Los
gitanos llaman gachós a los andaluces, y estos a los gitanos flamencos, sin que
sepamos cuál sea la causa de esta denominación; pues no hay prueba alguna que
acredite la opinión de los que afirman, ora, que con los flamencos venidos a
España en tiempos de Carlos i, llegaron
también numerosos gitanos; ora, que se trasladó a estos en aquella época el epíteto
de flamencos, como título odioso y expresivo de la mala voluntad con que la
nación veía a los naturales de Flandes (Antonio Machado y Álvarez, Demófilo)
Me pregunta Zalabardo si tienen algo
que ver los flamencos, habitantes de Flandes, con el flamenco, cante y baile
propio de los gitanos e, incluso, denominación que se ha dado a los miembros de
esta etnia. Y le respondo que no está descaminado en su sospecha.
Como afirma el padre de los Machado en su introducción a la Colección
de cantes flamencos, de 1881, la cosa no está muy clara, aunque, salvo
leves variantes, muchos son los que se mueven por caminos de interpretación no
muy diferentes.
La verdad es que, a excepción de Blas Infante, que se inclina por una
etimología de origen árabe (felah mengus, ‘campesino errante’)
todos los demás que consulto se atienen más bien a una relación entre los
habitantes de la región de Flandes y nuestros flamencos.
Algunas teorías son bastante
endebles, como la que mantiene que el nombre se debe a que para las
interpretaciones de sus cantes y bailes se ponían camisas rojas o de color
chillón, como el de las llamas, flamma en latín, de donde viene flamenco. Y, por esta vía, se los
relaciona con el colorido del ave igualmente llamada flamenco.
Louis-Jean
Calvet, en su Historias de palabras, parte del nombre que los habitantes de
la zona se aplicaban a sí mismos, flaming, ‘llameante, encendido, que
tiene el pelo rojo’, por ser altos, de piel y cabello claros. Más adelante,
continúa, se aplicará el término a las mujeres de piel clara. Y después, y en
este caso Calvet no da explicación
alguna, se produce un desplazamiento significativo y el término pasó a
entenderse como ‘chulo’, ‘provocador’, como consecuencia de la idea que se
tenía de los gitanos.
Muy cercano a esta tesis se sitúa Manuel García Matos, quien señala que flamenco
se entendió entre los siglos xvii
y xviii como ‘ostentoso,
pretencioso, fanfarrón’, ‘echao p’adelante’. Coincide, pues, con el criterio
defendido por Calvet acerca de la
consideración en que se tenía a ciertas personas, especialmente a los gitanos.
De ahí vendría, según él, la expresión ponerse flamenco.
Y recojo, por fin, la tesis que
defiende Félix Grande, importante
investigador de los gitanos y de sus manifestaciones culturales. Nos dice que,
desde muy temprano, a los gitanos, que nunca fueron bien considerados, se los
tenía encerrados en una especie de guetos, las gitanerías, de las que no se les
permitía salir. Pero, a partir de la época de los Austria, a los hombres de
esta raza se les permitió la salida de esos reductos con la condición de que se
enrolasen en los tercios que combatían en Flandes. Muchos lo hicieron y a
aquellos que regresaron vivos se les empezó a llamar gitanos de Flandes, gitanos
flamencos o, simplemente, flamencos.
Y hasta hoy.
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