sábado, enero 10, 2015

¡SANTIAGO, Y CIERRA ESPAÑA! (JE SUIS CHARLIE)




         ¡Cuánta barbarie, cuánto fanatismo, cuánta intolerancia puede refugiarse tras una torcida interpretación de la religión! La mayoría de las veces, tras esa pretendida defensa de la fe no hay más que actitudes interesadas y espurias, ansia de dominar la ignorancia y, esta sí, buena fe de muchas personas. El terrorismo islamista es una prueba de ello, le digo a Zalabardo, pero no solo el Islam ha servido de tapadera a barbaries históricas. Recordemos cuántas atrocidades cometió la Inquisición al amparo de un credo religioso.
            No son las religiones las culpables, somos los hombres. Los fundamentalistas se excusan en que esos libros tras los que esconden sus infamantes conductas son revelados. Pero, aunque así fuese, callan que esa revelación ha ido siendo continuamente deturpada por circunstancias históricas y sociales muy diferentes a las de hoy. Aunque todavía hay quienes los esgrimen para justificar la violencia, la sumisión de la mujer, la supresión de la libertad de expresión…
            Es verdad que en esos libros podemos leer fragmentos terribles sobre muertes, castigos y venganzas. Pero no olvidemos que, nada más comenzar la Biblia (Éx. 20, 13) ya se dice: “No matarás”. Y que en el Corán, ya casi al final (42, 40), se afirma: “Quien perdona y se reconcilia tiene su salario junto a Dios. Él no ama a los injustos”. O que la Torá judía (Lev. 19,18), dice: “No procures la venganza, ni conserves la memoria de la injuria de tus conciudadanos. Amarás a tu amigo o prójimo como a ti mismo”. ¿Por qué no atender estas palabras antes que las otras?
            Hoy le quería hablar a Zalabardo de la expresión ¡Santiago y cierra España! El tono que pensaba emplear era muy diferente, pero los acontecimientos recientes de París me han hecho cambiar. ¡Santiago y cierra España! pudiera ser un ejemplo de cómo alguien puede valerse de la religión para fines nada religiosos.
            ¡Santiago y cierra España! era el grito de aliento con que las tropas españolas se aprestaban a atacar al enemigo desde antiguo. Solo que dos dudas nos surgen al oírlo: por qué cerrar y por qué Santiago. Si buscamos en el DRAE, tenemos que llegar a la acepción 23 de cerrar para encontrar: ‘trabar batalla, embestir, acometer’. Eso indica la rareza de dicho uso; en el Diccionario de Autoridades, de 1729, hay que llegar a la acepción número 8 para enterarnos de que, metafóricamente, significa ‘embestir, acometer un ejército a otro’. Y si seguimos retrocediendo, Covarrubias, en su Tesoro, de 1611, afirma que cerrar con el enemigo quiere decir ‘embestir con él; de donde manó el proverbio militar ¡Cierra España!’.
            Pero lo que a Zalabardo y a mí nos interesa es cuándo se cuela en ese grito el nombre del apóstol Santiago. En el Quijote, en su segunda parte, aparece dos veces, ambas en boca de Sancho. En el capítulo iv, le dice a Sansón Carrasco: …que tiempos hay de acometer y tiempos de retirar; sí, no ha de ser todo “¡Santiago, y cierra España!.  Más adelante, en el lviii, la utiliza más en tono socarrón y pregunta a don Quijote: querría que vuestra merced me dijese qué es la causa por que dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: “¡Santiago, y cierra España!” ¿Está por ventura España abierta y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es esta? Y en el Cantar de Mío Cid, narrando la batalla de Alcocer, el verso 731 dice: Los moros llaman ¡Mafomat! E los cristianos ¡Santi Yagüe!
            O sea que la cosa viene de lejos. “¿De cuándo?”, me insiste Zalabardo. Entonces es cuando, por casualidad, me topo con un ejemplar del Comentario del Apocalipsis, escrito hacia 776 por un monje de Liébana, llamado Beato, cuyo nombre ha pasado a designar el importante libro que escribió.
            En una de las copias del Beato de Liébana, el Comentario del Apocalipsis viene precedido por un himno que se inicia O dei verbum y que más genéricamente se conoce como Himno de Santiago. Parece que es el primer ejemplo conocido en que se habla del apóstol Santiago como patrón de España: O vere digne sanctior apostole / caput refulgens aureum Ispaniae Tutorque nobis / et patronus vernulus… (Oh, verdaderamente digno y sagrado apóstol, cabeza área y resplandeciente de España, tú [eres] nuestro Protector y nacional patrono).

           Pero parece que ese himno se añadió tardíamente al Beato original. “¿Por qué?”, me pregunta Zalabardo. Porque, según todos los indicios, la razón de que Santiago sea considerado protector y patrón de España se remonta a fechas posteriores, concretamente al año 844, con ocasión de la batalla de Clavijo. Cuenta la leyenda que, hallándose el rey Ramiro i, el asturiano, no el aragonés, en peligroso trance frente a los musulmanes invasores, una noche se le apareció el apóstol y le dijo: Mañana vencerás con la ayuda de Dios a todos estos moros que te tienen cercado, aunque morirán muchos de los tuyos, a los cuales está aparejada la gloria del paraíso. Y porque tengas seguridad de lo que te digo, me verás encima de un caballo blanco con una seña blanca y una gran espada reluciente en la mano. Lo malo es que no hay ni documentos, ni anales, ni historias ni crónicas que demuestren que tal batalla existió. O sea, que fue una patraña.
            ¿Con qué objeto se urdió? Pollux Hernúñez, traductor del himno citado y doctor en Filología Clásica por la Sorbona, se atreve a proponer dos. Uno: Santiago de Compostela pasaba por una crisis de romeros y sus ingresos menguaban; era preciso reactivar las peregrinaciones. Dos: hacía falta crear una conciencia “nacional” que diera fuerzas para repeler al invasor. Y concluye con palabras parecidas a estas: lo importante es que la gente crea algo, incluso lo increíble, aunque la Historia lo desmienta.
            De la misma forma que ese himno fue escrito con fines económicos y políticos, más que religiosos, hoy se extienden las proclamas del terrorismo yihadista. Los siglos pasan, pero perduran idénticas técnicas. Y muchos fanáticos siguen cayendo en sus redes.

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