sábado, marzo 14, 2020

NUNCA ES MAL MOMENTO PARA LEER

Ilustración de El viaje de San Brandán

            Las cosas, me ha repetido muchas veces Zalabardo, hay que tomarlas como vienen y, además, no concederles ni más ni menos atención que la que precisan. Ahora estamos acosados por la epidemia de coronavirus y el Gobierno ha considerado pertinente declarar el estado de alarma. ¿Tiene sentido plantearse si lo ha hecho bien o mal, si debería haber actuado antes, si no hay que alarmarse tanto como nos dicen? Sería estúpido enredarse en esa cuestión. Esto es lo que hay y no queda sino aceptar los consejos que se nos dan, movernos lo menos posible y no salir de casa salvo para lo imprescindible. Ya, cuando todo pase, se analizará si las cosas se han hecho bien o mal o si alguien tiene que dar explicaciones.
            Y en estas estamos, soportando una cuarentena que, si queremos vencer al virus, habrá que asumir con toda responsabilidad y solidaridad. Porque ya no es que busquemos el bien propio, sino que tenemos que aunarnos en beneficio de la salud de la comunidad.
            Zalabardo sabe que soy persona de las que no se aburren; procuro tener siempre mi tiempo ocupado con actividades muy diferentes. Hago senderismo, leo, escribo, veo cine, me gusta la cocina… Ahora, aunque nada me lo impide, suspendo el senderismo. ¿Me dicen que procure estar en casa? Pues en casa me quedo.
 
J. W. Waterhouse: Decamerón
           A raíz de la crisis que sufrimos, una de las primeras cosas que me han venido a la cabeza ha sido el Decamerón, de Boccaccio. Siete mujeres y tres hombres huyen de la peste y se refugian en el campo. La vita fugge e no s’arresta un ora, había escrito Petrarca. La vida se escapa y no se detiene ni un momento. Por suerte, la cosa no es ahora tan grave, pero tampoco es para reírse. Los personajes del libro de Boccaccio ocuparon su retiro en contarse cuentos.
            Le digo a Zalabardo que, estos días que tenemos por delante, se podían ocupar con el placer de la lectura. Y que no estaría mal acudir a textos breves. Por ejemplo, el Decamerón podría servir muy bien. Recuerdo ahora el divertidísimo cuento en el que un monje enseña a una joven la manera en que se mete al diablo en el infierno. Por el estilo, más en la línea de cuento tradicional, se puede recurrir al Pentamerón, de Guiambattista Basile.
            Entre las lecturas que yo recomendaría para estos días no debería faltar El viaje de san Brandán, del monje Benedeit y que cuenta un viaje maravilloso de este monje anglonormando. También podemos recurrir al que quizá sea el libro más antiguo del que tenemos noticia, Gilgamesh, bellísimo relato en el que encontraremos historias sorprendentes.
            Si no queremos irnos tan atrás en el tiempo, recomendaría lecturas que son de siempre y para todas las edades, sea El viejo y el mar, de Hemingway, o La llamada de la selva, de Jack London. Los cuentos de misterio, terror o miedo los podemos encontrar en las Narraciones extraordinarias, de Edgar Allan Poe o en la antología Cuentos únicos, preparada por Javier Marías.
            ¿Queremos saber qué es esa maravilla de el realismo mágico sudamericano? Podemos pensar en Pedro Páramo, de Juan Rulfo; pero nadie debería desconocer que, antes, una mujer, María Luisa Bombal, escribió La amortajada, una joya que no debemos perdernos, junto con La última niebla. No olvidemos que bastante de ese realismo mágico ya lo teníamos en la literatura gallega; buena muestra de ello es El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez.
G. Doré: El cuervo, de Poe
            Que no quede atrás la interesante novelita de Balzac El coronel Chabert ni olvidemos tampoco la interesantísima Una habitación propia, de Virginia Woolf. Y, si es que nos ponemos así, en plan serio, podríamos echar una miradita a los Ensayos, de Montaigne. Tampoco dejaría de recomendar, le digo a Zalabardo, Jesús. Una aproximación histórica, de José Antonio Pagola.
            Me pregunta Zalabardo si olvido la poesía. Claro que no. Me limito a recomendar dos títulos, muy separados por el tiempo: El cantar de los cantares, de Salomón, y El cuervo, de Poe.
            La lista precedente está hecha, a la vista queda, bastante a la ligera. Pero pretende tan solo ser una invitación a que pensemos que, aunque muchos estén ocupados con el teletrabajo, otros muchos vamos a tener algunas horas de ocio más. No sería mala ocasión para leer. La gran mayoría de los libros recomendados son muy breves, además de entretenidos. Y, además, muchos de ellos están disponibles en Internet porque ya no les afectan los derechos de autor.
            Y, por supuesto, cada uno puede añadir todos los que quiera.

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