Que la Axarquía malagueña es una
región llena de bellísimos pueblos con caminos en los que perderse es reencontrarse
(Sayalonga, Corumbela, Frigiliana…) y de atalayas para disfrutar de incomparables
vistas (mirador de Vallejos, mirador de Iznate…) es algo que he repetido varias
veces. Pero no quiero hablar hoy de eso. Durante una visita a Macharaviaya, se
nos ocurrió adentrarnos en un pequeño parque, breve paseo botánico, situado en
la misma entrada del pueblo. Allí, ¡oh, sorpresa!, encontramos, unos antiguos bancos
de piedra en algunos de los cuales se podía leer publicidad de periódicos del
siglo xix o de vinos: Lea diariamente
El Imparcial (periódico madrileño fundado en 1867), aconsejaba uno; La
Unión Mercantil. Málaga (periódico malagueño que se publicó entre 1886
y 1936), proclamaba otro y Vinos de Mesa Málaga-Burdeos. Calle del Marqués,
nº 10, anunciaba un tercero.
Viendo estos bancos, Zalabardo recordó
los que había, de preciosa cerámica, en el Parque de Málaga antes de la última
remodelación. Porque eran bellos de verdad. Todos diferentes, casi todos con
versos y poemas dedicados a Málaga. No pocos estaban “patrocinados” por
empresas y lucían sus logotipos. Preguntando por ellos, he sabido que están
amontonados, de mala manera, en un almacén municipal y, bastantes, reventados
por el peso de los de encima. ¡Una pena!
Hablando de ese asunto, Zalabardo me
pregunta si tienen algo que ver estos bancos con los otros, esos que están
tras la ruina que nos ha caído encima. Y le digo que sí, que son la misma
palabra. Un curioso ejemplo para explicar qué es la polisemia y cómo una palabra
se va cargando, con el tiempo, de significados. Paradoja que hace que la
palabra que designa lugar de descanso sea a la vez la que designa la causa de
tantos sinsabores.
El origen es una antigua palabra
germana, bankoz, que significaba en principio ‘donde rompe el filo de la
arena’, o, como dice Covarrubias,
‘ribazos de arena que las olas de la mar van formando como poyos largos, en
forma de gradas’. Por esta semejanza, como ya señala el mismo Covarrubias, y ratifica el Diccionario
de Autoridades (1726), pasó a significar posteriormente ‘asiento largo
de madera’ y, además, ‘mesa’. Lo aclara este último diccionario al explicar que
significa también ‘mesa que sirve para algunos oficios, como el de herrador,
tundidor y otros’. La segunda acepción del DRAE dice que es ‘madero
grueso escuadrado que se coloca horizontalmente sobre cuatro pies y sirve como
de mesa para muchas labores de los carpinteros, cerrajeros, herradores y otros
artesanos’.
Pasemos a otra cuestión. A finales
de la Edad Media, en los centros comerciales de Europa, se inició la costumbre
de que quienes tenían excedentes de dinero lo prestaran a quienes lo
necesitaban para sus negocios. Estos primeros financieros y comerciantes llevaban
a cabo sus transacciones sentados en largos bancos, o mesas.
Parece que fue en Italia donde comenzó a utilizarse la palabra banca
como ‘mostrador o mesa del que presta dinero’ y, poco después, ‘empresa de
transacciones de crédito’, o sea, los bancos actuales. Dicha palabra, bien
en la forma italiana o en la germana inicial, bank, se extendió pronto
por todo el mundo.
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