lunes, enero 22, 2018

¿QUÉ DEPORTE PRACTICAS?



            Los hablantes emplean las palabras que se les antojan independientemente de que figuren o no en el DLE. Lo que rarísima vez se expresa es gratitud hacia el trabajo de tantos académicos que han dedicado su mejor saber y su tiempo a precisar el idioma desde hace trescientos años. (Javier Marías: La zona fantasma)

Después de tanto andar por la montaña, resulta que lo que hago es trekking
            Le manifiesto a Zalabardo mi sospecha de que puedan acusarme de repetirme más que el ajo, dado que, de algún modo, voy a insistir en algo semejante a lo ya tratado en el apunte anterior. Pero, si lo hago, es porque me alegra encontrar textos de otras personas que exponen criterios semejantes a los que defiendo. Me pasa eso, por ejemplo, con Álex Grijelmo, que cada semana publica en El País su columna En la punta de la lengua; y me ha pasado hoy al leer el artículo de Javier Marías en EPS. No trato de compararme con ellos ni de decir, eso sí que no, que ellos sigan lo que en esta Agenda se dice (dudo incluso de que conozcan su existencia). Mejor sería afirmar que soy yo quien sigue la línea de ellos, puesto que poseen mayores conocimientos y mejor preparación que yo.

           Hoy leo a Javier Marías denunciar a cuantos critican a la Real Academia sin motivo válido: la acusan de timorata si tarda en admitir vocablos nuevos; de tener manga ancha si se apresura a incorporarlos en el DLE; de cerrazón si rehúsa incorporar voces mal formadas o sin el necesario asentamiento; de machista, racista, antianimalista, etc., si se niega a suprimir, modificar o aceptar acepciones que molestan a determinados sectores sin pensar que a quien hay que condenar por ello es a quienes emplean las palabras que no les gustan a estos grupos.
            Marías y Grijelmo no se oponen, al menos nunca he leído una opinión suya en tal sentido, a la introducción de palabras, a los cambios que requiera el propio cambio de la sociedad. Sí critican (hoy, por ejemplo, lo hace Marías) que no se aguarde lo suficiente para ver si una palabra arraiga en la comunidad. O que se introduzca un extranjerismo innecesario si tenemos una palabra que significa a las claras lo que queremos decir. Tampoco yo, le indico a Zalabardo, me opongo a la lógica, necesaria y natural evolución de la lengua.
            Esta es, por otra parte, la actitud de quienes miran nuestra lengua sin un ápice de fanatismo y sin estar mediatizados por un tradicionalismo inmovilista y trasnochado. Es lo mismo que ya en el siglo xviii defendía una figura de tan claro ingenio como fue el padre Feijoo. En una de sus cartas, en la que argumentaba contra quienes lo acusaban de utilizar palabras extranjeras, escribía, entre otras muchas cosas: No tenemos voces para la acción de cortar, para la de arrojar, para la de mezclar, para la de desmenuzar, para la de excretar, para la de ondear el agua u otro licor, para la de excavar, para la de arrancar, etc. ¿Por qué no podré, valiéndome del idioma latino para significar estas acciones, usar de las voces amputación, proyección, conmistión, conminución, excreción, undulación, excavación, avulsión? Y no pocas de ellas siguen aún ahí.

           Y por ese sendero pretendo caminar yo. Quienes me conocen saben de mi afición hacia un determinado deporte, el senderismo. Me gusta estar en contacto con la naturaleza, caminar, a ser posible por el campo. Si hago un viaje, me informo si habrá en la zona rutas para practicar mi afición. Porque, aunque he dicho deporte, para mí es más bien una afición, pues no compito con nadie y es más una costumbre higiénica que deportiva. En nuestra lengua tenemos las palabras senda, sendero, asenderear, asenderado… Y no digamos nada de sus sinónimos: vereda, camino, trocha, carril, pista… ¿Me podría indicar alguien por qué en las ofertas de determinadas empresas turísticas o deportivas se nos quiere atraer ofreciéndonos la posibilidad de hacer hiking? ¿Es quizá más sano practicar hiking que senderismo? Y si lo que se practica es montañismo (no escalada, sino caminar por terreno montañoso), me entero de que eso se llama trekking.
            Así como andar es casi una pasión (que los años, necesariamente, van atemperando), casi nunca me ha atraído correr. Pero, le pregunto en tono jocoso a Zalabardo: ¿debería alegrarme porque ya nadie corre, sino que se hace running? Si sigo con el ejemplo anterior, el del senderismo, ahora nadie practica la carrera por montaña (a la que tan aficionados son los hijos de una gran amiga, Mari Pelayo), sino que se dedica al trail running.


            Esto que digo es válido para muchos deportes actuales. A otro buen amigo, José Luis Algarra, ciclista de toda la vida, podría preguntarle si tiene una mountain bike y si prefiere el cross country  o el downhill y estoy seguro de que me tiraría a la cabeza lo primero que pillara a mano, porque seríamos más sensatos si hablásemos de bicicleta de montaña, travesía de montaña o descenso de montaña, todo ello en bicicleta.
            Ahora, lo que encontramos son continuas promociones del rafting, el kitesurf, la nordic walking e incluso de algo que no logro explicarme que algunos entiendan como deporte, el paintball o el airsoft, en los que el objetivo no es otro que el de matar a otros participantes. A lo mejor diciéndolo así, en inglés, la conciencia se queda más tranquila. Y la lista no queda aquí, aunque renuncio a continuar.
            A eso es a lo que me opongo y eso es lo que critico, que nos echemos en manos del inglés, en este caso, cuando podríamos decir lo mismo de manera más simple. Y luego censuramos el proceder de la Academia.
           

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