domingo, septiembre 18, 2022

SOBRE CACHONDEO

 

Le cuento a Zalabardo que una estancia de algunos días en la costa gaditana me ha dado ocasión para meditar acerca del origen y relaciones entre el sustantivo cachondeo, el adjetivo cachondo/a y el verbo cachondear(se). Lo que parece tarea fácil no lo es tanto. Pudieran ser, las tres, formas de una misma familia o, por el contrario, un ejemplo más de homonimia, palabras coincidentes en su forma, pero con origen diferente.

            A Zahara de los Atunes se entra cruzando el río Cachón, dato que hay que tener muy en cuenta ya que los zahareños presumen de ser los inventores del cachondeo, palabra a la que asignan su origen precisamente por el nombre de ese río. Entre sus argumentos, dicen contar con un testigo crucial, el mismísimo Cervantes. Echan mano de algunos fragmentos de La ilustre fregona, donde se dice del joven Carriazo que pasó por todos los grados de pícaro hasta que se graduó en las almadrabas de Zahara, donde es el finisbusterrae de la picaresca. Poco más adelante leemos: No os llaméis pícaros si no habéis cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes; y aún un poco más: Aquí se canta, allí se reniega, acullá se riñe, acá se juega, y por todo se hurta. Allí campea la libertad y luce el trabajo.

            Zahara de los Atunes, como varios otros pueblos cercanos, vive de la pesca de este pez y la técnica de la almadraba es todo un arte que se viene practicando desde muy antiguo. Cuentan en la zona que los almadraberos, al terminar la faena, se reunían junto al río Cachón para descansar y solazarse y allí sucedía todo lo que cuenta Cervantes y aún más. Por eso, asistir a tales reuniones era estar o irse de cachondeo. Este tipo de reuniones atraía a gran cantidad de ociosos y maleantes. Hasta tal punto que el marqués de Santillana recoge el refrán Roncalde, que del almadraba viene, comentado por Rodríguez Marín, en su edición de esta novela diciendo que tan de vagos era el andarse en las almadrabas que cuando tornaban, les daban vaya por los caminos, roncándoles, para echarles en cara su haraganería. Quizá esto sirva para explicar el significado que el DLE da al término, ‘falta del rigor o seriedad necesarios, juerga, jolgorio’ o para el que da al verbo cachondear(se), ‘burlarse, guasearse de algo o alguien’.


           El problema podría surgir cuando vemos que el diccionario académico hace proceder la palabra de cachondo. El Diccionario académico, el etimológico de Corominas y algunos otros, afirman que cachondo/a, ‘que está en celo’ o ‘persona dominada por el apetito sexual’, es voz que deriva del latín cattulus, ‘cachorro’. Mantienen algunos que por imitación de verriondo (de verres) y de toriondo (de toro) surgió una forma catuonda, catulonda o cachionda para designar a la ‘vaca en celo’ y que acabaría en cachonda, pues originalmente existió la forma femenina que solo más tarde se trasladaría también al masculino.

            Cuando hablo antes de problema es porque Corominas, en una entrada anterior, habla del origen de cacho, que hace derivar del latín cacculus, ‘olla, cacharro’. De cacho, dice, procede cachar, ‘hacer pedazos algo’ y ‘hablar de alguien burlona o irónicamente’. La verdad sea dicha, no veo mucha relación entre cachorro y cacharro, pese a la similitud fonética.

            Confieso a Zalabardo que no puedo asegurar nada porque tampoco hallo lugar en que se me aclare cómo esto segundo pasa a lo primero o, si así lo queremos, al revés. En conclusión, yo no me atrevería a privar a los zahareños de sentirse orgullosos por ser inventores de una palabra. Y menos aún si, cuando repaso este apunte antes de subirlo a la Agenda, leo un artículo de Elvira Lindo en el que califica de cachondas a unas señoras que se divierten sin que el adjetivo nos haga pensar de ellas que son unas salidas ni unas vacas en celo. Por eso, dejaría estar las cosas como están, con esa pizca de ambigüedad que no acertamos a aclarar y que los zahareños continúen felices por su invento.


            Por cierto, cuento a mi amigo, cuestión que nada tiene que ver con esta es la del nombre del pueblo y su gentilicio, zahareño. No tengo la menor idea sobre la lengua árabe y todo lo digo por referencias. También aquí hay dos bandos sobre el origen del nombre de la población, Zahara, que relacionan con Sahara, porque dicen que coinciden con la misma raíz, ṣaḥrā, ‘desierto’. Pero, ya en el siglo XVI, Covarrubias recogía en su Tesoro el término zahareño, que define como ‘pájaro esquivo y dificultoso de amansar. Es término del arte de cetrería y arábigo, y dicen venir de la palabra çahara, que significa peñasco o breña, por haberse criado estas aves en las hendeduras de los altos riscos’. Todo cobra sentido si conocemos cómo son las costas en que se asienta este pueblo, si pensamos que hay un tipo de manzanilla, que se da en la Axarquía y en Sierra Nevada, en terrenos rocosos, llamada zahareña y si pensamos que zahareña es también la persona ‘arisca, desdeñosa, huraña’, como el ave de que hablaba Covarrubias. Eso lleva a pensar, con el lexicógrafo toledano que fue capellán de Felipe II, que el origen de Zahara será más bien ṣaḫrî, que significa ‘peñasco, roca’.

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