Hablábamos un día Zalabardo y yo sobre un reportaje que daba cuenta de
que Jonah Lehrer, reportero del
diario The New Yorker, ha
dimitido en el momento en que se descubrió que había inventado citas de Bob Dylan en un libro. O la noticia
posterior de que otro periodista, esta vez de Time y de la CNN,
Fareed Zakaria, también había sido
apartado de su puesto (aunque poco después se le repusiera en él) por semejante
razón. Como él se extrañaba de que tales casos se pudiesen considerar de tanta
gravedad como para tener las consecuencias que han tenido, le pregunto si
conoce la historia de McPherson y
los Cantos de Ossian.
Ossian es un personaje legendario de la mitología irlandesa, hijo
de Fingal y Sadbh, y de él se afirma que fue valiente guerrero y uno de los más
grandes poetas de Irlanda. Pero, ya digo, personaje de leyenda hasta que en
1760, el escritor prerromántico escocés James
McPherson comenzó a publicar lo que decía ser traducciones de unos textos
gaélicos que afirmaba haber encontrado en unos antiguos manuscritos que recogían
escritos del bardo Ossian. La cosa
duró hasta que en 1765 publicó la totalidad de los manuscritos hallados con el
título de Las obras de Ossian.
La influencia de estos textos fue notabilísima durante el Romanticismo europeo
hasta el punto de que surgió una corriente de poesía que se llamó ossiánica.
Nuestro Espronceda escribió Óscar y Malvina, que subtituló Imitación del estilo de Osián.
Todo ello siguió hasta que comenzaron a surgir dudas. McPherson nunca quiso enseñar los manuscritos que decía haber hallado
y que, incluso tras su muerte, no aparecieron por ningún lado. Se habló de
falseamiento, de que no existían tales muestras, de que Ossian seguía siendo tan legendario como antes, y que los textos
eran pura invención del escocés. Todavía hoy perdura la polémica.
Le quiero decir a
Zalabardo que toda la vida han existido intentos de este tipo, el afán de
notoriedad por haber descubierto algo es muy grande, y no solo en el campo de
la literatura. Aún colea el caso del veterinario español Jesús Ángel Lemus, que trabajaba para el CSIC en Doñana, y que durante años ha estado inventándose (y
publicando en revistas especializadas) estudios no realizados en los que
manejaba datos falsos.
No es el mismo caso,
aunque en cierto modo se le acerca, el de la investigación por parte de las
autoridades de la universidad de Harvard a que están sometidos un centenar
largo de alumnos que han copiado en un examen que debían realizar en su propia
casa.
Le digo a Zalabardo
que yo si veo gravedad en estos comportamientos y siento el gran daño que Internet (o, para ser exactos, el mal
uso que de la red se hace) está provocando en este sentido. No es ningún
secreto que una acusada mayoría de estudiantes de bachillerato y, lo que es
peor, de universitarios, se valen de Internet
para, mediante el burdo sistema de copiar y pegar, realizar trabajos que luego
quieren hacer pasar por originales. Cualquier profesor de bachillerato sabe la
dificultad que supone encargar una lectura de un texto, pues los alumnos
tienden a leer los resúmenes que de la novela ofrece la Red y a creer que con eso han cumplido. Y, si es grave en
secundaria, en los niveles universitarios es aún más grave este tipo de actuación.
Afortunadamente,
aunque Internet proporciona mucha
información que puede ser utilizada de manera no adecuada, también nos permite
descubrir con más facilidad los usos incorrectos de esta información.
¿No podemos valernos,
entonces, de la información que nos ofrece Internet?
Claro que sí, le digo; ojalá hubiese yo dispuesto de esta herramienta en mis
años de estudiante. Lo que no es admisible es el lamentable uso que algunos
hacen de ella. Antes la documentación se buscaba en enciclopedias, diccionarios
y una amplia variedad de libros. El saber de quienes nos han precedido está
para que nos sirvamos de él. Ahora no usamos enciclopedias, porque todo está en
Internet. Más fácil. Pero la
información está ahí para que la procesemos, la asimilemos, hagamos nuestro lo
que proceda y modifiquemos lo que sea necesario, respetando siempre la autoría
de los demás, que debe ser reconocida en la pertinente bibliografía. Sin
olvidar que, junto a informaciones muy valiosas, por la Red circula también mucha basura. Y dando por sentado que el método
de cortar y pegar, usado indiscriminadamente, debería estar proscrito.
Por eso, le digo a
Zalabardo, veo bien que sea censurado y penalizado, según proceda, todo aquel
que miente al ofrecer una información, que da como comprobados datos que no lo
están o que se apropia del trabajo intelectual de los demás. Y, sobre los
ejemplos aportados, le digo que McPherson,
para mí, es el único respetable, pues con su actuación no hizo daño a nadie y,
en cambio, creó una bella corriente poética.
No hay comentarios:
Publicar un comentario