sábado, septiembre 21, 2019

¿FIDELIDAD O LEALTAD?



           ¿Qué ha pasado desde que una moción de censura desplazara a Mariano Rajoy y aupara a la presidencia del gobierno a Pedro Sánchez? Diríamos que apenas nada; en palabras d Zalabardo, demasiado ruido para muy pocas nueces. Una incapacidad manifiesta de nuestros políticos para aprobar unos presupuestos, primero, o conformar un gobierno tras las elecciones generales del mes de abril.
            Nos vemos abocados a un nuevo paso por las urnas y esos mismos políticos que se han revelado tan incompetentes y obtusos, aparte de seguir tirándose los trastos a la cabeza, vuelven a exigirnos fidelidad a los proyectos que no han sabido conducir a buen puerto. Cuando, bastante cabreados, hablamos del asunto, Zalabardo solicita mi opinión acerca de si los creo merecedores de esa fidelidad. Le contesto que no estoy seguro, pero que de lo que sí estoy convencido es de que han hecho es méritos sobrados para no merecer lealtad. A mi amigo extraña mi respuesta: ¿Y no es lo mismo una cosa que otra?, me dice
            Intento hacerle ver que hay matices diferenciadores que hacen a cada palabra casi única. De lo contrario, nuestro léxico sería más reducido. Cuando hablamos de palabras sinónimas, la que cumplen el requisito de poder sustituir a otra sin que se resienta el significado de la frase, debemos ser precavidos. Un análisis cuidadoso nos muestra que solo encontramos una sinonimia absoluta, total, si esa sustitución es posible en cualquier contexto. Por ejemplo, siempre que empleamos cima, podríamos decir cumbre; y lo mismo sucede con alumno y discípulo. Pero estos casos son escasos. La verdad es que la lengua no es tan fría como algunos creen y pone continuamente en juego el entendimiento, por un lado, y la imaginación y las emociones, por otro. Sabemos que la expresión ganarse la vida es idéntica a ganarse el pan, ganarse las habichuelas y algunas otras. ¿Son, según eso, sinónimos pan, habichuelas y vida? En ese contexto queda claro que sí, puesto que podríamos sustituir cada uno de esas palabras por las otras; pero si digo que desayuno pan con manteca, nadie en su sano juicio diría que vida o habichuelas pueden ocupar el lugar de pan.
  
          Mi amigo dice que eso está muy bien, pero que lo que a él le interesa es saber si fidelidad y lealtad son lo mismo o cosas diferentes. Le digo que esos matices diferenciadores de los que hablaba antes son, a veces, poco perceptibles. Y que en este caso los hay. El DLE define fidelidad como ‘lealtad, observancia de la fe que se debe a otra persona’. Me gusta más, le aclaro, la definición de Manuel Seco: ‘comportamiento que se ajusta a lo prometido o debido a alguien o algo’. Lealtad, según el diccionario de la Academia es el ‘cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien’. Seco, por su parte, dice: ‘comportamiento honrado y sin engaño o sin fines ocultos respecto a alguien o algo’. Le pido que note que la Academia, en ambas entradas, mezcla fidelidad y lealtad, lo que induce a confusión y a hacernos creer que son lo mismo; en cambio, Seco está acertado al evitar esa duplicidad.
            Los diccionarios especializados en sinónimos nos ayudan a comprender la diferencia que hay entre una y otra. José Gómez de la Cortina opina que fidelidad es la ‘exactitud con que se cumple una obligación contraída’ mientras que lealtad lo que hace es añadir a lo anterior la idea de ‘afecto personal con que se cumple esa obligación’. Ilustra su exposición con este ejemplo: ‘nunca se jura lealtad, sino fidelidad’. Otro diccionario, el de José Joaquín de Mora, dice que la fidelidad es la ‘observancia de la fe prometida’ y que la lealtad supone ‘un sentimiento y entusiasmo que no hay en la fidelidad’. También aporta un ejemplo clarificador: ‘es fiel quien ejecuta lo jurado y es leal quien se sacrifica en la defensa de una causa’.
            Todo lo anterior, intento resumirle a Zalabardo, nos lleva a la siguiente: la fidelidad comporta siempre en su fondo una obligación, la de dar cumplimiento a una promesa basada en la fe que nos inspira quien nos la pide. Quien promete, podemos afirmar, se obliga a actuar, incluso en el futuro, conforme a algo que, en el momento de la promesa, juzga bueno. En cambio, la lealtad no implica obligación, es un valor, un sentimiento por el que decidimos que no debemos dar la espalda a la persona o causa a la que nos sentimos unidos por una cuestión de amistad, de gratitud o de afecto.
            Entendido así, la fidelidad es algo que se impone y, en consecuencia, puede ser exigida; la lealtad, en cambio, se fomenta y se refuerza mediante un acto de reciprocidad. La persona a la que somos leales debe también serlo con nosotros, ya que hablamos de un acto de libertad desde el que uno decide elegir.

           Zalabardo se remueve nerviosamente en su silla porque, me confiesa, no tiene claro si los políticos esperan de nosotros fidelidad, lealtad, ambas cosas o ninguna. En teoría, le digo, a los afiliados de un partido se les reclamará siempre fidelidad, porque, al integrarse en el grupo, se han comprometido, han depositado su fe en sus dirigentes. Es como si se les dijera “Si no estás de acuerdo, vete del partido”. En suma, se les impone la llamada disciplina de voto. Pero al común de los ciudadanos, a aquellos que no tienen un carné, a lo más que se puede aspirar es a ganarse su afecto y estima. Se les pedirá lealtad, que es un acto de voluntad soberana, para que, guiados por el afecto transmitido, la reciprocidad citada antes, elijan la opción que se les propone.
            El problema puede surgir cuando ese ciudadano no atado por ninguna promesa, no sujeto al compromiso de fidelidad, eche en falta reciprocidad y tenga la sensación de que los políticos les están pidiendo una lealtad que ellos no han tenido con los ciudadanos. Estos ciudadanos que no encuentran la correspondencia debida, pueden tener fundadas sobre qué hacer e, incluso, considerándose estafados, podrían optar por darles la espalda, no serles leales y abstenerse. Lo que no es nada bueno, pues si solo participan los que votan guiados por la fe (y sabemos que fe es creer aquello que no vemos) los resultados pueden ser peligrosos.

No hay comentarios: