domingo, mayo 04, 2014

BANCOS, BANCA Y OTRAS COSAS



            Que la Axarquía malagueña es una región llena de bellísimos pueblos con caminos en los que perderse es reencontrarse (Sayalonga, Corumbela, Frigiliana…) y de atalayas para disfrutar de incomparables vistas (mirador de Vallejos, mirador de Iznate…) es algo que he repetido varias veces. Pero no quiero hablar hoy de eso. Durante una visita a Macharaviaya, se nos ocurrió adentrarnos en un pequeño parque, breve paseo botánico, situado en la misma entrada del pueblo. Allí, ¡oh, sorpresa!, encontramos, unos antiguos bancos de piedra en algunos de los cuales se podía leer publicidad de periódicos del siglo xix o de vinos: Lea diariamente El Imparcial (periódico madrileño fundado en 1867), aconsejaba uno; La Unión Mercantil. Málaga (periódico malagueño que se publicó entre 1886 y 1936), proclamaba otro y Vinos de Mesa Málaga-Burdeos. Calle del Marqués, nº 10, anunciaba un tercero.

           ¿Cómo habrían llegado aquellos bancos a ese lugar? Preguntamos y alguien nos dijo saber únicamente que fueron donación, hacía mucho tiempo, de la condesa de Balaguer, que solía pasar temporadas de descanso en el pueblo. Tras dicho título se esconde, por si alguien lo ignora, doña Ángeles Rubio-Argüelles (1906-1984), malagueña ilustre, olvidada por bastantes pese a haber sido creadora del Teatro ARA (1957), del Festival de teatro Greco-Latino de Málaga (1959) y de la Escuela de Teatro ARA (1962). El fecundo trabajo y mecenazgo de esta mujer permitió que afloraran actores como Antonio Banderas, María Barranco, Fiorella Faltoyano y muchos más.
            Viendo estos bancos, Zalabardo recordó los que había, de preciosa cerámica, en el Parque de Málaga antes de la última remodelación. Porque eran bellos de verdad. Todos diferentes, casi todos con versos y poemas dedicados a Málaga. No pocos estaban “patrocinados” por empresas y lucían sus logotipos. Preguntando por ellos, he sabido que están amontonados, de mala manera, en un almacén municipal y, bastantes, reventados por el peso de los de encima. ¡Una pena!
            Hablando de ese asunto, Zalabardo me pregunta si tienen algo que ver estos bancos con los otros, esos que están tras la ruina que nos ha caído encima. Y le digo que sí, que son la misma palabra. Un curioso ejemplo para explicar qué es la polisemia y cómo una palabra se va cargando, con el tiempo, de significados. Paradoja que hace que la palabra que designa lugar de descanso sea a la vez la que designa la causa de tantos sinsabores.
            El origen es una antigua palabra germana, bankoz, que significaba en principio ‘donde rompe el filo de la arena’, o, como dice Covarrubias, ‘ribazos de arena que las olas de la mar van formando como poyos largos, en forma de gradas’. Por esta semejanza, como ya señala el mismo Covarrubias, y ratifica el Diccionario de Autoridades (1726), pasó a significar posteriormente ‘asiento largo de madera’ y, además, ‘mesa’. Lo aclara este último diccionario al explicar que significa también ‘mesa que sirve para algunos oficios, como el de herrador, tundidor y otros’. La segunda acepción del DRAE dice que es ‘madero grueso escuadrado que se coloca horizontalmente sobre cuatro pies y sirve como de mesa para muchas labores de los carpinteros, cerrajeros, herradores y otros artesanos’.
            Pasemos a otra cuestión. A finales de la Edad Media, en los centros comerciales de Europa, se inició la costumbre de que quienes tenían excedentes de dinero lo prestaran a quienes lo necesitaban para sus negocios. Estos primeros financieros y comerciantes llevaban a cabo sus transacciones sentados en largos bancos, o mesas. Parece que fue en Italia donde comenzó a utilizarse la palabra banca como ‘mostrador o mesa del que presta dinero’ y, poco después, ‘empresa de transacciones de crédito’, o sea, los bancos actuales. Dicha palabra, bien en la forma italiana o en la germana inicial, bank, se extendió pronto por todo el mundo.

           Pero hay una curiosidad más, le cuento a Zalabardo. Entonces, como ahora, existían banqueros que hacían mal sus cálculos, o que obraban de mala fe, y terminaban arruinados; esto suponía que se les ‘rompía’ la mesa de sus negocios y de ahí nacieron las palabras bancarrota (del italiano banca rotta) y quiebra. Recordemos que Cervantes fue a la cárcel por culpa de la quiebra de un banquero portugués, Simón Freire, a quien había confiado los ingresos recaudados como comisario de abastos para la Armada Invencible. Zalabardo me mira asombrado, se queda unos momentos pensando, y dice: "Para que luego digan que no se aprende nada andando por los montes".

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