domingo, enero 13, 2013

¿POR QUÉ DIGO AGENDA?



            Debo confesar que, de vez en vez, me llevo una “alegría léxica” al toparme con determinados vocablos en medios escritos. No hace mucho, en una información gastronómica, me sorprendió el término fuagrás en lugar de foiegras. Algo después, en el blog Sin tinta, de Fernando García, se me apareció ibuc en lugar de ebook. El autor justificaba su empleo diciendo que se lo había sugerido Carlos Serrano, periodista colombiano que ocupa el cargo de editor de medios interactivos de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Y tan solo hace unos días, ha sido jipi, en lugar de hippie o hippy, lo que me ha saltado a los ojos. Me temo que los términos no prosperarán, como no prospera el güisqui propuesto por la RAE. No obstante, debo decir que me gustan, porque los cuatro suponen una solución que se ajusta a lo que tantas veces he dicho aquí sobre la españolización de vocablos extranjeros que se incorporan a nuestra lengua. Y digo que supongo que no triunfarán porque este tipo de soluciones no gusta a mucha gente, más proclive al extranjerismo que al vocablo indígena. Lo cual demuestra, que no se olvide esto, que las palabras no pueden ser impuestas.
            A ver si consigo enterarme, porque a veces pareces contradecirte con tus propios argumentos —me interrumpe Zalabardo—. Resulta que ahora te parece bien ebook, aunque sea en la forma ibuc y, en cambio, no te gusta blog. ¿Me podrías explicar el motivo?
           Como pudiera parecer que tiene razón, acepto aclararle el asunto. No me gusta ebook; en cambio, sí estoy de acuerdo con ibuc. Pero, le digo, para que quede diáfana mi postura debemos empezar explicando someramente qué es eso de la economía lingüística, concepto que ya utilizábamos hace bien poco tiempo. Sé que la mayoría de quienes leáis esto sabéis de qué hablo, pero puede haber quien no lo tenga tan claro. El principio de economía lingüística supone una restricción de elementos a la menor cantidad posible con el fin de que el instrumento (la lengua) sea flexible y no exija demasiado número de elementos compositivos. Así podemos ver que una lengua tiene menos fonemas que morfemas, menos morfemas que lexemas y menos lexemas que semas. O, como dice Mª Jesús Paredes Duarte, la economía lingüística busca la comodidad y el menor esfuerzo en la emisión y descodificación del lenguaje. De esta forma, cuanto más larga sea una palabra, menos se utilizará y tenderemos a acortarla (metro en lugar de metropolitano) o a preferir una palabra más corta ante que una más larga (mejor decir posición antes que posicionamiento) o como tenderemos a decir con una palabra lo que normalmente se decía con dos o más (vuestra merced quedó reducido a usted o jáquer, como decía en un apunte anterior, podría sustituir a pirata informático).
             Cuando nos encontramos frente a un extranjerismo (ebook, hacker, blog, en este caso) debemos deslindar, antes que nada, si es necesario o prescindible, según exista o no una palabra equivalente en la lengua a la que pretende introducirse el término.
            Ebook es un acrónimo de electronic book, es decir, libro electrónico.  No hay otra denominación posible. El principio de economía lingüística nos empuja a utilizar una sola palabra, si es posible, en lugar de dos. Según esto, tendríamos que echar mano de ebook, extranjerismo necesario o crear nuestro propio acrónimo: electrolibro o algo semejante. Si al final preferimos ebook, cojámoslo; pero adaptándolo lo más posible a nuestra lengua. Y ahí nace el ibuc de que hablo.
            Vayamos entonces con blog. También es un acrónimo, esta vez de web log. Dado que log significa ‘diario’ y sirve para designar el diario de a bordo o cuaderno de bitácora en el léxico naval o el diario de vuelo en la terminología de la aviación, se propuso adaptarlo al español como bitácora, ciberdiario y algunas otras formas parecidas. Pero coincidirás conmigo, le digo a Zalabardo, que son vocablos más bien extraños para una mayoría. Por otra parte, diario, que sería lo suyo, posee unas connotaciones que no ajustan bien con la nueva realidad de la que hablamos. Porque, le digo a Zalabardo, veamos primero qué es un blog: un cuaderno digital que va recogiendo periódicamente textos que su autor somete a la consideración de los demás. El diario se entiende como más íntimo; el blog, en cambio es algo abierto.
            ¿Qué términos podrían sustituir a blog, si renunciamos a diario? Se me ocurren los siguientes: cuaderno, libreta, memorándum, dietario, bloc o agenda. Cuando, hace ya seis años, me lancé al ruedo de la red con anotaciones más o menos informales en torno a temas lingüísticos, aunque de vez en cuando se traten otros asuntos, pensé bien qué nombre utilizaría. Y me pareció que el más conveniente era el de agenda. Del mismo modo, para las anotaciones que aquí recogiera consideré improcedente el anglicismo post; y dado que artículo me parecía pretencioso, al menos para lo que yo buscaba, creí que lo mejor era hablar de apuntes. En todo ello, nunca he pretendido ser novedoso ni purista; únicamente he intentado ser coherente con las opiniones que aquí vierto.

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