No son las religiones las culpables,
somos los hombres. Los fundamentalistas se excusan en que esos libros tras los
que esconden sus infamantes conductas son revelados. Pero, aunque así fuese,
callan que esa revelación ha ido siendo continuamente deturpada por
circunstancias históricas y sociales muy diferentes a las de hoy. Aunque
todavía hay quienes los esgrimen para justificar la violencia, la sumisión de
la mujer, la supresión de la libertad de expresión…
Es verdad que en esos libros podemos
leer fragmentos terribles sobre muertes, castigos y venganzas. Pero no
olvidemos que, nada más comenzar la Biblia (Éx. 20, 13) ya se dice: “No
matarás”. Y que en el Corán, ya casi al final (42, 40), se
afirma: “Quien perdona y se reconcilia tiene su salario junto a Dios. Él no ama
a los injustos”. O que la Torá judía (Lev. 19,18), dice: “No
procures la venganza, ni conserves la memoria de la injuria de tus
conciudadanos. Amarás a tu amigo o prójimo como a ti mismo”. ¿Por qué no atender
estas palabras antes que las otras?
Hoy le quería hablar a Zalabardo de
la expresión ¡Santiago y cierra España! El tono que pensaba emplear era muy
diferente, pero los acontecimientos recientes de París me han hecho cambiar. ¡Santiago
y cierra España! pudiera ser un ejemplo de cómo alguien puede valerse
de la religión para fines nada religiosos.
¡Santiago y cierra España! era el
grito de aliento con que las tropas españolas se aprestaban a atacar al enemigo
desde antiguo. Solo que dos dudas nos surgen al oírlo: por qué cerrar
y por qué Santiago. Si buscamos en el DRAE, tenemos que llegar
a la acepción 23 de cerrar para encontrar: ‘trabar batalla, embestir, acometer’.
Eso indica la rareza de dicho uso; en el Diccionario de Autoridades, de 1729,
hay que llegar a la acepción número 8 para enterarnos de que, metafóricamente,
significa ‘embestir, acometer un ejército a otro’. Y si seguimos retrocediendo,
Covarrubias, en su Tesoro,
de 1611, afirma que cerrar con el enemigo quiere decir ‘embestir con él; de donde
manó el proverbio militar ¡Cierra España!’.
Pero lo que a Zalabardo y a mí nos
interesa es cuándo se cuela en ese grito el nombre del apóstol Santiago. En el Quijote, en su segunda parte,
aparece dos veces, ambas en boca de Sancho. En el capítulo iv, le dice a Sansón Carrasco: …que tiempos hay de acometer y tiempos de
retirar; sí, no ha de ser todo “¡Santiago,
y cierra España!”. Más adelante,
en el lviii, la utiliza más en
tono socarrón y pregunta a don Quijote: querría que vuestra merced me dijese qué es la causa por que dicen los
españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros:
“¡Santiago, y cierra España!” ¿Está
por ventura España abierta y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia
es esta? Y en el Cantar de Mío Cid, narrando la
batalla de Alcocer, el verso 731 dice: Los
moros llaman ¡Mafomat! E los cristianos ¡Santi Yagüe!
O sea que la cosa viene de lejos.
“¿De cuándo?”, me insiste Zalabardo. Entonces es cuando, por casualidad, me
topo con un ejemplar del Comentario del Apocalipsis, escrito
hacia 776 por un monje de Liébana, llamado Beato,
cuyo nombre ha pasado a designar el importante libro que escribió.
En una de las copias del Beato
de Liébana, el Comentario del Apocalipsis viene
precedido por un himno que se inicia O dei verbum y que más genéricamente
se conoce como Himno de Santiago. Parece que es el primer ejemplo conocido en
que se habla del apóstol Santiago
como patrón de España: O vere digne
sanctior apostole / caput refulgens aureum Ispaniae Tutorque nobis / et
patronus vernulus… (Oh, verdaderamente
digno y sagrado apóstol, cabeza área y resplandeciente de España, tú [eres]
nuestro Protector y nacional patrono).
¿Con qué objeto se urdió? Pollux Hernúñez, traductor del himno
citado y doctor en Filología Clásica por la Sorbona, se atreve a proponer dos. Uno:
Santiago de Compostela pasaba por una crisis de romeros y sus ingresos
menguaban; era preciso reactivar las peregrinaciones. Dos: hacía falta crear una
conciencia “nacional” que diera fuerzas para repeler al invasor. Y concluye con
palabras parecidas a estas: lo importante es que la gente crea algo, incluso lo
increíble, aunque la Historia lo desmienta.
De la misma forma que ese himno fue
escrito con fines económicos y políticos, más que religiosos, hoy se extienden
las proclamas del terrorismo yihadista. Los siglos pasan, pero perduran idénticas
técnicas. Y muchos fanáticos siguen cayendo en sus redes.
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