lunes, mayo 20, 2013

MIENTRAS ‘PUÉDAMOS’

            Eso es lo que me dijo un hombre ya bastante mayor cuando le pregunté si subía todos los años a la Fiesta de Verdiales de la ermita de las Tres Cruces. Mientras ‘puédamos’ y ‘haiga’ quien me traiga, fue su respuesta concreta y creo que no le faltaba razón, le comento a Zalabardo. Mientras podamos, añado por mi cuenta, debemos seguir adelante y no  dejarnos doblegar por las circunstancias. Zalabardo dice que me nota algo bajo de ánimos y le contesto que cuesta olvidar algunos acontecimientos, aunque debamos seguir adelante; por lo menos mientras puédamos.
            Esa fue la razón, pienso, de que el pasado domingo me fuese a Alhaurín el Grande a presenciar la Fiesta de la Cachorreña. Cualquiera que me conozca sabe que a Zalabardo y a mí nos gustan las fiestas de los pueblos y acudimos a cuantas podamos.

           La primavera supone un despertar de la vida en todos los sentidos y por doquier surgen motivos para festejar y para espantar las sombras que anublan el ánimo. Algo que nos llamó la atención nada más llegar a Alhaurín fue la abundancia de banderas verdes ondeando en los lugares más altos de la población. Preguntamos y pronto nos dieron razón: El verde, se nos dijo, es el color del campo en estas fechas y allí, en ese pueblo, las colocan para anunciar la celebración de las cruces de mayo.
            La Fiesta de la Cachorreña se organiza en el barrio de San Isidro coincidiendo con la festividad del santo. Como casi todas las fiestas de pueblo es simple y, a la vez, llena de candor. Uno de sus puntos fuertes era la muestra de encaje de bolillos que se celebraba.
            Creíamos que nos encontraríamos con algo soso y carente de gracia, pero la sorpresa fue mayúscula al comprobar cuánta gente, y no solo mayor, sigue practicando esta delicada labor. Allí había grupos representativos no solo de diferentes pueblos de Málaga, sino que vimos incluso un nutrido grupo venido de Huelva. Y mayor sorpresa fue la de contemplar cómo también hay hombres que se dedican a esta tarea. Tuvimos ocasión de hablar extensamente con Paco, un onubense que es todo un maestro en el manejo de los bolillos y que, con gracejo inigualable, nos explicó algunos de los secretos de este arte.
            Este tipo de fiestas, le digo a Zalabardo, dan oportunidad también de hallar palabras que uno desconoce o que, en algunos casos, había dejado de oír hace ya mucho tiempo. Le recuerdo a Zalabardo lo que hablábamos hace días sobre oficios y palabras perdidas. Allí, en Alhaurín, nos reencontramos con algunas de ellas.
            Pude saber que esa almohadilla cilíndrica sobre la que se va entretejiendo el encaje a base de un continuo claveteo de alfileres y vertiginosa danza de los bolillos se llama mundillo. Los había de todo tipo y tamaños, aunque, aparte del tradicional, nos llamaron la atención uno redondo y grande cuyo nombre es torta y otro de forma rectangular del que, lamentablemente, nadie pudo darnos el nombre si es que alguno tiene.
 
           Pero no solo había esa muestra de bolillos; también vimos otras muestras de artesanía. En particular me interesó un hombre que manipulaba esparto y que me recordó los años de niñez en mi pueblo, ya que allí se trabajaba mucho el esparto. Con él se hacían serones para las caballerías, cestas, esteras, persianas y, sobre todo, capachos destinados a las prensas de las aceitunas en las fábricas de aceite.
            La labor básica del esparto es lo que se llama la pleita. No es esta, sin embargo, una palabra rara, salvo en la escasez de su uso actual. Ya la recogía Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, definiéndola como ‘la faja que se hace de esparto para las esteras’. El DRAE dice que es ‘faja o tira de esparto trenzado en varios ramales, o de pita, palma, etc., que cosida con otras sirve para hacer esteras, sombreros, petacas y otras cosas’. Aunque, al parecer, el término nos llegó a través del árabe, su origen es griego. Pese a lo que en principio pudiera creerse, la palabra nada tiene que ver con pleito, con pleitear o con pleitesía, que tienen otro origen. Sí está relacionada, aunque pueda extrañar un poco, con plegar, pliegue, plica, pliego, aplicar, complicar, etc. Pero eso sería un asunto más largo de tratar.
            Si traigo aquí todo esto es porque, así se lo dije a Zalabardo, lo que más provocó mi extrañeza fue que, cuando pregunté a aquel hombre qué es lo que hacía, me contestó que iscales. Al replicarle yo que en mi pueblo aquello se llamaba pleita me dijo con toda naturalidad que la pleita es otra cosa. Y mirad por dónde, en aquel instante no se me ocurrió pedirle cuál era la diferencia, según él, entre una y otra labor, puesto que, a decir verdad, nunca he oído el término por él utilizado.
            Luego, ya en casa, me vino a la memoria que en mi pueblo, donde como en casi todos cada familia tiene un apodo, vivía una a la que llamaban Jicales. No lo sé, pero tal vez fuese interesante investigar si hay relación. La cosa, se lo decía el otro día a Jose Francisco, es no quedarse parado y mantener la mente siempre ocupada en algo. Al menos, repito, mientras puédamos

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