunicación que se preciase decidió redactar un manual de estilo que recogiera los principios de actuación del propio medio y las pautas a las que debería acogerse el uso de la lengua en ellos. Así, EL PAÍS, la Agencia EFE, EL MUNDO, ABC, TVE, etc. fueron uno tras otro dando a conocer sus libros de estilo. La moda, llamémosla así, se inició a finales de la década de los 70 del siglo pasado. Lo que sucede, le digo a Zalabardo, es que no cuesta mucho darse de bruces con usos, modos, comportamientos que rompen de manera flagrante con lo dispuesto en tales manuales.
¿Y no habrá ninguna excepción?, me interpela Zalabardo, tal como interpeló Abraham a Dios al preguntarle si no habría un número suficiente de justos que evitaran el castigo de Sodoma. ¡Claro que la habrá!, le concedo. Y, de hecho, quiero acompañar hoy mi queja del elogio de una institución a la que me parece que se le debe conceder más valor del que en realidad se le da. Quiero traer a esta agenda la labor que realiza Fundéu BBVA, la Fundación del Español Urgente. Nacida como tal en 2005 fruto del acuerdo entre la Agencia EFE y el BBVA, contando, además, con el asesoramiento de la Real Academia, del Instituto Cervantes y de la Fundación San Millán de la Cogolla, sus orígenes se remontan a la década de 1970, cuando Luis María Anson, a la sazón presidente de EFE, pidió a Fernando Lázaro que redactase un manual de estilo para uso de los redactores de la agencia. Aquel fue el primer paso para la creación del Departamento del Español Urgente.
Fundéu BBVA solo “pretende proporcionar criterios uniformes en el uso del idioma para evitar su dispersión y empobrecimiento y la invasión indiscriminada de extranjerismos innecesarios o neologismos superfluos.” Su página web, http://www.fundeu.es/, debiera ser un lugar de consulta frecuente por el interés de sus contenidos. No es solo un libro de estilo, es un departamento que resuelve, con loable prontitud, cualquier duda sobre el lenguaje que se le formule y ofrece, además, el envío diario a nuestra dirección de correo electrónico de su recomendación del día. No hay más que solicitarla sabiendo, además, que se puede uno dar de baja en el momento que desee. Y algo que quiero destacar es que la Fundación no se orienta solo hacia los medios de comunicación, sino que está al servicio de cualquier persona que sienta preocupación por la lengua que habla.
Entre estas últimas recomendaciones que he recibido, quiero destacar la que, con motivo del inicio del Mundial de motociclismo, incitaba a desechar una serie de extranjerismos innecesarios que emplean los expertos en tal tema porque en nuestra lengua disponemos de la expresión adecuada para decir lo mismo. Presento, resumidamente, algunos de ellos:
Aconseja que no se utilice slick cuando se habla de neumáticos lisos, los que se emplean para rodar en pavimento seco; como no se debe decir full wet si podemos emplear neumáticos de lluvia. Cuando se habla de la parrilla de salida, la disposición de los corredores en la salida, debe rechazarse pole position, que no es otra cosa sino la primera posición. Del mismo modo que debe hablarse de vuelta de calentamiento en lugar de warm up lap. El pit lane no es otra cosa que lo que en español se conoce como calle de garajes o calle de boxes. Para referirse al muro que separa esta calle de la pista principal, podemos usar muro de boxes en vez de pit wall.
Y así hasta completar una lista de once términos a los que debieran dar de lado no solo los comentaristas que siguen este deporte, sino cualquier hablante. Pero está claro que para que estos segundos lo hagan vendría muy bien que los primeros diesen ejemplo.
¿Puedo ya seguir con lo mío?, me pregunta Zalabardo. Y yo dejo que lo haga. Por cierto que ahora está enfrascado en la lectura de Fortunata y Jacinta, de Galdós. A Zalabardo, como a mí, le gusta, y cada vez más, volver a la lectura de textos leídos bastante tiempo atrás. Y confieso que es curioso, e interesante, enfrentar la impresión provocada por una lectura añeja con la que nos pueda provocar una reciente del mismo texto.

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