Con el día de Reyes se cierran las
fiestas navideñas. Zalabardo me pregunta si a mí le ocurre lo que a él, que
cada vez teme más la llegada de estas fechas. Le digo que ese es un sentimiento
compartido, pues la edad requiere un sosiego y una morigeración que
difícilmente se consiguen en estos días: muchas copitas, muchos mantecados, muchas
comidas familiares, mucho olvidarse de la templanza, del colesterol y de la
báscula. Sobre todo, me dice, si la cena la prepara mi cuñada.
Y
como mi amigo, en un momento de la charla me confesó que el año próximo, si
sigue vivo, a la cena que organiza su cuñada va a ir el Tato,
se me ocurrió preguntarle si sabía quién fue ese Tato. Como no lo sabía, le dije que, para evitar otros temas más
áridos en la vuelta a la actividad, en este apunte aprovecharía para comentar algunas
frases proverbiales asociadas a un nombre, o apodo, de persona. Casi siempre se
ha dicho que los nombres de tales frases pertenecen a personajes ficticios
creados por la imaginación popular. Pero no es así, pues lo cierto es que
muchos ignoran que algunos de los nombres asociados a dichas expresiones
proverbiales corresponden a seres que tuvieron una realidad comprobable. Tal
ocurre con María Castaña (o Maricastaña), el Tato y Sanani. Como veo
que Zalabardo se interesa por el tema, lo voy a exponer aquí.
Siempre
(toda la vida de Dios) se ha utilizado la expresión en tiempos de Maricastaña
para expresar, como indica Gonzalo de
Correas ‘en tiempos muy antiguos, cuando hablaban los animales’ o, como
dice Cervantes en El
casamiento engañoso, ‘cuando hablaban las calabazas’. Pero lo cierto es
que, en el siglo XIV, ¡pues sí que hace tiempo!, según cuenta D. José Godoy Alcántara, vivió en Lugo
una tal María Castaña, o Castaño, que junto con su marido y dos
hermanos de este encabezaron un levantamiento contra el obispo de la diócesis a
causa de los desorbitados impuestos que el prelado exigía. La revuelta fue
violenta, hubo algún que otro muerto, y el fuerte carácter de esta mujer quedó
en la memoria de la gente, que, en un principio, para datar cualquier
acontecimiento, decía que algo era anterior o posterior al tiempo de Maricastaña.
Posteriormente, con el paso de los años pasó a significar, lógicamente, lo que
hoy entendemos, que algo es muy antiguo.
El
Tato dio origen a varios dichos: Anda
y que te mate el Tato, A ese no lo mata ni el Tato y No
fue ni el Tato.
El Tato no fue
otro que Antonio Sánchez, torero nacido
en Madrid en 1831. Toreador algo torpe, no se le pudo negar, sin embargo, una
gran valentía y buen acierto al matar. Tomó la alternativa en 1853 y en 1869
recibió tan grave cornada que se hizo necesario amputarle la pierna. Su afición
era tal que intentó volver al ruedo con su pierna ortopédica. Lo hizo, pero,
lógicamente, su intento fue un completo fracaso.
No
obstante, mataba el gusanillo acudiendo a todas las corridas que podía, sin
importarle la categoría del cartel. Por eso, cuando un cartel era tan ínfimo
que no valía la pena ir, la gente decía A esa no va ni el Tato (que no se
perdía una). Las otras dos expresiones obedecían a la fama de buen matador que
tenía. Cuando nos queremos librar de alguien, se le dice ¡Anda y que te mate el Tato!
Y cuando nos resulta imposible deshacernos de alguien molesto decimos que A ese
no lo mata ni el Tato.
Zalabardo
se va entusiasmando con estas historias. Me dice que había oído algo de la de Maricastaña,
pero que desconocía la del Tato y la de Sanani. Le respondo que
me alegro de poder proporcionarle esa información, pero que no se cree falsas
expectativas porque de Sanani le puedo decir poco, hasta el
punto de que no me atrevo a mantener su veracidad del mismo modo que con las
otras.
El
conocimiento de Sanani, o Sanani
el de las tortas, me llegó a mí a través de un tío, hermano de mi
padre, que decía mucho Eso lo va a hacer Sanani o, incluso
mejor, Eso te lo va a dar Sanani. Pero más tarde, he sabido que el
dicho es muy frecuente en la zona de Cádiz donde frases similares o,
simplemente, ¡Sanani! se emplean para negar de modo rotundo.
Al
parecer, Sanani, su nombre real es
un misterio que no he logrado aclarar e ignoro si alguien lo sabe, era un
vendedor de tortas que iba por las calles de Jerez de la Frontera pregonando
que sus tortas tenían poder curativo, que sanaban a quien las comía (de ahí
surgió el apodo Sanani). Pero que, a
la vez, era mezquino y avaro como él solo y ni daba nada ni vendía a fiado,
pese a que tenía mucho dinero ahorrado según decía la gente. Tal fama se creó
que cuando se le quería negar algo a cualquiera de modo contundente se le decía
Eso
te lo va a dar Sanani, para indicar que no había nada que hacer. De ese
sentido se amplió ya al que también posee de negación definitiva y, así, se oye
decir¡A
las cinco de la mañana se va a levantar Sanani!
Posiblemente,
le digo a Zalabardo, habrá más frases inspiradas en personas reales, pero por
hoy creo que ya está bien.
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