sábado, febrero 15, 2025

HONOR, HONRA Y FRASES HISTÓRICAS

Suele leerse en algunos libros de Historia que el rey francés Francisco I, tras su derrota en la batalla de Pavía, 1525, y haber caído prisionero de las tropas germano-españolas de Carlos I, escribió una carta a su madre en la que le decía: «Todo se ha perdido, menos el honor». Y años más tarde, en 1865, también nos cuentan muchos libros de Historia que, derrotada la flota española por la inglesa y la estadounidense en la Guerra Hispano-Sudamericana, el almirante al mando, Casto Méndez Núñez, pronunció aquello de «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra».

            Nos encontramos en una situación peculiar: el enfrentamiento de dos palabras, honor y honra, que muchas veces confundimos y que nos hacen dudar sobre su uso. La cuestión es confusa, sobre todo si pensamos que ambas palabras tienen un mismo origen, el vocablo latino honor, oris, que puede traducirse como honor, honra, respeto, consideración o testimonio de estima hacia alguien. Un estudio de 2017 realizado por un equipo de la Universidad de Málaga explica cómo en nuestra sociedad sigue teniendo arraigo la llamada cultura del honor, que considera que el hombre es el encargado de cuidar a la familia, especialmente a las mujeres, contra cualquier conducta deshonrosa, normalmente relacionada con conductas sexuales. El Diccionario Etimológico Castellano En Líneaetimologias.dechile.net― sale en nuestra ayuda al llamarnos la atención sobre este doblete exclusivo de nuestra lengua e indicarnos que todo lo que se debata en torno a dichas palabras ―en especial si se asocia honra con sexo― procede del empleo que de ellas se hiciera en la mayor parte del teatro de los Siglos de Oro. Le pido a Zalabardo que recuerde aquello de «Al rey la hacienda y la vida se ha de dar, pero el honor…», de la comedia calderoniana El alcalde de Zalamea, o las comedias El médico de su honra, también de Calderón, o El villano en su rincón, de Lope. Existe un estudio de Claude Chauchadis, profesor de la Universidad de Burdeos, titulado Honor y honra o cómo se comete un error lexicológico, en que trata de explicar como una y otra palabra se han utilizado siempre indistintamente y no se puede señalar diferencia de significado entre ellas. Sin embargo, el tiempo ha ido consolidando ―sin que se deshaga la confusión― la creencia de que la honradez afecta de cintura para arriba y la honestidad, de cintura para abajo.

 


           Por eso le pido a Zalabardo que se fije en que honra y honor se usan de manera indiscriminada. O en que el Diccionario chileno citado nos advierte que reparemos en que la palabra latina honor no significa esas cualidades personales que con frecuencia les adjudicamos, sino que se refiere al premio público que se otorga a la persona que consideramos que obra con rectitud, decencia o dignidad. Sobre ella formó el español la dualidad honor/honra, así como honradez/honestidad. Le digo a mi amigo que, puestos a considerar el diferente sentido que tendemos a darles, el diccionario en el que encuentro una más certera definición es el de José Joaquín de Mora titulado Colección de Sinónimos de la Lengua Castellana, publicado en 1855. Allí leemos que «El honor consiste en el sentimiento de que el hombre se halla animado, en la conducta que se traza o en los principios que le sirven de norma en sus operaciones».  Y que «La honra depende de la opinión de las otras personas».

            Por tanto, el honor es algo intrínseco que depende solamente de nosotros y de nuestra manera de proceder según unas pautas morales. No es algo que se nos pueda quitar. La honra, en cambio, al depender de la opinión que los demás tienen de nosotros, sí es algo de lo que nos podemos sentir despojados en algún momento. Por eso damos como garantía de algo nuestra palabra de honor y por eso, como consecuencia de un determinado comportamiento, podemos perder la honra.

            Me pregunta, entonces, Zalabardo, por qué en el caso del rey francés se habla de honor y en el del marino español se habla de honra si ambos parecen referirse a lo mismo. Le respondo que precisamente por esos límites difusos que menciono. Traigo los ejemplos porque en ellos, las frases no parecen ajustarse a lo que en realidad dijeron sus sujetos, sino versiones extraídas por autores a los que les pareció que eran más interesantes que la realidad. También la Historia parece valerse en ocasiones de estos recursos.

 


           En el caso del rey Francisco I, esa carta en la que supuestamente había escrito a su madre tal cosa no se conservaba. Se hablaba, pues, de memoria, de lo que alguien creía recordar que allí se había escrito. Años más tarde, lo que se encontró fue una copia, que no la original. Esa copia comienza: «Señora: Para comunicaros cómo me ha tratado la mala fortuna, despojándome de todo, menos del honor y de la vida, que se han salvado […] he solicitado permiso para escribiros». Posiblemente, un historiador al que le pareció poco heroico eso de alegrarse de conservar la vida tras una humillante derrota, concentró la frase es ese «Todo se ha perdido, menos el honor», que suena mejor.

                En cuanto a la frase de Méndez Núñez, parece que tampoco fue esa. Y tampoco hay datos del todo fiables, porque unos dicen que la dirigía al Ministro de Estado, mientras otros sostienen que fue su contestación al jefe de la escuadra enemiga que solicitaba su rendición. En cualquier caso, parece que lo que dijo fue algo así como «Más vale sucumbir con gloria en mares enemigos que volver a España sin honra ni vergüenza».

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