Texto autógrafo de Antonio Machado |
Pero vamos con Machado. En 2003, Unicaja
compró los que se conocen como Manuscritos de los Hermanos Machado,
una serie de cuadernos que la familia subastó y que encerraban textos y
anotaciones de los hermanos (en especial de Antonio) que habían permanecidos inéditos en su mayor parte. En uno
de ellos, el de prosas sueltas (donde apuntaba textos para Juan de Mairena), puede
leerse: La palabra elección suele
emplearse equívocamente en psicología. Toda elección supone previa conciencia
de lo que se toma y de lo que se deja. ¿Qué sentido tiene el decir que nuestros
sentidos eligen aquellos elementos que perciben?
Viñeta de Uro |
Leyendo tales palabras, le digo a
Zalabardo, me paré a pensar la diferencia que hay entre razonar, sentir,
percibir
o elegir.
Y se me ocurrió que, en nuestro mundo de hoy, quienes más réditos sacan de ello
son los publicistas y los políticos. ¿Qué pretenden unos y otros? Que ansiemos
la posesión de un producto sin ni siquiera plantearnos su bondad o la necesidad
que del mismo tenemos. Que elijamos dejándonos guiar por los
ojos, por el olfato; pero no por la razón.
Y ya llego al meollo del asunto.
Muchos son quienes proclaman a los cuatro vientos nuestro derecho a decidir.
Publicistas y políticos, rodeados de sofisticados equipos de mercadotecnia,
apelan a nuestros sentimientos, a nuestras percepciones, y nos piden,
impúdicamente, tratando de que no razonemos, que elijamos su producto
antes que el de la competencia. Da igual que hablemos de coches, de ropa, de
comida o de tendencia política. Invocan que ejerzamos nuestro inviolable derecho
a decidir al tiempo que piensan: “No te pares a juzgar qué dejas al
tomar lo que te ofrecemos. No pienses, pues nosotros ya lo hacemos por ti.
Limítate a seguir nuestro consejo y olvida lo demás”.
Caricatura de Fran Moreno |
La intención es que nos adhiramos de
inmediato, sin concedernos tiempo para pensar pros y contras, si lo que
elegimos supera a lo que dejamos. Actuando así, todos, no sé si habrá alguna
excepción, parten (sin declararlo) de que mi derecho a decidir no es
más que la renuncia a mi independencia de criterio, a mi libre albedrío.
Vamos con ejemplos: Oriol Junqueras, de ERC, declara que él no es español y exige
el derecho
a decidir de los catalanes; pero tiene la desfachatez de sugerir qué deben
votar los españoles, y evita que Mas
comparezca para aclarar toda la porquería que esconde el caso Pujol. Y si un referendo, o lo que sea,
no sale bien, pues se programan elecciones de carácter plebiscitario. A Rajoy y su corte del PP se les llena la boca proclamando que
un tal Bárcenas no es del partido y,
por tanto, ellos no tienen nada que ver en sus asuntos. Y no quieren ni oír de
hablar de elecciones, por lo que les pueda llover a cuento de la Gurtel ni se avienen a limar asperezas
con los políticos catalanes porque quienes deciden son todos los españoles.
¿Pero nos dejarán alguna vez hacerlo? Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía anda a la greña con IU y ella sí cree conveniente adelantar
elecciones, “no obedeciendo a los intereses del PSOE ni de IU, sino de
los andaluces que son los que decidirán”. Podemos no cesa en su bombardeo contra “la casta”, pero sus líderes
(de los que empieza a saberse que también esconden trapos sucios en materia de
cobros poco justificados) no tienen inconveniente en reunirse (eso sí, en
secreto) con destacados representantes de esa “casta” que denigran. Y lo hacen
a escondidas del pobre Pedro Sánchez,
al que alguien anda haciéndole la cama. Todo ello sin dejar de solicitar que la
mejor decisión es echar a esa “casta corrupta” en la que ellos ya van
tomando posiciones.
Caricatura de Fran Moreno |
Caricatura de Vizcarra |
O sea, que todos actúan pensando en
nuestros intereses, en lo que quiere el pueblo catalán, el andaluz, el español
(según quien hable). Eso sí, se reservan para ellos cuál será el momento en que
nosotros, los ciudadanos, decidamos. Ese momento será efectivo
cuando a ellos les interese, con las preguntas que ellos diseñen y atendiendo a
los objetivos que ellos se marquen. Como vulgarmente se dice, no intentan más
que vendernos la moto.
¿Tú crees de verdad que las cosas
son como dices?, me replica Zalabardo. Y, claro, lo hago partícipe de mis
dudas. Pero, me sincero y le aclaro que lo que yo pido es que me argumenten y
me hablen a la razón, no que se dirijan a mis sentidos y percepciones, o a mis
sentimientos, pues un bello envase puede ocultar un producto poco suculento, si
no dañino. Si he de decidir cuando ellos quieren, como ellos quieren y sobre lo que
ellos quieren, ¿en qué consiste mi libertad personal? Lo que les pido, aclaro
finalmente a Zalabardo es que, por lo menos, no me agobien, que (sin emplear
técnicas de trileros) me den ocasión de poder tomar conciencia de lo que tomo y
de lo que dejo, como decía Machado. Porque
lo que percibimos es bastante lamentable.
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