sábado, abril 22, 2017

DEFENSA DE LA CORRECCIÓN (SIN MÁS)



            Lo que es seguro es que nadie la usa siempre [la lengua] de la misma y única forma, que nadie es monocorde en su empleo, ni siquiera las personas menos cultivadas y más brutas que imaginarse pueda. En cada ocasión sabemos lo que conviene, y solemos hacerlo instantánea e intuitivamente. (Javier Marías)


           Cualquiera, le digo a Zalabardo, podría considerar que las palabras anteriores son una perogrullada de tan obvias que parecen. Leyendo el artículo de Marías, he recordado una frase de Cela en La colmena: Hay verdades que se sienten dentro del cuerpo, como el hambre o las ganas de orinar. Si hablamos de la lengua, aceptada la competencia que todos los individuos tenemos para comunicarnos, nada se opone a afirmar que unos individuos poseen mayor capacidad para cambiar de registro y para amoldar su lengua a la circunstancia precisa. Todo depende de la preparación y del interés de cada cual en el momento de dirigirse a otros.
            Pero, según se ve un día y otro, por desgracia no es así, y quienes deberían dar ejemplo no lo dan. ¿Resultado? Que cada día escribimos y hablamos peor. Parece que todos deberíamos tener claro que establecer ese contacto lingüístico con nuestros semejantes es posible con solo respetar muy simples: el de la corrección (que nos pide acomodar la lengua a las exigencias gramaticales del sistema) y el de la propiedad (que nos pide ajustar de modo exacto la palabra que usamos con lo que queremos decir).
            La realidad, en cambio, nos inclina a imponer cada día con mayor rigor la dichosa corrección política y ya no hay quien no ejerza su supuesta prerrogativa de exigir la prohibición de lo que no le gusta escuchar. Siempre encontramos quien se molesta de que se empleen términos como ciego, cojo, gitano, autista, etc., sin tener en cuenta que los prejuicios están en nosotros, no en las palabras. En tanto, he aquí que nos olvidamos de la corrección sin más, libre de adjetivos. Y, claro está, de la propiedad léxica. Me servirán de ejemplos dos textos recientes, del pasado miércoles, uno de El País y el otro de El Mundo. Curiosamente, en el primero vemos cómo se infringe la corrección mientras que en el segundo es la propiedad lo que se desprecia.

            El País nos contaba que alguien ha conseguido vender dos antiguas bolsitas de kétchup por la nada despreciable cantidad de 15.000 dólares. Pero es que, según el texto, No son dos dosis cualquiera de ketchup, sino que una de ellas es una rareza vintage. ¡Magnífico!, el autor ha sido capaz de utilizar a la perfección un extranjerismo, vintage, que designa lo que ‘aun sin ser una antigüedad se ha revalorizado con el paso del tiempo’, aunque a la vez ignora que el plural de cualquiera es cualesquiera (como el de quienquiera es quienesquiera) y que la palabra kétchup necesita la preceptiva tilde que exigen las palabras llanas terminadas en consonante que no sean n ni s. Sigo leyendo y me entero de que, preguntada si volverá a poner en el mercado bolsitas de tales características, La cadena ha respondido que ya veremos. “Nunca decimos nunca, porque cuando nuestros clientes hablan, escuchamos”. Bien por parte de la cadena, pero mala la redacción. ¿Sabe la persona que haya escrito el texto la diferencia entre estilo directo y estilo indirecto? El primero se utiliza para reproducir palabras de alguien tal como fueron emitidas. La norma pide que se escriban entre comillas y en el tiempo verbal correspondiente a cuando se pronunciaron. Así pues, “Nunca decimos nunca…”, estilo directo, está perfectamente escrito. Sin embargo, en el final de la oración anterior se mezcla un estilo y otro. Si se prefiere el indirecto, se debería haber escrito: La cadena ha respondido que ya verían; pero si se prefiere el directo la redacción habría de ser: La cadena ha respondido: “Ya veremos”. No quiero pasar por alto, como final, otra de las frases: La salsa han vuelto a la vida. ¿Es posible que alguien que trabaja en un periódico (sea redactor o corrector) no sepa a estas alturas la necesaria concordancia de número y persona entre sujeto y verbo?

Wadi al-Natrum
            Y vamos con el reportaje de El Mundo. Está dedicado a un complejo de varios santuarios coptos en el norte de Egipto, Wadi al-Natrum, donde se ha producido un atentado terrorista. En el texto leo, entre otras, las siguientes frases: 1. Aún hoy, la paz habita su geografía. 2. Sus confines acogen hoy la segunda residencia del patriarca copto. 3. [El ataque] dejó una procesión de heridos. Alguien podría tacharme de quisquilloso y decirme que el DRAE recoge ya geografía como ‘territorio’ y confín como ‘término o raya que divide las poblaciones y señala sus límites’. Pero es que a la fuerza ahorcan. El diccionario, es necesario que se sepa, no es normativo; se limita a recoger un uso que se extiende. Por eso en él encontramos almóndiga y vagamundo, y no por ello dejan de ser vulgarismos. Desde hace muchísimos años se viene insistiendo en que geografía es, si hablamos con propiedad, ‘la ciencia que trata de la descripción de la tierra’, lo mismo que climatología es ‘la ciencia que estudia los climas’. Si queremos hablar de un lugar o de un conjunto de condiciones atmosféricas de un lugar, hablaremos de espacio, terreno, lugar, etc.,  o de clima, condiciones meteorológicas, etc. Y confín, propiamente, es el ‘último término a que alcanza la vista’. Por eso, en este reportaje se debería haber dicho que dentro de sus límites se encuentra… El tercer caso es ya lisa y llanamente una barbaridad. Procesión significa ‘acto de ir ordenadamente de un lugar a otro muchas personas con algún fin público y solemne, frecuentemente religioso’. Me resulta difícil imaginar un grupo de heridos disponiéndose ordenadamente en fila para dirigirse a ninguna parte.


            Para rematar, le cuento a Zalabardo que el día siguiente, jueves, escuché cómo en una emisora de radio hablaban con entusiasmo de las fiestas de un pueblo ancestral. Tampoco ellos sabían que ancestro (por lo general se utiliza en plural, ancestros) designa a los antepasados. Un pueblo podrá ser un pueblo antiguo o el pueblo de nuestros ancestros; pero deberíamos evitar hablar de pueblo ancestral.
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