domingo, enero 28, 2018

NOTA SOBRE EL ANDALUZ (EN MEMORIA DE JOSÉ MARÍA PÉREZ OROZCO)



            Las fronteras del andaluz son difusas, el grado de nivelación es escaso, es decir, coexisten varias normas disidentes de la castellana (Francisco Álvarez Curiel)

José María Pérez Orozco
            He leído algunas críticas acerca de la fonética, léxico y sintaxis andaluces en la serie de televisión La peste, ambientada en Sevilla, creo que en el siglo xvi. Zalabardo sabe bien que no soy aficionado a las series televisivas. A lo largo de mi vida he visto pocas y de estas pocas, las más gracias a la posibilidad de verlas de un tirón, sin tener que esperar cada semana una nueva entrega. Recuerdo de hace años Twin peaks, que no aguanté hasta el final. Más recientemente, he visto Fargo, Breaking bad (estas dos me han gustado bastante) y, la última, Fortitude. De La peste no he visto ningún capítulo y, por tanto, no puedo opinar sobre si son o no atinadas las críticas que se hacen sobre el habla andaluza empleada.
            Sin embargo, leer esta noticia me ha traído al recuerdo a un compañero de los años de Universidad en Sevilla, José María Pérez Orozco, aplicado estudioso de las hablas andaluzas; porque él no hablaba nunca de andaluz, sino de hablas andaluzas. Y, al ponerme a buscar algunas de sus opiniones, me entero con dolor de que José María falleció va a hacer ahora dos años. ¡De cuántos amigos y compañeros tengo que hablar ya en pasado porque se han marchado de esta vida!
            José María Pérez Orozco no fue solo un apasionado del estudio del andaluz; fue, además, una persona de asombrosa vitalidad y poseedor de un sentido del humor envidiable, aunque yo sea del parecer que la envidia es el pecado del que más hay que alejarse. Jamás olvidaré sus apariciones por la Facultad de Filosofía y Letras (en la antigua Fábrica de Tabacos sevillana) portando su guitarra junto a los libros y las carpetas de apuntes. No eran pocos los días en que, concluidas las clases, marchábamos en grupo a la Plaza de doña Elvira o a las orillas del Guadalquivir. De aquel grupo formaban parte, he olvidado bastantes nombres, Alberto Fernández Bañuls, Miguel García-Posada, Emilio Escobar, Carmen Romero, Adolfo López Hidalgo… Más tarde, algunos (Miguel, Emilio y Adolfo y yo) marchamos a Granada y nos separamos  de ellos. En Granada, me cupo la suerte de tener como profesores a don Manuel Alvar y a don Antonio Llorente, máximos responsables del Atlas lingüístico y etnográfico del andaluz, que prendieron en mí el interés por la dialectología y por todo lo relacionado con el andaluz.
            Pero José María, en Sevilla, no tuvo esa suerte, aunque tampoco la necesitó. Se dedicó con pasión al estudio del andaluz y, lo que es más importante, a transmitir su entusiasmo, con el desparpajo y alegría que toda su vida lo caracterizó, a sus alumnos y a cuantos quisieran oírlo. Luchó, sin abandonar ese humor peculiar suyo, por combatir la inmensa cantidad de tópicos y estereotipos referidos al andaluz y por dejar claras cuáles son las esencias de nuestras hablas. 

Mapa del ALEA sobre palabras para recadero
            Por eso quiero aquí traer algunas de sus ideas, todas acertadas, y más en unos tiempos en los que parece predominar en exceso o bien un desprecio por el idioma o bien un nacionalismo a ultranza del mismo. Y no sé qué actitud de las dos es más reprobable.
            Aunque parezca una perogrullada, dejaba bien sentado que es imposible pensar en una férrea uniformidad de las lenguas, de ninguna, porque siempre será posible hallar tantas variedades como hablantes, manteniendo que en cada sitio se habla bien lo que se habla. Decía también que las hablas son una habilidad condicionada por diferentes factores y que uno de los principales es el clima; esto lo llevaba a reflexionar sobre el hecho de que los andaluces vivimos gran parte de su tiempo en la calle y que lo que se hace en la calle es hablar, razón que justifica la riqueza, en este caso, de nuestra manera expresiva.
            Sentado esto, Pérez Orozco, andaluz de pura cepa, pero que nunca cayó en el error de los fanáticos que se van inventando nacionalismos faltos de racionalidad, defendió siempre que del andaluz no se puede decir ni que sea idioma ni que sea dialecto. Ni se puede jugar con él a la ligera como han intentado los estrambóticos esfuerzos de algunos iluminados; como ese que se llama a sí mismo Huan Porrah y que, entre otros absurdos se empeña en editar El principito de Saint-Exupéry al dialecto andaluz. ¿A qué dialecto andaluz? ¿El de Sevilla, el de Huelva, el de Cádiz, Málaga o Almería, el Cabras del Santo Cristo? ¿El seseante, el ceceante? Porque no se habla igual el andaluz en ninguno de los sitios citados. O como ese Alfredo Leyva que comete la desfachatez no de escribir un libro titulado El habla malagueña, cosa muy lícita, sino de subtitularlo Traslación bilingüe Malagueño-Español; insisto en la pregunta: ¿qué malagueño, el de El Palo, de Mangas Verdes, de La Trinidad, de Almogía o de Antequera? Porque el error de estas personas es, en principio y no el más grave, el de creer que basta inventarse una equívoca ortografía para reflejar nuestra habla. Por eso en el libro de Leyva leemos que uno de los significados de canco es ‘perzonahe imahinario que ze uzaba pa’zuhtáh  a loh niñoh’. Como bien explica Pérez Orozco, las hablas andaluzas carecen de una ortografía propia y sus mayores características son de carácter fonético, destacando un peculiar vocalismo (se distinguen en él hasta diez vocales) que sirve, entre otras cosas, para diferenciar el singular del plural. Pero aún hay más. Apunta muy bien que ese conjunto de hablas andaluzas está en continua ebullición y muestra las más audaces evoluciones de la romanidad, por lo que Andalucía puede ser considerada un laboratorio que  ayuda a entender el proceso evolutivo de todas las lenguas europeas.

            Y ya que, por desgracia, no podemos hablar con este admirable amigo y mejor persona, nos queda la suerte de disfrutar, pues la encontramos en YouTube, oyendo de su boca historias tan curiosas como la de la pervivencia en Andalucía del arcaísmo manque o explicaciones tan certeras como la de la expresión no ni ná, en la que con tres negaciones, se emite la más grande afirmación imaginable.




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