viernes, octubre 16, 2009

ESCÁI...¿QUÉ?

Creo tener razón al afirmar que hay personas que no son nada dudosas cuando hablamos de su relación con el lenguaje. Estas personas merecen toda nuestra confianza hasta el punto de que nos las proponemos como modelos de buen hablar y de mejor escribir. Sabemos que todo lo que dicen ha pasado por un previo proceso de reflexión que les impide utilizar las palabras a tontas y a locas. Son precisas, son coherentes, son claras; y, por todo ello, son naturales, pues huyen de cualquier tipo de afectación.
Una de esas personas es, qué duda cabe, Rafael Sánchez Ferlosio, quien, desde la publicación de El Jarama, una de las cumbres del realismo social y objetivo en la novela española de los años cincuenta, ha dado claras muestras de la sobriedad, perfección y elegancia de su estilo tanto en sus novelas como en sus ensayos. A Sánchez Ferlosio se le lee no solo por el interés intrínseco de lo que escribe, sino por lo cuidado de su instrumento.
Hace unos días leía un artículo suyo en el que criticaba el eslogan utilizado por Madrid en su frustrada candidatura a acoger los Juegos Olímpicos de 2016. Pero no es eso lo que me quedó de dicho artículo, sino una palabra que utiliza y que yo no oía desde hace bastante tiempo: espíquer, escrita así, en cursiva. Espíquer es término que no recoge ningún diccionario español de mediana importancia; bueno, no lo recoge ninguno, que yo sepa. Es un anglicismo (speaker) y significa de modo estricto locutor, aunque también orador, y, de modo más amplio, cualquier animador que se sirve de un micrófono para difundir y amplificar su voz.
Hubo un tiempo en que, en España, esta palabra se utilizó con profusión, pero, así son las cosas, no acabó de cuajar y hoy apenas si se oye (Zalabardo aún la emplea de vez en vez), con la curiosidad de que quienes más la utilizan son personas de edad y de mediana o baja cultura. Pero si destaco el uso que Ferlosio hace del término es porque, consciente del anglicismo, lo españoliza ortográficamente, primero, y lo destaca tipográficamente, después. Como debe ser. Además, lo utiliza con un cierto matiz irónico, por lo que no se refiere simplemente a un locutor sino a 'un locutor que trata de animar a sus oyentes a que hagan algo que, finalmente, no hicieron'. Vamos, como si fuera un animador de tómbola, ejemplo típico de espíquer. Todo ello justifica su empleo.
Frente a este tipo de personas, cuidadosas con el lenguaje, hay otras que no lo son tanto, por lo que merecerían ser tachadas de chisgarabises, es decir, chiquilicuatros, es decir, zascandiles, entrometidas o embarulladoras (que eso dicen los diccionarios que es un chisgarabís) del idioma, puesto que lo usan sin orden ni concierto.
Y como Zalabardo me pide que dé ejemplos de lo que digo, me voy a limitar a uno observado recientemente: en una foto de los Príncipes de Asturias en Palma de Mallorca, el pie decía que"tras ellos, destaca el tradicional skyline medieval de la ciudad". Como vemos, un anglicismo de más o menos abolengo en nuestros días. ¿Evitable? Claro que sí, le digo a Zalabardo e intento razonarlo.
Hace un tiempo, en el campo del diseño y de la publicidad apareció el recurso de utilizar la silueta total o parcial de una ciudad o de determinados edificios característicos para ofrecerla como reclamo turístico de dicha ciudad. Así, la silueta de Manhattan con sus torres gemelas fue representativa de la ciudad de Nueva York antes del atentado de setiembre de 2001. O la silueta de la torre Eiffel , de París. O la de la Sagrada Familia, de Barcelona. A esta visión silueteada del conjunto o parte de una ciudad, destacando sus edificios más altos y representativos, llamaron en inglés skyline y en francés panorama urbain. ¿Por qué no buscamos nosotros una designación más natural y propia? Serviría, no cabe duda, panorama (o panorámica) urbano/a, por proceder de una lengua similar; pero podríamos decir también silueta urbana, o algo por el estilo. Cualquier cosa, menos skyline. Y si, por razones estilísticas, nos interesa utilizar el anglicismo, escribámoslo en cursiva y adaptemos su ortografía, que no cuesta trabajo.
¿Hay ciudades más dadas que otras a ofrecer una peculiar silueta o panorámica urbana? Está claro que sí, o al menos eso me parece según los ejemplos que he dado. Pero, si queremos ser rigurosos, coincidiremos en que todas las ciudades disponen de su silueta. Distinto es que esta sea tan peculiar que sirva para representarlas. Además, las siluetas piden un resalte de las líneas y una particular luz. Por ejemplo, la foto que encabeza este apunte. Lo malo de ella es que casi nadie la identificaría, al menos en una primera mirada, con Málaga. Pues sí, se trata de la Malagueta contemplada desde el puerto. Málaga la identificamos mejor con la segunda foto, tomada, como la anterior, esta misma mañana y casi a la misma hora. Lo que pasa en ella es que las construcciones claves, Gibralfaro, la farola, la torre de la Catedral y la Gallina Papanatas (el edificio de la Equitativa) no destacan suficientemente sobre el entorno como sucede con otras panorámicas más conocidas.

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