El
apunte del día anterior, como ya dejé avisado, no permitió que siguiera desarrollando
la conversación que nos traíamos Zalabardo y yo. Harto ya de tanto escrache, sin darme ocasión a
nada, me soltó: “¿Y qué te parece lo del
piropo de Obama?” Debo reconocer que me pilló,
como suele decirse, en bragas y necesité pedirle alguna explicación. Entonces
me contó que el presidente americano, aunque la prensa lo había divulgado yo no
me enteré, se vio precisado a disculparse por haber dicho que una tal Kamela Harris, jurista, era brillante,
dedicada y perseverante y la persona que quieren tener aplicando la ley, ya que
se asegura de que todo el mundo sea tratado por igual; y que, además, era la
fiscal más guapa del país.
Esta
última frase, decir que esa mujer, aparte de todo lo buena profesional que ya
ha demostrado ser es guapa, ha supuesto que se le acuse de haber cometido uno de
los más nefandos pecados de los defensores de la ultracorrección política: el
de ser sexista.
Consternado,
me pregunta mi amigo: “¿Habremos también de renunciar al piropo?” Entonces, le sugiero que indaguemos qué es un
piropo. Dice el DRAE que piropo es, entre otras cosas,
‘una lisonja, un requiebro’. María
Moliner escribe que es una ‘alabanza dirigida a una persona ≈ Halago,
lisonja. En particular, cumplido o requiebro, especialmente dirigido a una
mujer’. Manuel Seco dice que
es una ‘expresión de alabanza y elogio dirigida a una persona o cosa. Expresión
dirigida a una persona, especialmente mujer, ponderando su belleza’. Y, por
fin, el diccionario Clave,
afirma que es una ‘expresión de elogio o alabanza dirigida a una persona,
especialmente por su belleza’. Visto así, todo cuanto se pueda decir del piropo es positivo y cualquier
persona piropeada, hombre o mujer, debiera sentirse feliz por ello.
¿Qué
es lo que ocurre, entonces? Que pensamos en otras épocas y nos cuesta aceptar
que, si hubo situaciones que en su momento podían ser incluso humillantes, la
realidad es que la sociedad ha cambiado y no debemos rechazar nada de lo que de
bueno haya aparecido. Por ejemplo, le digo a Zalabardo, en una sociedad no
machista lo que debe molestar del piropo
no es su propia existencia, sino el hecho de que alguien piense que solo al hombre
se le permita emitirlo y solo la mujer pueda ser la receptora. Pero el piropo en sí mismo, dejemos a un
lado aquellos que resultan groseros, zafios y despreciables, que los hubo y los
hay, no tiene nada de malo. O eso creo yo.
¿Qué
hay de malo en que Obama,
después de enumerar las innegables cualidades profesionales de una fiscal
general a la que acaba de nombrar, elogie también su belleza? ¿Acaso las
mujeres de hoy no piropean, con idéntica o mayor soltura que los varones, a los
hombres? ¿Solo debemos elogiar cualidades intelectuales o profesionales y nunca
las físicas? Yendo aún más allá, ¿sería, entonces, condenable, que una persona piropease
a otra de su mismo sexo? Zalabardo me cuenta, a propósito de mis interrogantes,
que él ha leído crónicas escritas por
mujeres en las que se ponderaba el
culito de Mario Casas. ¿Debería sentirse molesto por ello el actor o
habría que llamar la atención a la persona que tal cosa escribió?
Entonces
yo le enseño una columna escrita por Luz
Sánchez-Mellado en la que habla del impacto mediático de dos jueces: el
juez José Castro, que lleva el caso Urdangarín y ha imputado a
la infanta Cristina y la jueza Mercedes Alaya, encargada del caso de los ERE. Cierto que está
escrita en un tono desenfadado e irónico, pero lo que dice es lo que dice. Y lo
que se mantiene en la columna es que Alaya
supera a Castro por su físico.
Reproduzco algunos párrafos: Esas entradas triunfales conjuntada hasta el
rímel, esa melena al viento, esa mirada al tendido, esos escotes, ese paso
firme arrastrando ese trolley que algunos temen más que a una vara
verde. Menuda novedad: una gerifalta yendo al curro vestida como está
mandado… Y más adelante dice: Sus dos señorías son igual de
insobornables e imputadores, pero él es un abuelete con aspecto de jubilata
simpático y ella un cañón del Guadalquivir de todas a todas, que una es hetero
pero no ciega.
Aclaro
a mi amigo que no tengo nada que objetar y que, incluso, la columna me pareció
simpática. Aunque me surgió una duda: ¿se hubiera aceptado un texto de esa
naturaleza escrito por un hombre? Más de una voz, estoy seguro de ello, se
hubiera levantado en contra. Además, dejando a un lado la ironía, el humor y
todas esas zarandajas, ¿no pensáis que llamar abuelete jubilata al juez Castro pudiera ser considerado denigratorio?
En
fin, le digo a Zalabardo, que me parece una barbaridad intentar desterrar el piropo. Si alguien (mujer u
hombre) está en su contra, eso que se pierde. Hay mucha poesía, y mucho respeto
y alabanza, en piropos como
aquel con que Bécquer cierra una de
sus Rimas (Poesía… eres tú)
o como aquel que incluye Neruda en
uno de sus Veinte poemas de amor
(Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche). Al fin y al cabo, decirle
guapa a una mujer o a un hombre que su culito es apetecible no tiene nada de
malo. Peores cosas, por desgracia, estamos oyendo constantemente. Y no nos
escandalizamos.
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