Que Zalabardo y yo somos de otra época,
incluso más del siglo pasado que del presente, no tiene discusión. Una sola
prueba es suficiente: Zalabardo se niega a usar un teléfono móvil
(parece que eso de teléfono portátil, que sería lo correcto, es
batalla perdida). Y yo me las veo y deseo cuando, enfrentado con una de esas
pantallas táctiles para tratar de encontrar un contacto, llamo a todas las
personas menos a la deseada. O mi teléfono es sensible en exceso o mis dedos
actúan como martillos pilones. Y no digamos si recurro al whatsapp. Mientras peleo
por escribir un mensaje “al modo tradicional” (con tildes, respetando las h,
escribiendo palabras completas, usando los puntos y las comas…), mi
interlocutor ya ha escrito diez. Y me desespero. Y me cabreo.
¿Significa esto que estoy en contra
de este nuevo modo de escritura sin vocales, con abreviaturas, emoticonos y
demás? Rotundamente no, aunque sí pongo algunos reparos. Hace unos días, esa es
la razón de este apunte, leíamos un artículo en el que se daba cuenta de que
unos estudios realizados por no sé ahora qué Universidades francesas llegaban a
la conclusión de que el modo de escribir en los mensajes sms y whatsapp
(sigo sin saber si lo escribo bien) no afectaban en nada a los conocimientos
ortográficos de los jóvenes. Se dice, lo dicen quienes defienden esta forma de
escribir, que se trata de una cuestión de rapidez, de ahorro de tiempo
(¡dichosa manía de las urgencias actuales!), de manifestación de rebeldía
frente a la sociedad convencional y a los mayores por parte de los jóvenes y no
sé cuántas cosas más; pero que, salvado eso, esa escritura no afecta en nada a
la que se practica cuando se emplean otros registros. El artículo se titulaba No
imprta q ste scrito asi.
Y creo que algo sí importa. El hecho
de utilizar abreviaturas y signos especiales ha existido siempre y no tengo
nada, repito, contra tal tendencia. Además, todos recordaremos que, en nuestros
años universitarios, nos las ingeniábamos a la hora de utilizar signos más
simples que las palabras plenas para poder tomar apuntes en clase. Ahora, lo
que son las cosas, los apuntes han dejado de ser en gran medida una labor
personal y los venden fotocopiados y encuadernados; incluso, en ocasiones, es
el propio profesor quien los vende. Vivir para ver.
Lo que quiero dejar sentado que
importa mucho, es mi opinión, el dominio de las normas básicas, que sepamos
adaptarnos a la situación y al registro adecuado. Como apuntaba en dicho
artículo Leonardo Gómez Torrego, una
cosa son las abreviaturas, aceptables, y otra las faltas de ortografía. Porque,
continúo diciéndole a Zalabardo, hay argumentos que no cuadran. Por ejemplo, en
principio, no supone ninguna economía de tiempo el hecho de que lo que gana el
que escribe lo tenga que perder el que lee descifrando el escrito. Y, lo
principal, porque, si cada día se utilizan estos mensajes a edades más
tempranas, cuando aún no se domina la ortografía, es difícil que no se acabe
interiorizando fórmulas que costará desterrar cuando sea necesario (supresión
de h, de tildes, de vocales, de puntos…). Dos breves ejemplos tan solo: ¿qué
ahorro supone escribir kuanto en lugar de cuánto,
o tkm
(te quiero mucho) en lugar de tqm? Y no aporto más casos porque
todos los conocemos.
¿Sabe la mayoría de la gente que la
escritura abreviada ha existido siempre? Pero, digamos también, había una
explicación para ello: los medios que dificultaban la escritura (la talla en
piedra, por ejemplo), el alto precio o escasez del soporte sobre el que se
escribía y, consecuentemente la necesidad de ahorro (por ejemplo, el pergamino)
o, no sé si esto es lo más importante, el hecho de que hubiese que escribir a
mano y con utensilios poco consistentes.
Voy a ofrecer tres ejemplos de lo
que digo y las imágenes ayudarán a entender mi argumentación. El primero es una
estela funeraria romana que Francis
Carter, viajero por nuestra provincia hacia 1770, encontró entre las
piedras empleadas en la construcción de la torre de la iglesia parroquial de
Cauche. ¿Alguno de nuestros jóvenes, o no tanto —independientemente de que se
conozca o no la lengua latina— sería capaz de descifrarlo? Pues lo que esa
especie de jeroglífico dice es lo siguiente: D(iis) M(anibus) S(acrum) /
L(ucio) Licinio Lici / niano Aratis / pitanus vixit / annis lxxvii / P(ius) I(n) S(uis) H(ic) S(ita)
E(st) S(it) T(ibi) T(erra) L(evis). Su traducción es: Consagrado
a los Dioses Manes. Lucio Licinio Liciniano Aratispitano vivió 77 años. Piadoso
para los suyos, aquí yace. Sea para ti la tierra leve. Tengo que
reconocer dos cosas: la primera, que para la correcta interpretación de esta
estela me ha ayudado mucho el trabajo Inscripciones funerarias en el mundo romano,
de María Ruiz Trapero; la segunda, que
ni con eso he conseguido saber qué significa L. R. P.
Segundo ejemplo: El
Beato de Liébana, al menos el manuscrito de San Miguel de la Escalada,
que es el ejemplar del que dispongo, se inicia así: INNMEDNI / NSTRIIHU / XRI /
INCIPITLIBERREVE / LATIONISDNI / NSTRIIHVXRI. ¿Dónde han ido a parar
las vocales? La transcripción es: In Nomine Domini Nostri Ieshu Christi. Incipit
Liber Revelationis Domini Nostri Ieshu Christi. Que significa: En el
nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Comienza el Libro de las Revelaciones de
Nuestro Señor Jesucristo.
Y va el último. Este pertenece a las
primeras páginas de la Gramática de Antonio de Nebrija. Dice este fragmento: …por ſer tã vezinos τ comarcanos,
q deslindavã τ partiã termino cõ ellos. O dlõs egipcios deſpués q Jacob
decẽdio cõ ſus hijos en Egipto a cauſa de aqlla hãbre q leemos enel libro
dela generaciõ del cielo τ dlã tra… Si lo transcribimos a la lengua
actual, literalmente, dice: …por ser tan vecinos y comarcanos, que
deslindaban y partían término con ellos. O de los egipcios, después que Jacob
descendió con sus hijos en Egipto a causa de aquella hambre que leemos en el
libro de la Generación del cielo y de la tierra…
O sea, que nada, o poco, hay nuevo
bajo el sol. Pero de mis últimos años como profesor recuerdo que los alumnos ya
empezaban a escribir, en exámenes y trabajos, utilizando abreviaturas de
diversa índole y, digan lo que digan, con menos conocimientos de ortografía. Lo
peor es que lo veían como cosa normal. Es decir, daban muestras de no saber diferenciar
cuándo era necesario cambiar de registro, en qué momento se puede escribir (o hablar)
de una forma y cuándo hay que hacerlo de otra. Esto es lo que no acabo de
aceptar. Y a ellos, los alumnos de los que hablo, les costaba comprender que
les prohibiera escribir en un examen como si estuvieran enviando un sms
(entonces no existía el dichoso whatsapp).
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