domingo, noviembre 03, 2019

PENDER DE UN HILO

Yggdrassil, fresno de la vida

            Cuando decimos que algo pende de un hilo, creo que todos tenemos claro lo que queremos dar a entender. El DLE dice que pender de un hilo es ‘estar en riesgo o amenaza de ruina de algo’ o que con ello ‘indicamos temor de un suceso desgraciado’. Muy semejante es colgar de un hilo, ‘estar con sobresalto, duda o temor, esperando el fin de un suceso’. Ya es menos frecuente oír estar cosido con hilo blanco, ‘no conformarse con otra cosa’ o ser de hilo negro, ‘avaro, mezquino, miserable’.
            Y pienso, le digo a Zalabardo, que es bastante probable que muchos conozcan el origen mitológico de la expresión, pese a que hoy se atienda a otras mitologías más que a las clásicas. ¿Quién no ha oído hablar de las Parcas? Incluso Serrat, en la inolvidable Mediterráneo, habla del día en que venga a buscarlo la Parca. Para los romanos, las Parcas eran divinidades identificadas con el Destino. Eran tres hermanas (Nona, Decima y Morta) que limitan a su antojo la vida de los hombres y, la última, quien decide nuestra muerte. A las Parcas romanas se le atribuyeron las mismas cualidades que a las Moiras griegas, personificación del destino de cada cual, de la suerte que ha de corresponderle a cada uno en el mundo. Parcas o Moiras (los griegos las llamaban Cloto, Láquesis y Átropo), son tres hermanas, hilanderas que manejan el hilo de la vida de los humanos, determinando su duración desde el nacimiento hasta la muerte. La primera, la más joven, maneja una rueca con la que va hilando hilos de variados colores y calidad; según la calidad o color, así será la vida de cada ser, o feliz o desgraciada. La segunda va enrollando en su huso los hilos que le presenta su hermana; cada hilo es una vida y, en su composición, siempre hay una estambre negra, que es la de la muerte. Cuando la tercera, la de más edad, corta con sus afiladas tijeras este hilo, cesa la vida de quien pende de él. En esta decisión no tiene nada que ver la edad, estado o condición de los individuos, sino el simple capricho de Morto, o Átropo, según miremos. Pierre Grimal nos cuenta todo esto muy bien en su Diccionario de mitología griega y romana. También J. Humbert en su Mitología griega y romana.

 
Parcas o Moiras
          
Pero, confieso a Zalabardo, la leyenda que más me gusta sobre el hilo de la vida es la que se nos cuenta en los relatos mitológicos escandinavos, que, aun coincidiendo en lo esencial con los relatos griego y romano, presentan en su desarrollo una mayor carga de poesía.
            Cuentan los Eddas, recopilaciones de poemas muy antiguos que recogen poemas de carácter mitológico y heroico, que en la naturaleza existen seres que, sin pertenecer a la escala de los dioses, tienen poder sobre el destino de hombres y dioses. En un lugar desconocido, se eleva un gran fresno, Yggdrassil, que puede ser considerado el árbol del mundo y de la vida, porque contiene en sí todas las fuerzas del universo. Sus ramas sostienen el cielo y sus frutos son las estrellas; lo sostienen y sustentan tres raíces. Una de ellas, la más grande e importante, se hunde hasta el mundo subterráneo de los dioses, donde hay una laguna, cuyas aguas alimentan las fuentes del conocimiento que vigila el gigante Mimir. En ese submundo habitan las Nornas, tres de las cuales (Urd, Verdandi y Skuld) son las encargadas de proporcionar a Yggdrassil el agua y arcilla del lago subterráneo para que se mantenga lozano.

 
Las Nornas
          
Pero, como las Parcas y la Moiras, son dueñas caprichosas del destino de los hombres, aunque hay una diferencia. Las Nornas tejen continuamente el tapiz de la vida; cada hilo de la urdimbre es la vida de una persona, de forma que, según la longitud que tenga, así será de corta o de larga su vida. Nadie, ni siquiera los propios dioses pueden ver qué escena es la que bordan las Nornas en el lienzo que tejen sin parar. Leo estas historias en Mitologías de las estepas, de los bosques y de las islas, magna obra dirigida por Pierre Grimal y en La magia de los árboles, de Ignacio Abella.
            Zalabardo me dice que entiende muy bien lo de colgar o pender de un hilo, porque nunca sabemos cuán largo será el de la vida de cada cosa o persona, ni cuándo será cortado por las siniestras tijeras. Pero que ya no le queda tan claro lo de estar cosido algo con hilo blanco o ser de hilo negro. Le digo que es fácil entenderlo si pensamos en la variante que las leyendas de Parcas, Moiras o Nornas presentan sobre los hilos que las hermanas tejen. El hilo blanco es el hilo de la vida feliz y próspera; el hilo negro, en cambio, es el hilo de la muerte y de las cosas desagradables.

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