lunes, septiembre 17, 2012

OSSIAN

            
               Hablábamos un día Zalabardo y yo sobre un reportaje que daba cuenta de que Jonah Lehrer, reportero del diario The New Yorker, ha dimitido en el momento en que se descubrió que había inventado citas de Bob Dylan en un libro. O la noticia posterior de que otro periodista, esta vez de Time y de la CNN, Fareed Zakaria, también había sido apartado de su puesto (aunque poco después se le repusiera en él) por semejante razón. Como él se extrañaba de que tales casos se pudiesen considerar de tanta gravedad como para tener las consecuencias que han tenido, le pregunto si conoce la historia de McPherson y los Cantos de Ossian.
            Ossian es un personaje legendario de la mitología irlandesa, hijo de Fingal y Sadbh, y de él se afirma que fue valiente guerrero y uno de los más grandes poetas de Irlanda. Pero, ya digo, personaje de leyenda hasta que en 1760, el escritor prerromántico escocés James McPherson comenzó a publicar lo que decía ser traducciones de unos textos gaélicos que afirmaba haber encontrado en unos antiguos manuscritos que recogían escritos del bardo Ossian. La cosa duró hasta que en 1765 publicó la totalidad de los manuscritos hallados con el título de Las obras de Ossian. La influencia de estos textos fue notabilísima durante el Romanticismo europeo hasta el punto de que surgió una corriente de poesía que se llamó ossiánica. Nuestro Espronceda escribió Óscar y Malvina, que subtituló Imitación del estilo de Osián. Todo ello siguió hasta que comenzaron a surgir dudas. McPherson nunca quiso enseñar los manuscritos que decía haber hallado y que, incluso tras su muerte, no aparecieron por ningún lado. Se habló de falseamiento, de que no existían tales muestras, de que Ossian seguía siendo tan legendario como antes, y que los textos eran pura invención del escocés. Todavía hoy perdura la polémica.
            Le quiero decir a Zalabardo que toda la vida han existido intentos de este tipo, el afán de notoriedad por haber descubierto algo es muy grande, y no solo en el campo de la literatura. Aún colea el caso del veterinario español Jesús Ángel Lemus, que trabajaba para el CSIC en Doñana, y que durante años ha estado inventándose (y publicando en revistas especializadas) estudios no realizados en los que manejaba datos falsos.
            No es el mismo caso, aunque en cierto modo se le acerca, el de la investigación por parte de las autoridades de la universidad de Harvard a que están sometidos un centenar largo de alumnos que han copiado en un examen que debían realizar en su propia casa.
            Le digo a Zalabardo que yo si veo gravedad en estos comportamientos y siento el gran daño que Internet (o, para ser exactos, el mal uso que de la red se hace) está provocando en este sentido. No es ningún secreto que una acusada mayoría de estudiantes de bachillerato y, lo que es peor, de universitarios, se valen de Internet para, mediante el burdo sistema de copiar y pegar, realizar trabajos que luego quieren hacer pasar por originales. Cualquier profesor de bachillerato sabe la dificultad que supone encargar una lectura de un texto, pues los alumnos tienden a leer los resúmenes que de la novela ofrece la Red y a creer que con eso han cumplido. Y, si es grave en secundaria, en los niveles universitarios es aún más grave este tipo de actuación.
            Afortunadamente, aunque Internet proporciona mucha información que puede ser utilizada de manera no adecuada, también nos permite descubrir con más facilidad los usos incorrectos de esta información.    
            ¿No podemos valernos, entonces, de la información que nos ofrece Internet? Claro que sí, le digo; ojalá hubiese yo dispuesto de esta herramienta en mis años de estudiante. Lo que no es admisible es el lamentable uso que algunos hacen de ella. Antes la documentación se buscaba en enciclopedias, diccionarios y una amplia variedad de libros. El saber de quienes nos han precedido está para que nos sirvamos de él. Ahora no usamos enciclopedias, porque todo está en Internet. Más fácil. Pero la información está ahí para que la procesemos, la asimilemos, hagamos nuestro lo que proceda y modifiquemos lo que sea necesario, respetando siempre la autoría de los demás, que debe ser reconocida en la pertinente bibliografía. Sin olvidar que, junto a informaciones muy valiosas, por la Red circula también mucha basura. Y dando por sentado que el método de cortar y pegar, usado indiscriminadamente, debería estar proscrito.
            Por eso, le digo a Zalabardo, veo bien que sea censurado y penalizado, según proceda, todo aquel que miente al ofrecer una información, que da como comprobados datos que no lo están o que se apropia del trabajo intelectual de los demás. Y, sobre los ejemplos aportados, le digo que McPherson, para mí, es el único respetable, pues con su actuación no hizo daño a nadie y, en cambio, creó una bella corriente poética.


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