No cabe duda, me comenta Zalabardo,
de que vivimos tiempos inquietos y agitados, no ya por los efectos de la crisis
que nos ahoga sino por la desconfianza que se ha instalado en los ciudadanos
(¿o debería decir en la ciudadanía?) hacia la clase política: que si el caso Palau, que si el caso de los ERE, que si el caso Gurtel, que si el caso Bárcenas, que si el caso de las facturas falsas de los sindicatos…
Y eso son los más llamativos, que por detrás quedan otros menos voceados en los
medios, aunque no por ello menos demostrativos de la baja estofa moral de
muchos políticos.
¿Nos lleva eso a sospechar —me
pregunta— si no sufrimos más una crisis ética que económica? Le contesto que,
si no queremos acabar hundidos en la más oscura de las desesperaciones, habrá
que pensar que no todos los políticos son iguales, que también los habrá honrados.
Su respuesta es lacónica: ¿Y dónde están?
La cosa es que la gente no cesa en
su deseo de que, de una vez por todas, alguien tire de la manta y se
descubra el pastel dejando al aire la realidad para que se le pueda
poner solución. Es entonces, hablando de ello, cuando Zalabardo pregunta: Oye,
¿de dónde viene eso de descubrirse el pastel?
Le contesto que, muchas veces y en
muchos lugares, se relaciona esta expresión, que según el DRAE significa ‘hacerse
público y manifiesto algo que procuraba ocultarse o disimular’, con la
gastronomía. Y, aunque hay algo de cierto en ello, no es esa toda la verdad. Si
cogemos el Tesoro de Covarrubias,
podemos leer que pastel es una ‘empanadilla hojaldrada que tiene dentro carne
picada o pistada’. Y sigue diciendo algo más adelante: ‘Es refugio de los que
no pueden hacer olla, y socorre muchas necesidades’. Se trata, pues de una
comida de gente humilde y sin muchos
recursos económicos. Ello explica que en nuestra literatura de los
siglos de oro se hagan muchas críticas de los pasteleros que confeccionaban
tales manjares, no ya por la escasez de carne que en ellos ponían sino por la
dudosa calidad de la misma. El engaño solo era palpable cuando se habría este
hojaldre y se veía su contenido.
De ahí, dicen algunos, procede lo de
descubrirse
el pastel. No faltó, incluso, quien acusó a los pasteleros de utilizar
carne humana procedente de los ajusticiados. Basta leer el capítulo 4.º del
libro segundo de El Buscón, de Quevedo,
para encontrarse con estas palabras: Parecieron
en la mesa cinco pasteles de a cuatro. Y tomando un hisopo, después de haber
quitado los hojaldres, dijeron un responso todos, con su requiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran
aquellas carnes. Antes, en el capítulo 7.º del libro primero, un verdugo da
noticia a Pablos sobre la ejecución de su padre: Hícele cuartos y dile por sepultura los caminos. Dios sabe lo que a mí
me pesa verle en ellos, haciendo mesa a los grajos. Pero yo entiendo que los
pasteleros desta tierra nos consolarán acomodándole en los de a cuatro.
Parecería suficiente. Lo que muchas
veces se olvida es que, en el Diccionario de Autoridades de 1737,
entre los significados de pastel se recoge este: ‘En el juego,
es una fullería que consiste en barajar y disponer los naipes de modo que se
tome el que los reparte lo principal del juego o se dé a otro su parcial’. Y
también este otro: ‘Metafóricamente, se toma por el convenio de algunos,
secreto o encubierto, para algún intento, regularmente no bueno’. Y el Diccionario
castellano con las voces de ciencias y artes (1788), de Esteban Terreros y Pando, es aún más
explícito: ‘En el juego de naipes, fullería con que se dan las cartas como
quieren || Embrollo, facción, conventículo o trama secreta. Así se dice ya se descubrió el pastel, esto es, se
aclaró la trama’.
Estos significados siguen apareciendo,
lo que no es de extrañar, en el DRAE actual. Pero, a lo que voy,
¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Es decir, ¿de dónde procede la expresión
descubrirse
el pastel, de la añagaza mezquina de los pasteleros de antaño o de la
felonía de los tahúres? Creo, aunque no lo puedo demostrar, le digo a
Zalabardo, que primero fue la truhanería de los pasteleros y de ahí pasó a
designar la trampa en el juego. ¿Por qué? Trato de explicarlo. El Diccionario
de refranes de José María Sbarbi
recoge tres alusivos a esta cuestión. Dice uno: Descubrirse el pastel,
‘hacerse pública y manifiesta una cosa que se procura ocultar o disimular con
cautela’. Este aclara poco. Dice el segundo: Tiró el diablo de la manta y se
descubrió el pastel, ‘poner de manifiesto alguna cosa que, por lo
desagradable o perjudicial, convenía que se mantuviese oculta’. Este mezcla dos
dichos, el del pastel y el de la manta. Pero dice el tercero: Quitar
la hojaldre al pastel, ‘descubrir un enredo o trampa’. Este viene
pintiparado para lo que hablamos.
¿Y qué importa de dónde proceda, si
lo principal es que el engaño salga a la luz?, me dice Zalabardo aportando en
su defensa la frase de Felipe González:
Blanco
o negro, lo importante es que el gato cace ratones. Le sugiero,
procurando ser prudente, que, según creo haber leído en alguna parte, esa frase
no es original de Felipe González,
sino del líder chino Deng Xiao Ping.
Y Zalabardo, que tiene días en que le gusta mostrarse impertinente, se encoge
de hombros y me responde que tampoco eso importa, que lo que se hace necesario
de una vez por todas es que el pastel se descubra y acabemos con
tanta desvergüenza como circula por ahí. Y ahí tengo que darle la razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario