MANIFIESTO POR LA LENGUA
Me pregunta Zalabardo si recuerdo aquellas entrañables serpientes de verano. Le contesto que cómo no recordarlas si eran lo que salvaba el verano a más de una publicación. Para quienes sean más jóvenes y esta expresión no les resulte conocida, diré, tomando la definición del Diccionario fraseológico del español actual, de Manuel Seco, que se llama serpiente de verano a "una información, fantástica o no, que es materia de comentarios cuando hay escasez de noticias interesantes, como suele ocurrir en verano". Hoy, este recurso tan clásico del periodismo de hace años se ha convertido en innecesario porque en nuestros días la prensa se vale de recursos bien distintos para rellenar sus páginas veraniegas: suplementos diarios especiales, colaboraciones expresamente contratadas para esas fechas, remesas extras de pasatiempos. Y no olvidemos, en estos días, el carrusel de los Juegos Olímpicos o el conflicto de Georgia.
Cuando requiero a Zalabardo que me aclare qué es lo que pretende al plantearme tal cuestión, me suelta de sopetón: ¿Tú has leído el Manifiesto por la lengua común? En ese preciso instante ya sé qué idea lo guiaba al hablarme de las serpientes de verano. Y es que desde que el día 23 de junio pasado se dio a conocer el documento de tal título firmado por Fernando Savater y una amplia nómima de intelectuales, apenas si ha pasado día sin que un medio de comunicación haya publicado un artículo en alusión al mismo, ya sea a favor de su contenido, ya sea en contra. Debo decir que yo guardo en una carpeta de mi ordenador una treintena de respuestas al susodicho Manifiesto, respuestas que proceden de todas las zonas españolas, sin que falten, claro está, aquellas que se ven directamente aludidas por poseer otra lengua aparte de la castellana. O sea, que esto no ha sido ya una serpiente de verano, sino que más bien parece un auténtico culebrón. De todos estos escritos a los que me refiero, he de decir que los que me han parecido más puestos en razón han sido los que firman Violeta Demonte (La levedad de un manifiesto, de 5 de julio) y Ernest Maragall (Varias decepciones y una profunda desazón, de 23 de julio) ambos en las páginas de El País. Porque lo cierto es que partiendo del propio Manifiesto y terminando por el último de sus comentarios, de los aparecidos hasta ahora, se leen más argumentos de matiz político y de interés sesgado que no estrictamente sociolingüísticos, que es el ámbito en que tal cuestión debería discutirse.
Me interrumpe Zalabardo para decirme si creo que quienes puedan leernos saben todos de qué va el documento de Savater. En resumidas cuentas, pretende ser una reivindicación del derecho a exigir, en Cataluña especialmente y en el resto de regiones poseedoras de otra lengua, una enseñanza en lengua castellana frente a los intentos de convertir en lengua vehicular de la enseñanza la propia de la Comunidad. Tal pretensión, se desprende del documento, podría acarrear un menoscabo para la lengua española —digamos más extendida, puesto que las otras lenguas son igualmente españolas— en tales Comunidades y requiere una intervención de las más altas instituciones del Estado, e incluso, si falta hiciera, una modificación de la Constitución. Y desde que el Manifiesto se hizo público, se han sucedido comentarios, artículos, cartas al Director en los periódicos, recogidas de firmas, que nos han llenado, nos siguen llenando, el verano como aquellas pretéritas serpientes.
Para aquellos que tengan algún tipo de prejuicio sobre la naturaleza de cada una de las lenguas españolas, que por desgracia son muchos, y para que todos en general gocemos de un mejor conocimiento de la cuestión, convendría empezar haciendo una exposición acerca del origen y desarrollo de las diferentes lenguas españolas, pues, no se olvide, a ninguna de las habladas en nuestro territorio se le puede privar de tal calificativo. La exposición que intentaré habrá de ser por fuerza superficial, en razón del espacio, aunque, al mismo tiempo, intentaré que sea clara. Pero eso será ya en un próximo apunte, pues el espacio de este se ha consumido ya.
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