martes, octubre 13, 2009

OTOÑO PLAYERO

Por lo que anoche pude ver y oír en los informativos de televisión, estamos gozando (¿o tal vez padeciendo?) un otoño playero. Zalabardo y yo podemos dar fe de ello, aunque no porque hayamos estado en la playa, de la que en realidad nos encontrábamos bastante lejos, sino por la temperatura que hemos debido soportar. Viendo el calendario y la posibilidad de disponer de tres días seguidos de asueto, habíamos decidido aprovecharlos y hacer un recorrido por los castañares malagueños. Eso de días de asueto, aclaro, lo digo por los demás, ya que los míos lo son todos.
Como no fuimos previsores y no reservamos con tiempo un sitio donde dormir, hubimos de lanzarnos un poco a la buena de Dios. Aun así, tuvimos suerte de hallar alojamiento en Atajate, lo que nos cambió un poco los planes, si bien no demasiado y en todo caso para mejor. El cambio afectó en el sentido de que, valiéndonos de la ubicación de dicho pueblo, nos fue posible ampliar las zonas de nuestros movimientos: Serranía de Ronda, estribaciones de la Sierra de Grazalema y el Valle del Genal.
¿Os habéis parado alguna vez a pensar la riqueza y variedad paisajística de nuestra provincia malagueña? Proporcionalmente, no sé si me equivoco, puede que sea una de las más montañosas del país, al tiempo que goza de auténticos vergeles y una rica variedad arbórea, desde el verdadero rey de la zona, el raro pinsapo, hasta las amplias manchas de pinos, castaños y quejigos y otras variedades del tipo quercus.
Quiero avisar que esta vez, y pese a que por lo común nuestros recorridos los hacemos a pie y por senderos, en esta ocasión hemos utilizado más el coche, dado el objetivo de nuestras visitas. El sábado, día de la llegada, aprovechamos la mañana para acercarnos al misterio telúrico de la Cueva del Gato, en Benaoján. Después de comer, nos dedicamos a recorrer la margen derecha de la vertiente del río Genal. La carretera que une Ronda con Algeciras, en el tramo que discurre por la zona que menciono, es un placer para los sentidos. Está toda jalonada a trechos de miradores que permiten recrearse con el paisaje. De paso, vale la pena entrar en los pueblos que se extienden por la pendiente que desciende hasta el río. Todos ellos muestran una hiriente blancura de cal en sus paredes y son un prodigio de equilibrio sobre el monte. A ello, unen la belleza de sus nombres: Benadalid, Benalauría, Algatocín, Benarrabá, Gaucín. A lo lejos, perdiéndose entre la bruma de la lejanía, aunque destacando su blancura entre los castañares, los otros pueblos de la margen contraria de este bello valle del Genal.
Al día siguiente, domingo, nos trasladamos hasta la pedanía de El Colmenar, ya cerca de Cortes de la Frontera; es curioso que esta pedanía, siendo la estación de ferrocarril de Gaucín, pertenezca, sin embargo, al municipio de Cortes. Allí iniciamos el recorrido, esta vez sí que a pie, del sendero que discurre por la Garganta de las Buitreras, tremendo corte que taja el río Guadiaro. Sin embargo, debo decir que no lo atravesamos completo, por eso mismo del calor del que hablaba al principio y porque los años, en según qué circunstancias, no invitan ya a determinadas aventuras.
Y el lunes, partiendo del puerto de las Encinas Borrachas, nos internamos por la llamada ruta del Legado de Fray Leopoldo. Su núcleo, Alpandeire, cuna del venerado franciscano y pueblo en el que se levanta una iglesia que es mayor que el resto de la población. Después, ya enfilamos nuestro camino hacia lo que pudiéramos llamar ruta de los castaños, con pueblos más pequeños que los de la margen derecha del Genal, pero igualmente bellos: Faraján (allí estuvo la primera fábrica de hojalata de España), Júzcar, Cartajima, Parauta, Igualeja, Pujerra. A propósito, en este último pueblo se celebrará pronto la Fiesta de las Castañas, aconsejable para quien desee degustar las múltiples variedades culinarias y de repostería de este sabroso fruto. En este trayecto, paramos a cada poco para internarnos entre el frescor de los castaños. Debo aconsejar a quienes vayan por allí que no cojan más castañas que aquellas que se puedan alcanzar desde los caminos, por la sencilla razón de que los dueños de estos bosques sufren un verdadero expolio por los desaprensivos que, conscientes o no, piensan que las castañas no tienen amo.
Y un consejo final: hay que acercarse siempre que sea posible a la gastronomía de la zona. Es algo que debiéramos hacer siempre, mirar la cocina de los lugares que visitamos, pues, como dice Zalabardo, filetes con patatas fritas y huevo los hay en todas partes. En cambio, en El Colmenar tuvimos ocasión de probar una riquísima pata de jabalí al horno y en Parauta un no menos gustoso venado con salsa de castañas. Para postre, se puede disfrutar de queso de almendras y, quien no tenga que conducir, de las deliciosas castañas al brandy.

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