Cualquiera que me lea, si es que a estas alturas hay alguien que no se haya olvidado ya de esta agenda y sigue acercándose a ella, sabrá bien qué es eso de la cinta de Moebius. Aunque el nombre provenga de August F. Moebius, quien pasa por ser su descubridor, la verdad es que, el otro día lo supe, fue un co-descubrimiento, corría entonces el año 1858, que es preciso atribuir también a Johann B. Listing. Dicha cinta presenta la particularidad de ser una banda circular que, curiosamente, carece de cara exterior y de cara interior pues es sencillamente una superficie sin fin. Seguro que Carlos Rodríguez, a quien sinceramente aprecio y deseo una total y pronta recuperación, podría decirnos, como buen matemático que es, muchas cosas acerca de esta sorprendente cinta.
Me vino a la cabeza lo que digo mientras pensaba que hay gente que cree que la historia, o el tiempo, si no son la misma cosa, no es sino un reflejo de la cinta de Moebius, proceso de cara única aunque a veces se nos presente con la apariencia de varias, proceso sin fin al que no se le puede trazar principio ni final, puesto que se repite indefinidamente. Buen ejemplo de ello pudiera ser este apunte de hoy respecto a la agenda a la que pertenece.
El 30 de octubre de 2007 declaraba completada la agenda que Zalabardo había puesto a mi disposición. ¿Razones? Sobre todo, cansancio, agotamiento y una cierta sensación de que el asunto no daba más de sí, de que estaba dicho todo, o casi todo. Un largo año de ir rellenando página a página, la mayor parte del tiempo escribiendo un apunte diario, nos tenía a los dos, a Zalabardo y a mí, bastante bloqueados.
Pero, mira por dónde, precisamente hoy, 9 de agosto de 2008, exactamente dos años después de haber empezado a redactar esta agenda y diez meses después de haberla interrumpido, cuando he vuelto de la playa me he encontrado con que me esperaba Zalabardo. Tenía en la mano un pequeño envoltorio que me entregó y pidió que lo abriera: era un cuaderno con todas las páginas en blanco, igual al que me proporcionó para todos los apuntes anteriores. Mirándome de frente, como él mira, me dijo: "Este mismo mes te jubilas; ahora que vas a disponer de bastante tiempo libre no estaría mal que dedicaras un poco a retomar la agenda". "¿Y por qué no?", le dije yo, sin pensármelo ni mucho ni poco. Y aquí estamos. Aunque, por el momento, le aclaré, los apuntes no serán diarios.
Como habrá quedado claro, he decidido, por fin, acogerme a la jubilación LOE. Pero el Pablo Picasso seguirá siendo mi instituto, continuaré considerando compañeros a sus profesores y a sus alumnos los sentiré aún como alumnos míos. Eso, indudablemente, en el plano de los sentimientos, pues la realidad me dice, y no me duelo de ello, que ya estoy fuera y ese mundo tal vez no sea ya mi mundo. Ahora, Zalabardo y yo estaremos en igualdad de condiciones, somos dos hormigas caminando por esa única superficie que no tiene dentro ni fuera que es la cinta de Moebius del tiempo, somos ese Guadiana que aparece tras un tiempo de ocultación y silencio y aquí estamos otra vez ante la agenda. ¿Hasta cuándo? Chi lo sà?, diría Rafa Recio, a quien tanto le gusta usar expresiones italianas.
Sin pensarlo más, nos lanzamos al agua confiados en que aquellos que una vez nos encontraron nos reencuentren ahora. ¿Se acordará algún compañero de esta agenda? ¿Se acordarán Mari Paz, Andrés el Viejo de la Colina, el real José Zalabardo, que nos escribió desde tierras británicas o cualquier otro corresponsal de los que enviaron comentarios? Puede que sea un buen experimento ver si alguien retorna aún de vez en cuando a estas páginas para comprobar si ha aparecido un nuevo apunte, pese a la interrupción que se anunció.
Así que, sin más dilaciones: ¡Hola a todos, hemos vuelto!
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