Debo confesar que, de vez en vez, me llevo una “alegría
léxica” al toparme con determinados vocablos en medios escritos. No hace mucho,
en una información gastronómica, me sorprendió el término fuagrás en lugar de foiegras.
Algo después, en el blog Sin tinta, de Fernando García, se me apareció ibuc en lugar de ebook.
El autor justificaba su empleo diciendo que se lo había sugerido Carlos Serrano, periodista colombiano
que ocupa el cargo de editor de medios interactivos de la Fundación Gabriel García Márquez
para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Y tan solo hace unos
días, ha sido jipi, en lugar de hippie o hippy, lo que me ha
saltado a los ojos. Me temo que los términos no prosperarán, como no prospera
el güisqui
propuesto por la RAE. No obstante,
debo decir que me gustan, porque los cuatro suponen una solución que se ajusta
a lo que tantas veces he dicho aquí sobre la españolización de vocablos extranjeros
que se incorporan a nuestra lengua. Y digo que supongo que no triunfarán porque
este tipo de soluciones no gusta a mucha gente, más proclive al extranjerismo
que al vocablo indígena. Lo cual demuestra, que no se olvide esto, que las
palabras no pueden ser impuestas.
A ver si consigo enterarme, porque a veces pareces
contradecirte con tus propios argumentos —me interrumpe Zalabardo—. Resulta que
ahora te parece bien ebook, aunque sea en la forma ibuc
y, en cambio, no te gusta blog. ¿Me podrías explicar el motivo?
Como pudiera parecer que tiene razón, acepto aclararle el
asunto. No me gusta ebook; en cambio, sí estoy de acuerdo con ibuc. Pero, le digo, para
que quede diáfana mi postura debemos empezar explicando someramente qué es eso
de la economía lingüística, concepto que ya utilizábamos hace bien poco tiempo.
Sé que la mayoría de quienes leáis esto sabéis de qué hablo, pero puede haber
quien no lo tenga tan claro. El principio de economía lingüística supone una
restricción de elementos a la menor cantidad posible con el fin de que el
instrumento (la lengua) sea flexible y no exija demasiado número de elementos
compositivos. Así podemos ver que una lengua tiene menos fonemas que morfemas,
menos morfemas que lexemas y menos lexemas que semas. O, como dice Mª Jesús Paredes Duarte, la economía
lingüística busca la comodidad y el menor esfuerzo en la emisión y
descodificación del lenguaje. De esta forma, cuanto más larga sea una palabra,
menos se utilizará y tenderemos a acortarla (metro en lugar de metropolitano)
o a preferir una palabra más corta ante que una más larga (mejor decir posición
antes que posicionamiento) o como tenderemos a decir con una palabra lo
que normalmente se decía con dos o más (vuestra merced quedó reducido a usted
o jáquer,
como decía en un apunte anterior, podría sustituir a pirata informático).
Cuando nos encontramos frente a un extranjerismo (ebook,
hacker,
blog,
en este caso) debemos deslindar, antes que nada, si es necesario o prescindible,
según exista o no una palabra equivalente en la lengua a la que pretende
introducirse el término.
Ebook es un acrónimo de electronic
book, es decir, libro
electrónico. No hay otra denominación
posible. El principio de economía lingüística nos empuja a utilizar una sola
palabra, si es posible, en lugar de dos. Según esto, tendríamos que echar mano
de ebook,
extranjerismo necesario o crear nuestro propio acrónimo: electrolibro o algo
semejante. Si al final preferimos ebook, cojámoslo; pero adaptándolo
lo más posible a nuestra lengua. Y ahí nace el ibuc de que hablo.
Vayamos entonces con blog. También es un acrónimo, esta
vez de web log. Dado que log
significa ‘diario’ y sirve para designar el diario de a bordo o cuaderno
de bitácora en el léxico naval o el diario de vuelo en la
terminología de la aviación, se propuso adaptarlo al español como bitácora,
ciberdiario
y algunas otras formas parecidas. Pero coincidirás conmigo, le digo a
Zalabardo, que son vocablos más bien extraños para una mayoría. Por otra parte,
diario,
que sería lo suyo, posee unas connotaciones que no ajustan bien con la nueva
realidad de la que hablamos. Porque, le digo a Zalabardo, veamos primero qué es
un blog:
un cuaderno digital que va recogiendo periódicamente textos que su autor somete
a la consideración de los demás. El diario se entiende como más íntimo;
el blog,
en cambio es algo abierto.
¿Qué
términos podrían sustituir a blog, si renunciamos a diario?
Se me ocurren los siguientes: cuaderno, libreta, memorándum,
dietario,
bloc
o agenda.
Cuando, hace ya seis años, me lancé al ruedo de la red con anotaciones más o
menos informales en torno a temas lingüísticos, aunque de vez en cuando se
traten otros asuntos, pensé bien qué nombre utilizaría. Y me pareció que el más
conveniente era el de agenda. Del mismo modo, para las
anotaciones que aquí recogiera consideré improcedente el anglicismo post;
y dado que artículo me parecía pretencioso, al menos para lo que yo
buscaba, creí que lo mejor era hablar de apuntes. En todo ello, nunca he
pretendido ser novedoso ni purista; únicamente he intentado ser coherente con
las opiniones que aquí vierto.
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