Benaque es un pequeño pueblo de
Málaga. En realidad no es más que una pedanía, junto con Vallejos, de
Macharaviaya. Es, por otra parte, la cuna de Salvador Rueda, uno de los precursores del Modernismo. Quien lo
desee puede visitar su casa. La iglesia de Benaque, antigua mezquita, es casi
más grande que todo el pueblo.
En Benaque, en su iglesia, se
celebra todos los años, el primer domingo de diciembre, un Certamen de Pastorales, en
homenaje a Salvador Rueda, el poeta
local. Las pastorales son grupos que siguen cultivando el villancico, aunque
dándole un toque característico a lo que por villancicos tradicionales entendemos.
El Certamen comenzó a la una de la tarde y participaron doce grupos de toda la
provincia de Málaga.
Este pasado domingo, le cuento a
Zalabardo, disfruté en Benaque porque, como él sabe, siento placer asistiendo a
cualquier tipo de manifestación tradicional. Cuando llegué, me aproximé a la
iglesia y pregunté a un señor que estaba en la puerta el horario de inicio. Así
tuve la suerte de conocer a Casimiro,
que ha sido, según me contó y más tarde pude comprobar, alma del Certamen de
Benaque. Este año, me dijo con tristeza, no participaría, pues está de duelo;
tampoco nadie de su familia acudiría. Pero él, confesaba, no puede pasar un año
sin estar presente.
Casimiro se convirtió, por voluntad suya, en mi cicerone. Me puso
al día de cuanto hay que saber de las pastorales. Sus instrumentos, sus
estilos, cada una diferente de las demás, la hermandad que existe entre todas,
La necesidad de mantener viva la tradición.
Los instrumentos de las pastorales
son diversos. Comunes en todas son la zambomba, la sonaja, la pandereta,
el almirez
y la botella.
Luego, cada una puede añadir algún otro: unas llevaban crótalos; otras, triángulo;
otras, castañuelas y solo una, la de Almáchar, se acompañaba con una guitarra.
Por cierto, la zambomba de las pastorales malagueñas es muy peculiar, pues no
es de barro. Me lo contó un miembro de la de Totalán. Es de un tamaño enorme y
se hace con un pitón. El pitón es la raíz de la pita. Una vez
que se saca, hay que dejarla secar y luego se vacía.
Que los estilos son diferentes me
quedó pronto muy claro. La primera en intervenir, la de Las Lagunas de Mijas,
interpretó el tipo de villancico más tradicional, con las letras conocidas por
todo el mundo. Por contra, la pastoral de Almáchar me pareció la más innovadora
y, curiosamente, la que integraba a un mayor número de jóvenes.
Casimiro, sentado a mi lado, fue un maestro de ceremonias
impagable. Con decir que me presentó incluso al propio alcalde de Macharaviaya
está dicho todo. Pero, además, me presentó al director de la pastoral del
Puerto de la Torre, al de Los Amigos de Santa Cristina, de Málaga, al de
Almáchar y a alguno más.
Por cierto, me gustaría decir
algo de esta pastoral. Los inicios de su actuación me sorprendieron, pues sus
villancicos no se parecían en nada a los
tradicionales. Estaban más en la línea de la canción protesta de hace ya años y
sus letras reivindicaban temas sociales: hablaban de paz, de condena de las
armas y de la guerra, de superación del racismo, de solidaridad entre ricos y
pobres. Luego, poco a poco, fueron introduciendo otros villancicos “más al
uso”, sin perder el aire social. Según creí entender, todas las
letras que interpretan las crea su director, Curro (no me preguntéis el apellido porque nadie lo sabía; incluso
uno de los componentes de su pastoral me contestó cuando se lo pedí: "no lo sé,
creo que Palma"). En cualquier caso,
las letras me parecieron bellísimas. Uno de los villancicos se desarrollaba en
torno a esta estrofa:
Si el mundo es lo que he visto,
¿qué camino tomaré?
¡Ay, Amor!, ¡ay, Amor!,
¿qué puedo darte, Amor?
También me sorprendió, en
general, que los villancicos de las pastorales empleen estilos flamencos muy
diferentes. Estaban los tradicionales, los de campanilleros; pero también había
villancicos por fandangos e incluso por verdiales. Quizá el momento más emotivo
se dio cuando el director de la pastoral de Almáchar, Curro, invitó al del Puerto de la Torre (Miguel) y al de Macharaviaya (curiosamente, de ese desconozco el
nombre) a una especie de duelo de fandangos. Fue en verdad emocionante.
Así que ya sabéis, el año próximo
podéis acudir. Vale la pena.
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